He aquí un ejemplo de la cuadratura de círculo a la que hace alusión Naredo (2006) en la búsqueda de la compatibilización entre “crecimiento” o “desarrollo” (económico) con la “conservación” del medio ambiente. Se trata de salvar a toda costa la meta del desarrollo económico medido por el crecimiento de la renta o producción nacional, buscando la manera de hacerlo sostenible.
La información monetaria sigue siendo la única que se utiliza de forma sistemática para orientar la gestión. En lugar de utilizar valoraciones sistemáticas se opta por la valoración de externalidades y bienes ambientales para incluirlos en el análisis ordinario económico. El mercado es completamente ajeno al ciclo del agua y trabaja con la lógica de la sustitución (Shiva 2004) pero el agua, al igual que la biodiversidad de un río, no tienen sustitutos.
La producción sostenible encubre el daño ambiental y la inviabilidad a largo plazo que acarrea el comportamiento de la sociedad industrial (Naredo 2006). El Dragado del Guadalquivir aunque sea atroz para el estuario, mientras lleve adherido la etiqueta sostenible, será aceptado. El estuario se encuentra afectado por múltiples factores: la circulación actual de los buques, por los vertidos urbanos e industriales, por los caudales de agua dulce que aportan al Guadalquivir y los afluentes del Estuario, por las características del agua en la plataforma litoral y por procesos biológicos como la introducción de especies exóticas de plantas, vertebrados e invertebrados. Sufre también la progresiva reducción de caudales del Guadalquivir causada por la derivación para el riego en su cuenca, lo que da lugar a un menor transporte sedimentario y ha originado el estrechamiento del cauce en su desembocadura, entre otros fenómenos. “El dragado sostenible” al que se refíere el consejero ejercería una mayor presión sobre el río.
La Sostenibilidad se ha convertido en una herramienta más de marketing y de aceptación social. Garrido refleja bien la frivolización que rodea a los adjetivos de “sostenible” y “ecológico” en la siguiente cita:
“Hoy es fácil encontrar que el adjetivo ecológico es adjuntado a cualquier sustantivo. Tenemos automóviles ecológicos, detergentes ecológicos, comida ecológica y hasta policía ecológica. Y no debemos lamentarnos que así sea; es un primer éxito del discurso ecologista y de su praxis política y social. Pero sí debemos preocuparnos y preguntarnos por tan rápido e inusitado interés. Nuestra época es una época que todo lo vampiriza, capaz de adquirir cualquier tipo de apariencia, de asumir cualquier verborrea. Todo puede ser admitido por la modernidad con tal de ser sometido a una cura de “adelgazamiento ontológico”…”Tenemos ya, y pronto tendremos aún mucho más, una “política ecológica”. Esto no sólo está bien visto, sino que incluso está cada día más solicitado por el sistema. Pero ¡ay! De aquel que ose cambiar el orden de los términos y hable no de “política ecológica”, sino de “ecología política”. La ecología es un adjetivo, un complemento no un sustantivo; así el ecologismo y su experiencia radical de la crisis ecológica son reducidos al mero apéndice de un discurso complementario, de una técnica correctora de “desequilibrios medio-abientales”. (Garrido1996:25-26)
Es más fácil invertir en imagen verde que reconvertir el metabolismo social y las reglas del juego económico (Naredo: 2006)
Naredo, J.M. (2006) Raíces económicas del deterioro ecológico. S. XXI. Madrid
Shiva, V. (2004) Las guerras del agua. Contaminación, privatización y negocio. Icaria. Barcelona
Garrido F. (1996) Ecología política como política del tiempo. Ecorama. Granada
Publicado en http://ecoecoes.wordpress.com/