El mundo que vemos, ya no existe y el mundo que existe ya no podemos verlo. No es que el mundo que vemos ya no exista y que el mundo que existe todavía no podamos verlo, como en un aserto profético sobre el futuro que vendrá. No, es que el mudo que existe ya no podemos verlo porque es inmundo. Porque carece del mínimo orden racional y razonable posible, porque es necesariamente secreto. Pero no es secreto al modo en que está oculto sino por que es autónomo a la verdad. La verdad de eso que existe y “que ya no podemos verlo” solo puede ser revelada por medio de la destrucción critica, como despojo y residuo tras su destrucción.
Las instituciones que parecen que nos gobiernan ya no nos gobiernan, los dueños del capital son ya mas propiedad que propietarios, la sociedad civil es una ilusión que no ha llegado ni a estrenarse. Un incesante fluir de ordenes de pago y movimientos de mercancías es gobernado por un pequeño paquete de algoritmos regidos por la velocidad, la acumulación y la desigualdad como funciones de utilidad. De momento parece que hay quienes ganan mucho con esto pero la máquina esta desbocada y no hay racionalidad , ni inteligencia general que la dirija. Lo peor del as políticas neoliberales no es nos lleven a lo peor, es que no nos llevan a ningún sitio, son ficciones teatrales de un mundo que ya no existe, nos conducen a una realidad que es , como decía Hegel, “ algo menos que nada”.
El divorcio entre los principios morales (derechos humanos, democracia, libre mercado, transparencia, libertades) y la praxis es más grande que nunca pero esta separación ya no es ni contradictoria; no hablamos de la vieja hipocresía de “decir una cosa y hacer lo contrario”, ni la típica “doble moral” burguesa. Se trata de que en la realidad “que ya no vemos pero que existe” , no hay programa moral alguno , por eso tampoco hay inmoralidad; sino amoralidad. Por eso esa realidad puede ser conocida pero no mostrada , ni vista; es socialmente insoportable.
La única expresión pública de esta realidad secreta, pero dominante, es la negatividad y el rechazo ante cualquier alternativa política . Y entiendo aquí por “política” al poder unitario , sin espacios oscuros o vacíos. Al poder social de la comunidad ; eso que desde el comienzo llamamos democracia. El miedo y el rechazo unánime que han provocado fenómenos políticos en orígenes tan débiles como SYRIZA o Podemos, solo es explicable desde este automatismo de la negatividad.
Al contrario de lo que pudiera deducirse de un lectura inatenta de lo hasta aquí expuesto, de esta critica de la esencia secreta y nihilista del capitalismo de los algoritmos no se puede deducir un discurso ni una estrategia antipolítica. Todo lo contrario: solo la política (inteligencia general y poder social absoluto) es puede vencer al capitalismo de algoritmos. Solo desde la reflexividad democrática podemos ganar al automatismo tecnocrático. Necesitamos que los gobernantes vuelvan a gobernar, que los Estados vuelvan a mandar sin “estados de excepción” oculto alguno (el mayor “estado de excepciona” actual es el poder de los mercados financieros), Necesitamos familias que vuelva a producir comunidad, sentimientos que vuelva a formar vida social, ciencia más preocupada de la verdad que de la utilidad, comunidad que fabrique relaciones sociales. Más esta vuelta ya no será un giro hacia atrás sino el restablecimiento de una conexión hacia delante . Para que le mundo que vemos sea el mundo que existe el capitalismo de algoritmo debe desaparecer, y aquí , nos será más útil un Chesterton que un Bakunin, por ejemplo.