Poder, mujer y crisis de la democracia
Jorge López López.
Profesor de Departamento de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad de Granada
Dicen que el artilugio que más hizo por la democracia en la revolución Francesa, fue la guillotina, que simbolizó el fin del absolutismo monárquico y el triunfo de las teorías de Montesquieu y la separación de poderes. Muchas ”cabezas” rodaron desde 1789 hasta bien entrado el siglo XX y con el siglo, la extensión de las democracias liberales tal y como las conocemos hoy día. Tras la segunda guerra mundial y la caída del muro de Berlín toda la ciencia política comparada centró su estudio sobre las democracias, ese sistema político que parecía la culminación de la historia. Obras como la de “Modelos de Democracias” de Arend Lijphart lo ponen claramente de manifiesto. La democracia liberal como culminación de los modelos posibles y deseables, y Francis Fukuyama y su fin de la historia venía a ahondar en esa idea.
Pero la simbología del poder y de cortar las cabezas hunde sus raíces en nuestros cimientos culturales. El mito de Perseo y Medusa quizás sea lo más elocuente y, por desgracia, lo más actual (releer a Mary Beard me lo pone nuevamente en evidencia). Medusa mujer bella y sensual, que se enamora de Poseidón, que resulta violada por el mismo, y en castigo, justo por ser violada, Atenea una diosa andrógina en formas y convicciones, le convierte su melena en nido de serpientes, y sus bellos ojos en un arma que convertía en piedra a quien los miraba, y para culmen de la historia encargan a Perseo un hombre héroe que le cortara la cabeza. El triunfo del hombre todo poderoso, sobre la mujer. Medusa que antes de la historia de Ovidio era una reina de Libia, que simbolizaba la sexualidad, el cuidado y a la madre Tierra. Así Aristóteles hacia su distinción de tres poderes en la sociedad; “el poder de los hombres sobre sus mujeres y sobre sus hijos, el poder de los amos sobre sus esclavos y el poder de los gobernantes sobre los gobernados “. Medusa no se reinterpreta hasta que la filósofa andaluza María Zambrano y otras filósofas feministas de los 70, no analizan esa historia y nos ofrecen otra lectura de este mito. Hoy sigue siendo usado como el triunfo del bien sobre el mal, del hombre sobre la mujer. En las pasadas elecciones presidenciales en EEUU, Trump festejo su victoria sobre Hilary Clinton emulando el símbolo. Se hicieron millones de camisetas, tazas, carteles, de un Trump héroe con su espada que porta la cabeza de Hilary Clinton. Todo un símbolo de esta época oscura que nos toca vivir.
Que estamos en una sociedad patriarcal es algo que ya es sabido y asumido. Que el poder está sujeto a unos modelos culturales y unas formas de liderazgo que están fuertemente ancladas en esos patrones, es también algo evidente. A todo eso hay que añadir que el impacto de la “segunda gran Crisis”, está teniendo en nuestras democracias, las está haciendo tambalear es también algo que cada día se va confirmando. La Cabeza que está en riego ahora, es la cabeza de la propia democracia liberal.
Quien iba a pensar que en Brasil un candidato de la poca altura moral de Bosanaro encabezaría las encuestas y puede hacerse con la presidencia el próximo fin de semana, quien nos diría que en Suecia un partido de extrema derecha ha logrado derrocar a su primer ministro e influir en su política, quien nos diría que la Liga Norte en Italia con un personaje como Salvini protagonizaría el gobierno de Italia y pondría en jaque a la propia UE, o las nuevas iniciativas autoritarias de gobiernos como el de Hungría, o Polonia, o que en las elecciones alemanas, estado a estado el partido ultranacionalista Afd se esté colando superando el 10% y entrando en todos los parlamentos, incluido el Bundestag, o el propio proceso de Brexit en UK, son muestras de ello.
La primera gran derrota de la democracia tal y como la concebimos fue sin duda la elección de Trump, las primarias presidenciales en EEUU nos pusieron de manifiesto las nuevas claves de paradojas evidentes, que son las dos caras de una misma moneda, donde nos movemos tras esta “gran crisis”:
1.- El rechazo al establishment como poder político establecido, claramente identificado con partidos tradicionales o apellidos que suponen toda una aristocracia en sus partidos. Pero que a la vez la población en porcentajes significativos o mayoritarios vota a personajes que ejercen un “hiperliderazgo” andrógino que se convierten o son ya aristocracia en nuestras sociedades, pues son portadores de poder.
2.- La democracia liberal como consecuencia del impacto de esta crisis, no atiende las demandas de la población (el caso de Grecia y su referéndum contra la política impuesta desde la UE, en julio de 2015 fue el acontecimiento más relevante donde la tecnocracia de la UE doblegan la voluntad popular de la democracia liberal). Pero la paradoja es que la respuesta democrática es elegir o apoyar opciones e hiper liderazgos masculinos que representan derivas autoritarias. Turkia, Rusia, Polonia, Hungría, EEUU, Salvini en Italia, Bosonaro en Brasil,..
2.- El impacto de nuevos medios de comunicación a través de redes sociales, donde todo se difunde y es tan rápido y a la vez tan efímero, que da igual que sea verdad o no , que los hechos sean ciertos o no. Para cuando se puede corregir la noticia ha impactado en cientos de miles de personas por twitter o por whatsapps y a lo peor ya estamos en la siguiente noticia (verdad o mentira). La campaña de Donald Trump, o la actual de Bosonaro son en este aspecto todo un ejemplo. Decía Hanna Arendt que una democracia no debe desdeñar la verdad factual que es la única garantía que tiene una democracia para perdurar. Lo contrario “convierte a los Estados y a los gobiernos en poco más que una banda de malhechores”.
3.- La fragilidad de la democracia se manifiesta con la ruptura y retroceso en derechos sociales y progreso material sostenido de condiciones de vida. Progreso que va directamente relacionado con la propia esencia de la democracia.
4.- Vuelta al discurso “nacionalista de cierta autarquía aparente” y puesta en valor de lo propio frente a lo externo, pero a la vez ejerciendo influencias en el contexto global y haciendo extender este nuevo paradigma político de tintes autoritarios. Que el jefe de gabinete de Trump ande por Europa articulando un frente común de los Salvinis, Le Pen, etc. para las elecciones europeas, o las injerencias en la campaña de las presidenciales en EEUU de Rusia, o el soporte que se le está dando a Bolsonaro en Brasil, son claros ejemplos de ello.
4.- El desafío a estructuras políticas supranacionales, que emergen tras la segunda guerra mundial, para evitar esas situaciones, ONU, Acuerdos comerciales, la UE, la OTAN (recordemos las amenazas de Trump de retirada de fondos) que son vistas como amenazas para un nuevo sistema económico más depredador, si cabe que el anterior. Todas estas arquitecturas políticas supranacionales, aun presentando graves déficits democráticos, son mecanismos de control de mercado financiero internacional que en esta fase de desarrollo del capitalismo y la globalización, necesitan o eliminarlas o debilitarlas aún más. En su lógica de profundizar más en el neoliberalismo ultra conservador. Hayet o Friedman estarían contentos con estas dinámicas.
5.- El miedo al “diferente” sea inmigrante, sea homosexual, sea incluso mujer, buscando culpables fáciles de una situación de perdida de bienestar y derechos sociales. Proponer soluciones aparentemente fáciles, a situaciones muy complejas y que sean votadas, es otra de las paradojas.
Hay como tres evidencias que nos deben dar aliento en la defensa de la democracia;
La democracia liberal está en crisis. Como nunca se había podido imaginar, hacia formas de democracia Iliberal, como las llama Yascha Mounk en su último libro; “el pueblo contra la democracia” o como defiende Viktor Orban el presidente de Hungría en su propuesta de ir hacia una democracia “jerarquizada por el pueblo” donde desaparece la independencia de los poderes de Montesquieu, o la independencia de los medios de comunicación, o se persigue al disidente, o se restrinjan derechos sociales, se persigue a las diferentes, y se agrede a las mujeres, etc.
Las mujeres son las que responden al desafío. En este escenario son las mujeres las que alzan la voz contra esta deriva en las multitudinarias manifestaciones de Brasil contra Bolsonaro, o en el pasado 8 de marzo en España, o en las organizaciones de comunidades de EEUU , donde surgen nuevos liderazgos que están cambiando el panel de liderazgos en el partido demócrata; Stacey Abrams en Georgia, Alexandria Ocasio-Cortez en New York, Silvia García y Verónica Escobar en Texas, London Breed, otra mujer joven, de origen humilde la primera alcaldesa negra de San Francisco, Debbie Murcasel-Powell, nacida en Ecuador, en Florida. Gina Ortiz-Jones, 37 años, de origen filipino, lesbiana y veterana de Irak, etc son claros ejemplos. Igual que la candidata del partido Verde en el poderoso estado de Baviera en Alemania en las pasadas elecciones donde cosechó el mejor resultado en unas elecciones con una mujer, Katharina Schulze, liderando el cambio y parando el ascenso de la extrema derecha de la AFD. O en España donde alcaldías como Madrid y Barcelona, pilotan el cambio de mano de mujeres. Todas ellas “nuevas medusas” como la interpretada por María Zambrano, más parecidas a la figura prehelénica libia.
Lo local y más cercano adquiere una relevancia muy especial, y también impacta en lo global. ¿Los espacios políticos locales, además de la primera línea de defensa de la democracia, serán la última trinchera de defensa de la misma?
Hacia un nuevo contrato social. El feminismo como ideología entroncado con el ecologismo como necesidad vital, podrán finalmente alumbrarnos un nuevo modelo de democracia liberal donde el poder mute, existan nuevos tipos de liderazgo y podamos tener un nuevo contrato social, hoy roto en esta fase de la globalización neoliberal.
Hay que volver a María Zambrano, y ahondar en su interpretación de Medusa, y buscar ese símbolo de poder libio prehelénico, donde representaba el cuidado de la tierra, la sensualidad, el equilibrio, la equidad y la belleza. El ecofeminismo, podrá devolvernos un nuevo contrato social y una nueva renovada democracia liberal con claro carácter social.
Medusa debe renacer y cortar la cabeza a Perseo; para que como en la revolución francesa, se pueda abrir camino una nueva democracia.