Antonio C Zurita Contreras
Entre el 25 y el 27 de septiembre se celebra en Nueva York la Cumbre Mundial de Desarrollo Sostenible, en el marco de la Asamblea General de Naciones Unidas.
Esta cumbre aprueba los nuevos objetivos de desarrollo sostenible, ODS (17) que marcarán una nueva agenda para los estados en busca de un mundo mejor y tiene sus antecedentes en la Declaración del Milenio aprobada en el año 2000, hace 15 años y el documento “El futuro que queremos” aprobado en la cumbre de Rio + 20 en el año 2012. Tal vez la novedad más importante en esta ocasión es el reconocimiento de que el desarrollo para el bienestar mundial pasa por un equilibrio entre el factor económico, el factor social y el factor ambiental. Y que no tiene valor el crecimiento si no es inclusivo, es decir, si no deja en el camino a gentes sin país, sin casa, sin pan,…sin trabajo, escuela, medicina y hospital, como cantara Carlos Cano.
Llevo más de media vida dedicado a la cooperación internacional y comparto con la gran mayoría de quienes leen estas letras que la solidaridad es la ternura de los pueblos. No hay duda, es uno de los valores más sólidos de la naturaleza humana. Y desde el mundo de la solidaridad, desde el mundo de la cooperación internacional surgen propuestas siempre novedosas. Hace 20 años las acampadas a favor del 0,7% del PIB dedicado a cooperación recibieron el apoyo de toda la sociedad española. Hace 15, el Foro Social Mundial, a partir de propuestas de ONG´s, lanzó la idea del impuesto a las transacciones financieras dedicado a la ayuda a los mas desfavorecidos.
También desde Naciones Unidas, con el poder de incidencia que tiene esta organización mundial de estados, surgen propuestas importantes. Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) sirvieron desde el año 2000 para comprometer a los estados en la lucha contra el hambre, contra la mortalidad infantil, por el acceso al agua potable…y es cierto que algunos pasos se han dado, la agenda sirve.
Pero siempre hay un pero. Y en esta ocasión el pero es del tamaño de un planeta.
Después de 15 años de Metas del Milenio, como así fueron llamados los ODM, la brecha entre riqueza y pobreza ha crecido. El 1% de la población mundial acumula la riqueza del 46%. Desde el año 2000 los conflictos armados hacen del mapa del mundo un colador agujereado por todas sus latitudes, norte, sur, oriente y occidente. El capital especulativo circulante por bancos multiplica por 40 la riqueza real, es decir, jugamos con billetes de monopoly.
En fin…la cooperación internacional tiene responsabilidades internas por su falta de coordinación, pero el gran drama, la falta de eficacia de la ayuda, tiene que mirar a la gran incoherencia de las políticas migratorias, comerciales, financieras con las políticas de cooperación internacional. Es bueno tener una agenda mundial refrendada que destaque la necesidad de un desarrollo socialmente justo y ambientalmente sano, pero vamos de verdad. Si los mismos presidentes que aprueban esta agenda, aprueban al día siguiente intervenir militarmente en cualquier parte del mundo, la credibilidad bajará al pozo, esto es construir hacia abajo. En definitiva, bienvenidos los Objetivos de Desarrollo Sostenible, pero vamos a no hacernos faroles en solitario. O existe conciencia, voluntad real por parte de los estados para acompañar esta declaración con otras medidas o esta música no será bailable. Un vez más le toca a la ciudadanía presionar para que así sea. Tremenda tarea.