Todo el mundo habla de Compromís después de los buenos resultados electorales contra “viento y encuestas”, que dice su carismática líder Mónica Oltra, pero pocas veces se dice por qué este éxito, a qué se debe y cuál es su secreto más allá del tirón indiscutible de Oltra.
Compromís es convergente antes de que se pusiera de moda hablar de convergencia y conjuga lo mejor de los nuevos modos de hacer política con las formas tradicionales. La coalición ha hecho bandera de la política de lo pequeño, frente a la soberbia de las grandes maquinarias electorales y el modelo grandilocuente y prepotente del PP valenciano.
Su manera de comunicar se ha centrado en traducir el lenguaje de la izquierda tradicional y la identidad valenciana a los marcos de referencia de la sociedad actual, sin renunciar en ningún momento a la identificación política en el eje izquierda-derecha. Hay quienes creen que la hegemonía se construye repitiendo lo que la gente quiere oír, Compromís ha hecho todo lo contrario: lleva años diciendo lo que la gente tiene que repetir en las tiendas, en los centros de trabajo, en la barra del bar y en las reuniones familiares.
Han sido políticamente incorrectos en muchas ocasiones, lo que les ha valido expulsiones del Parlamento autonómico por plantarse al abuso de poder. Sin embargo, Compromís no ha dejado nunca de ser moralmente correcto, no ha habido tema injusto que no haya combatido por muy a la izquierda que les pudiera situar la defensa de posturas atrevidas en ciertos momentos.
Compromís se asemeja más a Syriza que a Podemos. Como la coalición de izquierda radical griega, la formación política valenciana ya estaba allí antes de que la crisis económica empezara a morder con saña a sus víctimas y la indignación se convirtiera en un bien de consumo.
Otra similitud con la coalición griega es que Compromís no es un partido, sino una coalición de partidos políticos, una alianza entre diferentes que se reconocen como diferentes y se han dado cauces para que los rodillos de las mayorías no invisibilicen a las minorías.
Quizá, lo más novedoso y principal ingrediente de Compromís es cómo han gestionado la pluralidad dentro de la coalición. Frente a los sistemas mayoritarios, en Compromís existen cuotas de pluralidad que impiden que las mayorías anulen a las minorías hasta hacerlas desaparecer.
Justo lo contrario que ha ocurrido en Izquierda Unida, donde la parte mayoritaria de la coalición –el Partido Comunista de España- copa la casi totalidad de los cargos públicos y orgánicos de la formación, relegando a otros partidos integrantes a la marginalidad y desaprovechando así todo un caudal de talento colectivo. Este mismo vicio ha empezado ya a presentarse en Podemos desde la asamblea de Vistalegre, donde la lista mayoritaria se hizo con el control absoluto de los órganos de dirección del partido que lidera Pablo Iglesias.
En Compromís hay pluralidad porque las partes se reconocen como diferentes y suman, multiplican incluso, desde la gestión integradora. Por ejemplo, Los Verdes, un pequeño partido integrante de Compromís que no es más del 5% del total de la coalición, tendrá dos diputados de los 19 escaños que ha obtenido la formación en el Parlamento valenciano. En la anterior legislatura, los ecologistas tenían un escaño, de seis.
Ahora que se habla de convergencia, unos desde la renuncia a la identidad y otros desde la soberbia de decir que la convergencia son ellos solos, no estaría de más mirar hacia Compromís, una coalición de diferentes que ha sabido reconocerse como diferentes y hacer de su pluralidad una oportunidad para sumar y llegar a sectores sociales donde ninguno de los partidos integrantes de la coalición valenciana podría haber penetrado por su cuenta.
En política, la multiplicación de los panes y los peces se llama convergencia; desde la diferencia que suma pluralidad y el reconocimiento del otro como diferente, sin anularlo hasta su completa invisibilización.