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El sol es verde en California

paneles solares

El gran Estado de EE UU vuelca Silicon Valley a las renovables pese al escepticismo sobre el cambio climático que recorre Washington

RAFAEL MÉNDEZ    El País. 28/11/2010.

El turista que llega al aeropuerto de San Francisco y decide alquilar un coche recibe una oferta singular. Si alquila un híbrido, un Toyota Prius, el aeropuerto, de propiedad municipal, le dará 15 dólares (unos 11 euros) de subvención. Y la compañía de alquiler de coches obtendrá un descuento del 20% en la tarifa que paga al Ayuntamiento si, a fin de año, el 15% de sus alquileres han sido coches con bajas emisiones. La medida es más que simbólica: en un país en el que la gasolina apenas cuesta -California tiene el precio más alto, pero el litro no llega a los 60 céntimos de euros-, un Ayuntamiento subvenciona a los turistas el alquiler de livianos coches japoneses. En 2009, San Francisco destinó 1,31 millones de euros a este programa, según cuenta con visible satisfacción John Reeb, uno de los responsables del programa, a un grupo de periodistas europeos invitados por el Departamento de Estado de EE UU.

Mientras EE UU gira hacia el escepticismo en el cambio climático, mientras la mayoría republicana del Congreso va a impedir cualquier legislación que limite las emisiones de CO2, California va en sentido contrario. Y lo que haga California no es cuestión menor: es el Estado más poblado (38 millones de habitantes), si fuera un país sería la octava economía del mundo, tiene la mayor concentración de empresas innovadoras del planeta, en Silicon Valley, que va a por las renovables, y una red de universidades de gran prestigio. Además, cuenta con un incomparable servicio de publicidad e imagen exterior: Hollywood. Si California se mueve conviene estar atentos.

El pasado 2 de noviembre este Estado celebró elecciones a gobernador. Un demócrata, Jerry Brown, fue elegido para sustituir a Arnold Schwarzenegger, Governator, el republicano convertido en imprevisible líder ecologista, que dejará el cargo en enero después de siete años. Además, la mayoría desestimó legalizar la marihuana. Sin embargo hubo otro referéndum de gran trascendencia. Un diputado conservador llevó a las urnas la Proposición 23, que pedía suspender la exigente ley ambiental de California de 2006 hasta que el paro no bajara al 5,5% (ahora está en el 12%, tres puntos por encima de la media de EE UU). Esa ley establece para 2020 una reducción de emisiones de CO2 del 25%, para volver al nivel de 1990, y elevar el porcentaje de electricidad renovable del 18% al 33%. Unos 30 Estados tienen medidas contra el cambio climático, pero ninguno es tan ambicioso.

Las petroleras de Tejas se volcaron en la elección, pero encontraron respuesta. «Las compañías de Silicon Valley se están pasando a las energías verdes, así que invirtieron tres veces más en la campaña contra la proposición de las petroleras», explica Jesse Jenkins, director de Energía y Política Climática del Breakthrough Institute, un centro de estudios de izquierdas con sede en California. Así, la mayor consulta popular jamás realizada en EE UU sobre el supuesto dilema entre paro y medio ambiente salió derrotada por más de 22 puntos de diferencia. Los actores de Hollywood pudieron más que las petroleras. En la misma votación, el resto de EE UU votó por un Congreso de mayoría republicana, con influencia del ultraconservador Tea Party, cuyos líderes consideran que las renovables no crean empleo y solo captan subvenciones.

Dennis Weiss, del Center for American Progress, próximo a los demócratas, afirma que si los políticos de EE UU hablan poco de cambio climático es por el aumento del paro. Ha estudiado las grandes leyes ambientales del país y la mayoría han salido adelante en momentos de bonanza económica. En California, sin embargo, la votación llegó con un déficit de 18.000 millones de euros (más que España) y tras duros recortes en educación.

¿Por qué California va tan a contracorriente? Hay, entre otros, motivos históricos. La ciudad de Los Ángeles está situada en un valle y su orografía la hace propicia a retener la contaminación durante días. Los indios conocían el lugar como «el valle del humo» y la proliferación de coches hizo el resto. En 1943 la ciudad sufrió su primer gran episodio de polución: la gente vomitaba por las calles y apenas podía abrir los ojos. Las autoridades culparon a una planta química, que fue cerrada. Pero los problemas no mejoraron. Era el tráfico. En 1967, el Congreso de EE UU permitió que el Estado marcara sus propios límites de emisión a los vehículos y California fijó normas más duras que las federales. Comenzó un largo litigio con los fabricantes de automóviles de Detroit. California apenas tiene industria del automóvil, carece de carbón y es un mercado tan grande que puede permitirse establecer restricciones a las empresas.

La conciencia ha llegado hasta el punto de que uno ve coches híbridos, vehículos con un motor eléctrico y uno de gasolina, que resultan mucho menos contaminantes, por todas partes. En las calles del campus de Google, formado por unos 40 edificios de diseño, los Prius son mayoría. «La bahía de San Francisco es el mayor mercado del mundo de híbridos. Un coche dice mucho de ti, de tu opción vital, por eso la gente los compra, no porque sea rentable», opina Jenkins.

El profesor de Ciencias del Medio Ambiente en la Universidad Davis y asesor de Schwarzenegger, Daniel Sperling, explica en su libro 2.000 millones de coches. Conduciendo hacia la sostenibilidad que «los compradores de un vehículo económico le dicen al resto del mundo que tienen un presupuesto ajustado y que tienen que ser austeros. La compra de un Prius dice, sin embargo, que se quiere ser austero. Y mucho más». Comprarse un híbrido en una ciudad europea, con precios altos de gasolina y menos impuestos, puede incluso ser rentable. En EE UU es otra cosa.

La ecología es una forma de vida. La publicidad en San Francisco está inundada de verde. Las lavanderías venden limpieza en seco ecológica, las botellas de agua se vanaglorian de estar hechas con plástico reciclado (en España lo camuflan) y hay cafés que solo venden fruta cultivada a pocos kilómetros para reducir las emisiones del transporte. El aeropuerto de San Francisco no pondría un parque solar si no es a la vista de los ciudadanos que lo pagan.

En el enorme campus de Google, el Googleplex, lleno de bicicletas de uso libre, batidos, helados gratis y gente en camiseta al sol de Mountain View, es un ejemplo. Bill Weihl, jefe de Energía Verde de Google, se defiende de las acusaciones de que Google hace gastar a sus usuarios mucha energía al tener un fondo de pantalla blanco casi con la misma vehemencia con la que la firma ha defendido el uso de paraísos fiscales para pagar menos impuestos: «Un Google negro molesta a la vista y perderíamos clientes sin ahorrar mucha energía. Además, usar gmail permite a una empresa normal consumir 10 veces menos energía que si tiene su propio servidor, porque los nuestros son mucho más eficientes».

La empresa consume ingentes cantidades de electricidad para mantener sus servidores y centros de datos de todo el mundo, pero no detalla cuánto. «No revelamos esos datos», explica con una sonrisa Weihl, un tipo con camiseta verde y zapatillas de deporte. Google asegura que compensa todas sus emisiones de CO2 pero eso no es suficiente: «La única forma de reducir las emisiones es reducir la economía o elevar el precio de la energía, lo que nos llevaría a una caída de la economía. Así que ese problema solo lo puede resolver la tecnología».

La firma ha invertido 33 millones de euros en ocho empresas de renovables, pero no en grandes eléctricas, sino en pequeñas empresas de innovación. Seis de ellas están en Silicon Valley, la cuna del PC y de Internet, que ahora quiere alumbrar una nueva revolución. Google ha invertido en firmas como Makani Power, que ha desarrollado un nuevo tipo de turbinas eólicas, empresas solares y de geotermia… No lejos de allí está Tesla, fabricante de deportivos eléctricos.

La mayoría son empresas de capital riesgo, pero hay firmas que ya han dado el salto, como Silver Spring Networks, dedicada a desarrollar redes inteligentes de electricidad. La firma ha pasado de 20 empleados en 2006 a 500, según explica su consejero delegado, Scott Lang. «Trabajamos para las eléctricas, pero ni producimos electricidad ni la transportamos. Hacemos software». Sus contadores permiten que, ante una subida de la demanda eléctrica (y por lo tanto del precio), el aire acondicionado se desconecte automáticamente. «Analizando el precio podemos hacer que la casa se enfríe antes de que llegue la punta de la demanda», explica Lang, otro ejecutivo sin corbata.

Sus contadores ya están en 4,5 millones de hogares. En Oklahoma lo instalaron en 3.000 casas de prueba y el ahorro medio en la factura de la luz fue de 27 euros al mes, afirma. Las eléctricas ganan porque los picos de demanda son su gran problema. «Tienen que construir centrales eléctricas para funcionar solo durante la máxima demanda, que pueden ser 200 horas al año. Con los contadores podemos conseguir reducir ese máximo y evitarles que construyan esas plantas». La red eléctrica de EE UU está muy atrasada y el ahorro de los hogares perdería ante cualquier país de Europa, pero casos como el de Silver Spring demuestran que algo se mueve. Y rápido.

Muchas de estas empresas se han beneficiado de una forma u otra del plan de estímulo económico que puso en marcha la Administración de Obama cuando llegó al poder. De los 585 millones de euros que costó instalar estos contadores en Baltimore, el plan de la Casa Blanca puso 146. También está detrás de los grandes proyectos termosolares en el desierto de California. Hay planes por 4.142 megavatios (la potencia de cuatro reactores nucleares), y una de las plantas es la española Abengoa. Sin ese plan de estímulo «muchos proyectos no habrían salido adelante», como admite la presidenta de la comisión de Energía de California, Kathryne Douglas. En el Estado hay pocos proyectos eólicos pese a que la energía del viento es hoy más competitiva que la energía solar debido a que los deben autorizar los municipios, que ponen muchas más pegas y tienen más de 220 parques en tramitación. Douglas recalca que California ha terminado con «el debate perpetuo sobre el impacto de las leyes ambientales en la economía».

La salida de Schwarzenegger no significará un golpe de timón. Brown, que fue el gobernador más joven del Estado en 1975, ha sido en la última legislatura el fiscal general y un gran apoyo del gobernador en su apuesta ambiental. Douglas afirma que las renovables no son la causa del déficit (la instalación no la financia directamente el Estado) y que aunque pueden haber encarecido el precio de la luz no ha sido así con la factura: «Tenemos los precios más altos de la electricidad que en el resto de EE UU, pero a la vez hay más eficiencia y ahorro, y eso hace que la factura no sea mayor».

Es probable que dentro de unos años el mundo mire atrás y distinga el comienzo del siglo XXI como el de la revolución de la energía limpia. Si eso ocurre, si un día las renovables vencen a los combustibles fósiles, California tendrá un lugar destacado en esa historia.

Un comentario

  1. EL SOL ES NEGRO EN ANDALUCIA y cada día que pasa más y más negro (¿el Banco de España se hacía el tonto durante décadas o comulgaba con el oPpu$-death?):

    http://www.expansion.com/2010/11/23/opinion/editorialyllaves/1290545658.html?a=5a419851e463bdf1b376098f7baa5236&t=1290962369

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