José Santana
Hoy once de septiembre recordamos el golpe de estado provocado por un sector del ejército chileno comandado por Pinochet, contra un estado de derecho democrático presidido por Salvador Allende, gobernando con una coalición de izquierdas, la Unidad Popular, que trataba de impulsar profundos cambios en la sociedad chilena respetando el sentir mayoritario expresado en las urnas de manera absolutamente democrática.
La permanente oposición de las derechas, fundamentalmente delis sectores empresariales que veían en peligro sus intereses de clase, la complicidad de la democracia cristiana, incapaz de realizar una oposición leal y de templar a los sectores más reaccionarios se la sociedad chilena, fueron el adecuado caldo de cultivo para combatir desde el principio la experiencia democrática chilena hacia una sociedad más justa e igualitaria, un camino inexplorado en América Latina por un socialismo en democracia.
Algo que, evidentemente, EEUU no iba a consentir de ningún modo. La experiencia revolucionaria de Cuba se había consolidado y estaba siendo de alguna manera amortizada y enmarcada en la guerra fría entre EEUU y la URSS, pero una experiencia democrática hacia el Socialismo se salía de los parámetros en ese momento y de ninguna manera podía permitirse. El gobierno americano con la CIA y el secretario de Estado Kissinger urdieron la desestabilización del gobierno de la UP mediante huelgas patronales y finalmente el cruento y fascista golpe militar de Pinochet, implantando una dura dictadura y asesinando a miles de chilenos, hombres y mujeres de izquierda y miembros del gobierno de la UP.
Para el gobierno de los Estados Unidos era evidente que no se podía permitir que además de las vías revolucionarias que en aquellas décadas posteriores a la segunda guerra mundial se habían producido en distintas partes, se uniera la posibilidad de acceder a formas socialistas desde la vía democrática. Era poner en evidencia a un sistema capitalista que se decía basado en la democracia, haciendo converger como un axioma que la democracia SOLO podía ser dentro de un sistema capitalista, por tanto, el factor K, el anticomunismo, se utilizó grosera y convenientemente para impedir tanto en Europa como en América cualquier vía democrática hacia el socialismo con fórmulas democráticas de consenso social amplio. Se boicoteó cualquier posibilidad de llevar ese consenso social hacia formaciones democristianos utilizando la amenaza y corrompiendo a los partidos demócratas cristianos.
El Compromiso histórico, surgido en Italia como respuesta fue un intento lucido a partir de la experiencia chilena fracasada por la fuerza golpista militar. La respuesta fue el asesinato de Aldo Moro.
Hoy todos los caminos hacia un socialismo democrático aparecen cegados. Sin embargo, sólo un acuerdo amplio, consensuado, de nuevas hegemonías formuladas dese el respeto a formas democráticas avanzadas podrán frenar y revertir los graves problemas que están YA presentes: populismos neofascistas y nacionalismos excluyentes que intentan gobernar el mundo e impedir que se combata el colapso ecológico y el capitalismo depredador dese fórmulas participativas y más democráticas con amplios acuerdos populares.