@RaulSolisEU | ‘El viaje de Pedro’ podría ser el titulo de una película romántica ambientada en la Provenza francesa, el nombre de un libro de aventuras, un programa televisivo de viajes o el titular para explicar que Pedro Sánchez viajará a Bruselas como delegado de Mariano Rajoy a reunirse con las altas esferas de la Unión Europea y del socialismo continental, para contrarrestar el relato catalán de que España está reprimiendo a la sociedad civil catalana.
Lo hará después de que Europa haya visto, a través de sus medios de comunicación, más libres que los españoles, a abuelas con la cabeza abierta por la policía tras cometer el delito de querer votar en un referéndum sin vinculación jurídica y de que periódicos y noticiarios de medio mundo hayan abierto con la detención de los líderes de las dos entidades soberanistas que han sacado a millones de personas a las calles de Cataluña, a reclamar un referéndum vinculante y con garantías.
El Pedro Sánchez “muy de izquierdas”, que decía defender una España “plurinacional, un país de países” y que prometió “situar al PSOE con los demócratas y progresistas”, no ha tardado ni seis meses en demostrar que el PSOE no tiene solución y que, en el momento más tenso y delicado que vivimos los españoles tras la muerte del dictador, ha decidido situarse, una vez más, con la reacción, el conservadurismo y como contrafuerte del régimen del 78 que se levantó sobre dos leyes franquistas: Ley de Sucesión (aprobada en 1947) y Ley para la Reforma Política (aprobada por las Cortes franquistas en 1976).
Sorprende, además, que Pedro Sánchez viaje a Bruselas para fijar los mensajes reaccionarios y antidemocráticos del PP, con quien ha firmado un pacto en un intento a la desesperada por involucionar democráticamente y reinstaurar el bipartidismo. Pedro Sánchez no busca una solución para España, si así fuera ya habría presentado una moción de censura para echar al partido más corrupto de Europa de las instituciones democráticas españolas, sino una solución para el PSOE.
Es revelador que Pedro Sánchez no viajara a Bruselas, siendo secretario general de los socialistas españoles, para denunciar en Europa el retroceso en libertades para los periodistas tras la aprobación de la Ley Mordaza, una normativa que ha multado a 40.000 personas en España y que ha recaudado, desde 2013, 13,5 millones de euros en sanciones más propias de Turquía que de un país que juega en la liga de la Unión Europea.
Es también curioso y preocupante que Pedro Sánchez no haya viajado nunca a la Unión Europea a pedir una mirada especial y fondos finalistas para luchar contra la tasa infame que tiene a un 30% de criaturas españolas durmiendo en el umbral de la exclusión social. Tampoco se plantó en Bruselas a denunciar a nivel internacional una reforma laboral, aprobada por el PP, que permitirá en los próximos días que una empresa de servicios de telefonía de Sevilla, con beneficios, deje en la calle a 200 familias, quienes pasarán inmediatamente a engrosar la lista de personas desahuciadas y deudoras de recibos de luz y agua.
Mucho menos se ha plantado Pedro Sánchez en Europa para denunciar que un 47% de los españoles tienen un trabajo en el que cobran 1.000 euros, o menos, o que un 17% de los niños y niñas españoles, según la ONG Save The Children, vive en pobreza severa, que quiere decir que no comen nunca pescado ni fruta en casa, que no saben qué es estrenar ropa y calzado nuevos o que sus madres no tienen ni para comprarle una cajita de pastillas para combatir una noche de fiebre.
Es una pena que Pedro Sánchez, que venía a situar al PSOE lejos del PP, haya durado tan poco en el carril de los demócratas, de los progresistas y de la gente que sufre las inclemencias de una gestión de la crisis que ha regado de dolor social nuestro país, que tiene a 14 millones de personas en riesgo de exclusión social, a tres millones de personas haciendo cola en los comedores sociales, al 50% de jóvenes sin futuro, a los abuelos compartiendo su pensión de 600 euros con sus hijos y nietos, a 200.000 jóvenes fuera de la universidad por no poder pagar las tasas que el PP ha subido de manera criminal y a un mapa social en el que la pobreza y la desigualdad se han cronificado.
Para este viaje no hacía falta un relato tan heroico, romper internamente un poco más el que fue el partido de los progresistas españoles y lanzar frases tan gruesas como “quiero situar al PSOE en la izquierda y defender un país de países”. Probablemente, el viaje de Pedro Sánchez a Bruselas le reporte a su partido algún voto en un periodo corto de tiempo, pero serán los votos más inútiles para la democracia, la convivencia y el futuro que un líder político pueda recibir. No es tiempo de pensar en elecciones, sino de cómo dar una salida a la involución democrática que los grandes poderes económicos, junto al PP y a un PSOE cogido por la pechera, quieren asestar con las banderas españoles y catalanas como escenografía.
El viaje de Pedro refuerza al PP, a los enemigos de los cambios y condena a España a estar gobernada por los mismos que han destrozado las expectativas de futuro de la gente sencilla de nuestro país, que duermen cada noche pensando si podrán comprar una pieza de fruta a su hijo. Para eso no votaron los militantes del PSOE a Pedro Sánchez, para eso ya estaba Susana Díaz, que vestida de legionaria tiene mucho más credibilidad que quien un día fue socioliberal, otro día de centro, luego socialdemócrata, más tarde de izquierdas con puño en alto y ahora, nacionalista español «por responsabilidad»; que es el recurso estilístico que usan todos los que saben que van a traicionar a su pueblo.