Raúl Solís | Grecia arde y sangra de indignación. Literalmente. Un hombre acaba de morir, de un paro cardiaco, después de haber sido golpeado por la policía. Se manifestaba contra el sistema económico que acompaña su fallecimiento con una desatada euforia ante el inminente rescate a España en los parqués bursátiles europeos. Los rescates liberan, pero la acepción europea de rescate significa secuestro de vivos.
Grecia se enfrenta al silencio de los vivos. Nadie hablará de los vivos cuando hayan muerto. Como nadie habla de los muertos de la tragedia financiera griega. Toda la población mundial conoce que un austriaco ha saltado al vacío desde la estratosfera. Nadie llora la muerte de la democracia ateniense. Los medios de comunicación han condenado la violencia de los griegos contra las empresas transnacionales o las instituciones helenas. Ningún medio ha criticado la violencia que los poderes financieros ejercen contra el pueblo griego.
Nadie habla de que a los griegos les han privatizado la democracia: el arma de los débiles. Sólo los poderosos tienen derecho a la defensa y al ataque en esta Europa indecente que sirve de cómplice para ahogar los sueños de los vivos. Nadie dirá que la crisis griega hubiera sido evitable si las agencias de rating, que descalifican las economías, no hubiesen ocultado la realidad de las cuentas públicas helenas o si franceses y alemanes hubieran actuado con afán de solidaridad y no con espíritu castigador. La historia se repite.
La violencia del neoliberalismo y el silencio de los vivos se necesitan como aliados naturales. Han diseñado el sistema y no hay lugar para la improvisación. La maldad de este sistema económico ha conseguido prostituir hasta el significado de las palabras. Llaman liberalismo a dictaduras sin militares y flexibilidad a la esclavitud postomoderna.
Han expulsado a los pobres del Edén de los Estados del Bienestar porque son deficitarios. Nos lo repiten hasta la saciedad a través de los medios de comunicación que controlan. Arruinan la viabilidad económica de las empresas informativas que se atreven a despertar la conciencia de los vivos.
La derecha helena trucó las cuentas griegas y compró barcos, aviones y material armamentístico que pagó con dinero prestado de bancos alemanes y franceses. Alemania quiere la vuelta de los euros prestados, aunque sea aplicando otro plan de ajuste para contentar a la banca privada y al Fondo Monetario Internacional y terminar de enterrar la economía de guerra helena.
Grecia arde y sangra. Los helenos se han vuelto a rebelar al silencio de los vivos en otra huelga general. Saben que mañana los medios de desinformación condenarán su “violencia antidemocrática” pero también saben que no tienen más armas porque la democracia les ha sido arrebatada. Los poderosos no necesitan más poder porque tienen el futuro de los griegos en su agenda.
Asistimos atónitos a la destrucción del sueño europeísta. Los sueños no tienen valor para los enemigos de la democracia. No son militares. Son ejecutivos elegantes. Sus balas no hacen ruido pero matan. Los griegos están heridos de muerte. La UE agoniza. El sueño europeísta, que defiendo con toda la fuerza de la razón y la emoción, ha quedado relegado a la nada. Porque se ha aliado con los poderes a los que les molesta la democracia.
Los vivos silentes guardan silencio pero en la estrategia está previsto también hundir sus sueños. Los conscientes arden de indignación. La indignación de los conscientes es violencia según el dogma de los neomilitares anudados en elegantes corbatas. Los soldados están sentados en el Parlamento griego para cumplir las órdenes de la cúpula militar del capitalismo.
Mientras tanto, la misma Europa que acaba de recibir el Premio Nobel de la Paz despliega su diplomacia para que los bancos franceses y alemanes cobren una deuda privada que han convertido en pública por obra y gracia del santo capitalismo financiero. Grecia arde y sangra y con ella arde y sangra el sueño europeísta, que nació para tejer una red de solidaridades de hecho, extender los derechos humanos, la libertad, la paz y la igualdad, convertido en el mejor aliado de la violencia contra los vivos que resisten a claudicar.
En la Plaza Sintagma vuelan las piedras con las que los griegos empujan su indignación. La policía les responde con gases lacrimógenos, pelotas de gomas y porrazos con la única intencionalidad de que mueran los sueños de los vivos. Empujo telepáticamente las piedras para que lleguen a la conciencia de Wall Street. Tirar piedras es violencia para el discurso dominante que vociferan los medios de comunicación de la bancocracia, aunque nada sea más belicista que arruinar los sueños de los vivos.
Cuando el enemigo es el poder sin legitimidad moral, el uso de la fuerza ética está permitido. Los griegos usan la fuerza porque les han expropiado las armas de la democracia. Y cuando la democracia está en peligro, el pueblo tiene la obligación moral de defender con la fuerza ética el poder de los pobres e irrumpir en el silencio de los vivos.