Manuela Martínez | Cuando escuché a Rajoy decir que “España ha salido de la trinchera de la crisis y combate ahora en el frente de la recuperación”, me recordó a nuestro gran maestro del humor, Miguel Gila, en uno de sus famosos monólogos sobre la guerra. Y no es porque la frase tuviera gracia, algo impensable en boca de nuestro aburrido presidente, sino por la utilización de conceptos bélicos para adornar el “optimismo mariano” con el que pretende convencernos de que sus recetas económicas han funcionado, que los sacrificios han merecido la pena y que, a partir de ahora, ya no toca hablar de crisis sino de recuperación.
¿A quién pretende engañar Rajoy a estas alturas de la película? Hace tiempo que su credibilidad está por debajo de cero, en una escala de 1 a 10, y no sólo porque la campaña electoral que le llevó al poder estuviese plagada de mentiras y promesas que no pensaba cumplir, sino también porque ejerce el poder desde la prepotencia de la mayoría absoluta, ha devaluado la democracia, ninguneado a las instituciones y construido un muro de incomunicación con la ciudadanía, a la que exige que acepte en silencio los sacrificios que se le imponen, mientras mantiene los privilegios de las élites de toda la vida.
Ahora están próximas unas nuevas elecciones al Parlamento Europeo y la maquinaria electoral se ha puesto en marcha. Tenemos pues que ser muy cautos porque ya empiezan los cantos de sirena y el teatro protagonizado por Rajoy y sus ministros, con la colaboración de la Comisión Europea, el BCE, el FMI, la OCDE … Hemos de estar preparados para la recepción de sus mensajes de recuperación económica, basados en determinadas cifras macroeconómicas, con los que llenarán páginas y páginas de periódicos y revistas especializadas y ocuparán horas y horas de tertulias y entrevistas en radio y televisión.
¿Qué pretenden con toda esta puesta en escena? En primer lugar, que nos traguemos que su política económica era la única posible y que ha funcionado; y, en segundo lugar, hacernos creer que lo peor ya ha pasado, que a partir de ahora ya no serán necesarios más sacrificios y que la actividad económica se reactivará y se empezará a crear empleo.
Pero la realidad que el ciudadano percibe es tan radicalmente distinta a la que ellos dibujan que lo van a tener muy complicado, incluso aunque paralicen las medidas impopulares que aún tienen en cartera hasta pasadas las elecciones. Basta mirar a nuestro alrededor para constatar que España es hoy un país más pobre, tanto que ya ni siquiera tener un trabajo garantiza salir de la pobreza.
Gracias a su política económica errática, se han cerrado miles de empresas y se han destruido cientos de miles de puestos de trabajo, ha crecido la desigualdad social, se han desplomado los salarios y devaluado las condiciones laborales, se han reducido las pensiones y se han deteriorado los servicios públicos esenciales.
Curiosamente, el “optimismo mariano” se ha topado con un jarro de agua fría, bueno, mejor dicho con dos. Uno desde la Comisión Europea: “Llevará 10 años arreglar la crisis española”, afirmaba hace unos días Olli Rehn, vicepresidente y comisario de asuntos económicos. El otro desde la Universidad de Harvard: “La crisis actual es diferente a todas las anteriores y no sirven los mecanismos tradicionales” reconocen en un trabajo para el FMI los padres de la austeridad, los economistas Rogoff y Reinhart.
Por eso, cuando lleguen los cantos de sirena, lo mejor que se puede hacer es mirar la realidad que nos rodea. Y si necesitamos refrescar la memoria de lo que nos ha pasado y nos está pasando, hay que tirar de hemeroteca, aunque también puede ser de gran ayuda ver “El Estado del Malestar”, un documental sobre la crisis y sus consecuencias sociales, elaborado por el periodista valenciano Diego Gebelin, que dicen que saldrá dentro de poco. Mientras tanto nos tendremos que conformar con el tráiler.
@Manuela_MJ