Soberano es aquel que decide el “estado de excepción”, según cierta tradición de la teología política occidental y que resumen en esta conocida definición Karl Schmitt. Y el “Estado de excepción“ es aquel Estado en que queda suspendida toda normatividad que no sea la propia voluntad del soberano. En el fondo el “Estado de excepción” es el fundamento último del soberano , Como heredero directo del poder de Dios en la ciudad terrenal. Para el soberano el verdadero “estado de excepción” es el Estado per lege , que solo graciosamente subiste mientras este quiere.
Las revoluciones republicanas francesa y norteamericana darán un giro radical al sustituir la soberano por la soberanía popular. En este proceso de cambio no es que la figura de un sujeto individual (el monarca) sea reemplazada por un sujeto colectivo (el pueblo); sino que modifica antagónicamente la forma de entender y ejercer el poder político pasando del Estado con leyes (per lege) al Estado bajo leyes (sub lege) propio de de eso que hoy llamamos “Estado de Derecho. “Gobierno de las leyes y no de los hombres” , según el lema kantiano. El Estado de Derecho y el Estado de excepción son dos formas de Estado antagónicos por mucho que el constitucionalismo moderno haya tratado de integrar a este en aquel. por medio de la constitucionalización del “estado de excepción” como “suspensión temporal y limitada de determinadas garantías”.
El debate entre Schmitt y Kelsen a principio del siglo pasado , o el mas actual entre el penalista alemán Jacob y el iusfilósofo italiano Luigi Ferrajoli; dan cuenta de la persistencia de este antagonismo que sorpresivamente se esta resolviendo por donde menos esperaban unos y otros. El peligro para el “Estado de Derecho” estaba fuera del Estado y no dentro. como temía el garantismo y deseaba el decisionismo. Incluso Agamben en sus novedosa y muy sugerente relectura del concepto de “estado de excepción” no escapa a esta trampa y sigue situando el “monstruo” dentro del Estado y la conversión de la anormatividad en normativa como ocurre con la guerra o con las políticas migratorias.
Pero la suspensión de la normatividad del Estado ha llegado , y de forma implacable, desde los “mercados financieros globalizados y apátridas” que han impuesto la clausura de la soberanía popular en beneficio de un nuevo soberano oculto y autónomo que ya no responde ante ninguna norma e institución mas allá de su propia voluntad. ¿Acaso no es el estatuto del BCE un anuncio institucional de la suspensión de la legalidad? ¿ No es Grecia ya en un “Estado de excepción» permanente? Nada molestó más a la troika que el referéndum griego cuyo sola amenaza le costó el puesto a Papandreu. ¿Y el Brexit no es una intento desesperado, y contra producente, de recuperar soberanía popular aunque sea en un dirección conservadora y reaccionaria? Invocar a la soberanía popular es hoy mentar a la bicha en medio de un “Estado de excepción financiero” que va camino de convencernos de la imposibilidad de la democracia y de la inutilidad del Estado de Derecho.