Francisco Garrido.La inmensa mayoría de la publicidad comercial no consiste en producir mensajes, información, dirigida a la reflexión del receptor sino en producir cantidades ingentes de ruido agradable asociado a una determinada marca. La mercancía básica que vende la publicidad no es la información sino el ruido. Cuando la publicidad comercial maneja un producto político, el mecanismo (asociación inconsciente) y la mercancía (ruido) son las mismas. pero se invierto el efecto de la asociación que ya no es positiva (agradable y atractivo) sino negativo (desagradable y repulsivo). El objetivo no es que compres la marca sino que no la compres. y que por descarte compres la marca rival. Por eso la publicidad comercial no política es blanca y suave; mientras que la publicidad política es , mayormente, negra y agresiva.
Esto explica la enorme cantidad de mensajes, rápida y fácilmente desmentibles, que lleva más de dos dos años padeciendo la marca Podemos. Cualquier que se acerque a los medios se encontrará todos los días centenares de noticias , sin el más mínimo fundamento empírico, que vinculan a los miembros de Podemos con supuesta corruptelas o con conductas individuales, socialmente insignificantes, magnificadas y convertidas en delictivas por unas horas (la beca de Errejón, el piso de Espinar, la flor cortada de Carmena, el hotel de lujo de Vanoufakis que se Colau pagó, el fraude fiscal de Monedero).
De nada sirven que cada vez que han ido a los tribunales, la menor de las veces, le hayan negado incluso la apertura de diligencias; no parece que la verdad, ni siquiera la verosimilitud, les importe lo más mínimo, no juegan en la liga de la información sino del ruido. El objetivo es provocar un efecto de repulsa ante la marca Podemos en aquellos y aquellas electores más despolitizados, y por tanto más sensibles al ruido, pero que objetivamente, dada sus condiciones de vida, podrían estar interesados en el mensaje que Podemos oferta. Esas franjas de electorado son precisamente las que determinan las mayorías y eso es lo que pretende evitar, a pesar de que por el contrario, este ruido favorezca, por reacción ante la burda manipulación, la cohesión del electorado más reflexivo y politizado de Podemos.
Todos hemos oído a amigos, familiares o compañeros de trabajo decir cosas como “yo estaría de acuerdo pero es que no aguanto al coletas”, o” Pedro Sánchez es un monigote pero Monedero es insufrible”, o “si no fuera tan chillona Teresa….”. Son personas que sus intereses (parados, precarios, pensionistas) coinciden objetivamente con Podemos, que incluso después de hablar y hablar confiesan que comparten el programa mínimo por completo. No se trata de gentes que estén en las antípodas ideológicas, la mayoría se identifica con el progresismo y la izquierda. Pero hay “algo” que hacen que no les guste.
Ese “algo” lo describen con expresiones emocionales ( gustar, tragar, caer mal, etc) por que la “ideología del gusto” representa a las emociones y sentimientos, como carentes de causas. Pero no, hay causas, y estas emociones son el efecto de esa machacona publicidad cargada de ruido adverso a Podemos. Esas gentes y esas conductas son el efecto deseado y el éxito del ruido político adverso que mueve la publicidad antipodemos. La amenaza de la hipótesis Podemos no es una amenaza electoral, un partido frente a otro, si no sistémica; ponen en peligro el régimen (el sistema político del 78 ) y de camino suponen un mal ejemplo para un edificio en ruinas como es la actual Unión Europea. Por eso la reacción contra Podemos es también sistémica y en ella, en cuanto a publicidad se refiere, participan desde el ABC a EL País. Hasta el momento no pueden cantar victoria pero han conseguido, con tanto repugnante ruido, retrasar la derrota y eso ya es mucho.