Gines Donaire. El País.02/12/2012.
Hasta no hace mucho tiempo, para trabajar como jornalera en la campaña de recogida de la aceituna había que ir acompañada de un hombre. Los empresarios pretendían así compensar la nunca demostrada desigualdad física entre sexos en los tajos. Esa barrera ya se había dado por superada, pero este año ha irrumpido una discriminación aún mayor para las mujeres: como el trabajo es escaso por la caída de la cosecha, el poco que hay es para los hombres y las aceituneras tienen poco menos que imposible encontrar un jornal a no ser que lo hagan en fincas familiares.
Es lo que ocurre, por ejemplo, en Villargordo, una pequeña localidad jiennense con más de 900 desempleados (el 37% de su población activa) y donde las mujeres solían acudir en masa a la aceituna. Este año más de la mitad no lo hará. “Nos dicen que con los hombres se apañan y que no hay trabajo para nosotras”, asegura la jornalera Eva Serrano. Ella al menos tiene la suerte de que su marido sí trabaja, pero otras muchas sufren por partida doble el paro en sus hogares. El Ayuntamiento ha tenido que abrir un comedor social para garantizar una comida diaria a los más pequeños.
Una jungla laboral con salarios a la baja
El campo se ha convertido en una especie de jungla laboral. La falta de empleo por las inclemencias climáticas está sirviendo a muchos empresarios para justificar el pago de salarios muy por debajo de lo estipulado, incluso incumpliendo convenios colectivos ya firmados. Es lo que ocurre, por ejemplo, en el convenio del sector del aceite y sus derivados, que vincula a los empleados de más de 300 almazaras orujeras. Para este año debía revisarse con arreglo al IPC interanual nacional de septiembre (3,4%), más un punto, es decir, una subida del 4,4%. Sin embargo, los empresarios se amparan en la crisis para incumplir lo firmado. “La subida es inasumible porque las circunstancias no son las mismas y ha habido un aumento de costes”, sostiene el presidente de la Asociación Provincial de Almazaras de Jaén (APAJ), Manuel Alfonso Torres.
También en el convenio del campo de Jaén —que sirve de referencia para el resto de Andalucía—, y que vincula a más de 100.000 trabajadores, los sindicatos han constatado ya graves incumplimientos. El convenio se ha revisado este año con una subida del 2%, pero UGT sostiene que en muchos tajos se están pagando salarios por debajo del 40%. Y por si fuera poco, también los trabajadores eventuales agrarios van a sufrir en sus carnes las consecuencias de la eliminación de la paga extra de Navidad a los empleados públicos. En concreto, a los trabajadores del Programa de Fomento de Empleo Agrario (Profea, antiguo PER) se les está descontando seis euros por día, lo que supone unos 90 euros para una campaña de apenas 15 días.
Mientras tanto, la Inspección de Trabajo y Seguridad Social ha iniciado los controles en la campaña de la aceituna para comprobar el cumplimiento de la normativa laboral en el sector. Las actuaciones van dirigidas en varias direcciones. Por un lado, se intentarán corregir posibles casos de abuso en materia de jornada o salarios por debajo de convenio. También se buscarán posibles situaciones de empleo sumergido, como la contratación de trabajadores extranjeros sin autorización para trabajar en España, la simultaneidad del trabajo con el cobro de prestaciones o el incumplimiento de las obligaciones de alta y cotización en la Seguridad Social.
Los inspectores también vigilarán el cumplimiento de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales como la utilización de equipos de trabajo seguros o el uso de elementos de protección individual y colectiva. Los sindicatos vienen denunciando la escasez de medios de la Inspección en la agricultura.
La campaña de recolección de la aceituna, la que más empleo suele dar en el campo andaluz, se ha generalizado esta semana en prácticamente todas las zonas productoras de la comunidad. Va a ser la peor cosecha desde 1995. La producción ha caído por encima del 75% en Jaén, la provincia olivarera por excelencia, por culpa de la sequía del último año. Los sindicatos estiman que se perderán más de nueve millones de jornales, la mitad de ellos en Jaén. Esta situación ha agudizado las tensiones laborales en el campo. Y, como era previsible, además de los inmigrantes, reducidos este año a la mínima expresión, las mayores víctimas son las mujeres.
La recogida de la aceituna ha sido donde la mayoría de las jornaleras encontraba las 35 peonadas necesarias para optar al subsidio agrario. Y más este año al fallar también la vendimia y la recolección del espárrago. Por tanto, si no hay trabajo tampoco habrá subsidio. Lo cuenta Inma, una jornalera de Jódar (Jaén). “No solo me han echado del tajo al que acudía cada año sino que me será imposible alcanzar las 35 peonadas, es una doble discriminación”, cuenta. Más problemas aún tendrá una paisana suya, Susana Collado, que al ser menor de 25 años y no tener hijos, debe acreditar 53 jornales. “Y encima el paro se me ha acabado esta semana”, se lamenta.
La discriminación de la mujer en el campo no es algo baladí. El 55% de los 468.000 afiliados al Régimen Agrario en Andalucía son mujeres, al igual que son mayoría las que cobran el subsidio agrario (92.000 frente a 51.000 hombres a finales de septiembre). “Esa discriminación es una vuelta de tuerca más hacia actitudes arcaicas e impropias del siglo en el que estamos”, se lamenta Antonio Marcos, secretario de la Federación Agroalimentaria de UGT en Jaén. El sindicato quiere denunciar ante la Inspección de Trabajo a las empresas que discriminan.
Los empresarios, por su parte, niegan la mayor. “Hoy el campo se ha mecanizado mucho y la mano de obra se ha especializado, y son los hombres los que más se han profesionalizado”, justificó en su día Luis Carlos Valero, gerente de la patronal agraria Asaja en Jaén. Pero la realidad dice que tuvieron que pasar muchos años para que la patronal equiparara el salario de hombres y mujeres en los olivares. Y todavía hoy existe una discriminación encubierta a la hora de pagar, ya que los hombres se benefician de las nuevas categorías creadas en el convenio del campo. “Al hombre se le paga por llevar la vara mecánica o la vibradora a pesar de que es una tarea que también realizamos las mujeres”, comenta Juana Castro, una aceitunera de Arbuniel. Ella sí ha encontrado trabajo en el olivar, pero gracias a que iba con su marido