Francisco Garrido. Para muchos personas todo el mundo es inocente salvo que se demuestra lo contrario, o sea acusado de delitos especialmente repugnante para el grupo afectado. Así la simple acusación de corrupción es para mucha gente, medios de comunicación incluidos, ya una condena que debe llevar aparejado la muerte civil y política del acusado acusada. Es la ideología Alaya, mucho más peligrosa par la ley que los delitos que dice combatir. No digamos si la acusación es algo que tenga que ver, aunque sean chistes en twitter, con el terrorismo o el yihadismo, entonces hay un salto procesal abismal y la fase de instrucción es sustituida por la de ejecución. Por supuesto todo lo que tiene que ver con la violencia de género o los crímenes ecológicos, son delitos en el procesamiento equivale a condena moral y mediática.
Y no digo que todas las acusaciones de esos delitos terminen en condena judicial, ni mucho menos más bien concluyen en lo tocante a género y ecología corrupción, en lo contrario; sino de la condena moral y el escarnio público que conlleva. Afortunadamente el sistema judicial se resiste, aunque con debilidades crecientes a este populismo penal que se ha instalado en España , pero el daño que se hace a la cultura del garantismo y al soporte social del Estado de Derecho puede ser fatal. En este ambiente bastaría que los diques institucionales que separan a la opinión pública del sistema judicial se agrietaran , para que el espantoso e injusto de los totalitarismo nos arrasara.
Pero lo mas preocupante es que esta ideas hayan prosperado entre causas tan progresistas como el ecologismo, la lucha contra la corrupción o el feminismo. Hay mucha gente de izquierda que ha legitimado lo que podríamos llamar una suspensión teleológica de la verdad procesal, que es la única verdad a la que los seres racionales finitos tenemos acceso. La intención noble, y compartida, de perseguir estos horribles crímenes justificaría la suspensión ad hoc (para este tipo de delitos), de las garantías procesales. Vamos pues hacia una especie de “estado de excepción” mediático y moral para los delitos que causan especial rechazo moral en cada uno de los colectivos sociales.
La impotencia política sirve de abono para este moralismo antigarantista. Cuanto menor es la capacidad de cambiar realmente las cosas mayor es la exigencia de chivos expiatorios. Pero olvida esta izquierda que a las garantías y el Estado de Derecho es una condición de posibilidad formal y material para la existencia y la protección de cualquier derecho y que si se promueve una cultura política que deteriore esta condición, se deteriora irreversiblemente todos los derechos, especialmente aquellos que aun ni mínimamente se cumplen hoy en día, como la igualdad de género, los derechos de las generaciones futuras o de los animales . La universalidad de la ley por un lado, y la la exigencia de la verdad objetiva en la construcción de la prueba como base de la verdad procesal. es la mayor conquista normativa y epistemológica de la izquierda y de la humanidad contra la barbarie.