Raúl Solís Galván
En Francia, ayer dio comienzo una campaña electoral tan reñida como de vital importancia para el futuro de la construcción europea. Haber edificado una Europa tutelada por los grandes Estados de la Unión da como resultado que la UE se juegue su futuro en comicios nacionales y no en las elecciones al Parlamento Europeo. Francia, como país fundador y locomotora del proyecto europeísta, puede conseguir que la Unión siga atrapada en la disciplina fiscal o, por el contrario, reactivar la Europa social para que los europeos salgamos de la crisis económica sin renunciar al Estado del Bienestar.
El candidato conservador a la presidencia francesa, Nicolas Sarkozy, se presenta como el salvador de Francia frente al despilfarro socialista. Para conseguir su fin, no le importa adoptar la pose de antieuropeísta responsable con tal de restar votos a la ultraderecha de Marine Le Pen. Para la candidata del Frente Nacional, la culpa de todos los males de Francia la tiene el euro, las estructuras políticas comunitarias y la inmigración.
Sarkozy ha pasado de ser el más europeísta, de los líderes europeos, a besar la bandera de la eurofobia. En 2008, el candidato de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) quería refundar el capitalismo para poner normas a las desajustes financieros que nos adentraron en la crisis económica; en campaña electoral, quiere limitar la aportación que hace Francia a los presupuestos de la UE o reformar el Tratado de Schengen para cerrar las fronteras europeas a la inmigración. Su incontinencia verbal le lleva a decir lo mismo que Marine Le Pen: “hay demasiados extranjeros”.
La alternativa a Nicolas Sarkozy es el socialdemócrata Francoise Hollande, hombre gris, poco locuaz y un tanto pusilánime. Un socialista moderado, poco dado a discursos estridentes y que se da por ganador sin aún haber ganado nada, salvo las primarias frente a Martine Aubry, secretaria general de los socialistas franceses.
Donde Hollande es más elocuente es en la defensa del europeísmo y críticas al Pacto de Estabilidad del Euro que “condena a Europa a la pobreza, a la recesión y al desempleo”. Como alternativa al germanismo económico, promete usar la capacidad diplomática de Francia para modificar la disciplina alemana por un modelo más socialdemócrata que conjugue control del déficit con inversión pública para dinamizar la deprimida economía europea.
Las encuestas predicen que Hollande se impondrá a Sarkozy en la primera vuelta de las Presidenciales Francesas, aunque su ventaja aminora a medida que se acerca el 22 de abril, fecha en la que los franceses están llamados a las urnas. Es más, algunas encuestas ya dan como ganador al candidato conservador que ha diseñado una campaña electoral a cara de perro y que está dispuesto a robar a Marine Le Pen el electorado de ultraderecha.
Por su parte, a Hollande le amenaza por la izquierda Jean-Luc Mélenchon, eurodiputado y exsocialista que encabeza el Frente de Izquierdas, que está consiguiendo simpatías entre las clases trabajadoras y jóvenes galos. El líder de la coalición comunista avanza en las encuestas hasta hacer temblar la seguridad de los estrategas del PS.
No obstante, si Mélenchon no pasa a la segunda vuelta, ya ha anunciado que pedirá el voto para el candidato socialista. De lo que se puede deducir que, de ganar Hollande, socialistas y comunistas formarán una alianza para aplicar políticas de izquierdas en el Estado que está llamado a ser la esperanza para los europeos cansados de la Europa de la disciplina fiscal y los rescates desalmados.
El próximo 22 de abril, los electores galos no sólo elegirán quién presidirá los designios de Francia. Sin querer, los franceses votarán en qué dirección saldrá Europa de la crisis. Sin su aliado galo, Merkel se quedará sin apoyos para seguir instalando su modelo germánico en la UE. Con la más que probable victoria del socialista Hollande, se abre la puerta a Gobiernos de izquierdas en la UE y, con ello, la oportunidad para que la socialdemocracia e izquierda alternativa europeas demuestren si son capaces de defender la construcción europea y a los ciudadanos de la dictadura de los mercados.