Francisco Garrido.
El pasado treinta de abril se han cumplido veinticinco años del decreto Boyer , me lo han recordado algunos artículos laudatorios que he leído, no comparto para nada ese entusiasmo. Este Real-Decreto lleva el nombre de aquel ministro de economía conocido popularmente por su adicción al lujo asiático y por su más que previsible incontinencia urinaria (se construyó un chalet con más de veinte cuartos de baño) . También fue popular por ser la víctima de algunos coscorrones que le propino Ruiz Mateos ( recuerdan aquello del “¡que te pego leches..¡”). Miguel Boyer, todo hay que decirlo, era, además de ministro y todas esas otras cosas: economista, físico y aficionado al falsacionismo epistemológico de Sir Karl Popper.
Un ministro con una personalidad pública tan caleidoscópica no podía pasar sin dejar una profunda huella, y a fe que así lo hizo. El decreto Boyer es “el huevo de la serpiente” del modelo productivo español que en estos momentos se encuentra en plena crisis. Comparable, en su importancia y orientación, al plan de estabilización del 59 (obra de la tecnocracia opusina) ; este decreto sienta las bases para la expansión de la especulación inmobiliaria y financiera y del oligocultivo económico español (ladrillo + bares + corrupción): construcción, turismo de masas (Sol, playa, alcohol, drogas, ciudades sin ley) e inversión especulativa (cuando no criminal) extranjera.
En el decreto Boyer se liberaliza la “amortización de inversiones” ( arts. 1-4), se establece la libertad de horarios comerciales ( art.5), se liberaliza también las inversiones extranjeras ( art-6) y se establecen desgravaciones fiscales por la adquisición de viviendas ( art-7), para finalmente liberalizar los alquileres de vivienda (Art.9,) mediante la “supresión de la prorrogas forzosas en arrendamientos urbanos”.
Los objetivos eran claros y se centraban en el desarrollo del mercado de la construcción, en el turismo y en la atracción de capital especulativo extranjero .Todo esto unido a los fondos provenientes de la futura incorporación a la Unión Europea fabricarían el “milagro español” que ahora se ha tornado maldición. Bien mitrado no es acaso Marbella la ciudad ideal, la utopía realizada que este decreto proyecta. Este decreto nos hace entender fenómenos aparentemente incomprensibles como la enorme pasividad y complicidad del estado español (gobiernos, policías, jueces) con el crimen organizado y el tráfico de drogas en la costa mediterránea, por ejemplo. La corrupción política es el código moral oculto del modelo de desarrollo económico que el decreto Boyer propone.
Este decreto muestra la continuidad de la política económica entre el tardo franquismo y la socialdemocracia española. Una continuidad que se puede encontrar incluso académicamente entre Fuentes Quintana, Rojo, Velarde y discípulos suyos como Boyer o Solchaga. El PSOE es tan responsable, o quizás más, que la derecha de la actual crisis. Por eso resulta chocante que alguien como Felipe González, presidente del gobierno cuando se promulgo este decreto, venga ahora a darnos consejos para salir de la crisis con la monserga de las nucleares y la reforma del mercado laboral. La continuidad política con el franquismo que dado la cara en asuntos políticos como “la memoria histórica” o el juez Garzón; se expresa económicamente también por medio de este consenso en el ladrillo y la especulación que desde 1959 y , más recientemente desde 1985, nos gobierna. El huevo de la serpiente de la crisis, la corrupción y la especulación lo puso Boyer y su decreto, ahora hace veinticinco años
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