Mario Ortega
Resolver la cuestión de la energía es esencial para el futuro de la humanidad. En Andalucía, avanzar hacia un sistema energético renovable produciría un efecto sinérgico beneficioso en los ámbitos económico, social y ambiental. Las energías renovables, en el contexto actual de crisis estructural, son nuestra tabla de salvación. Sus tecnologías tienen la fiabilidad suficiente para abastecernos con seguridad y garantías. Están distribuidas por toda la geografía y tienen un enorme potencial de generación intensiva de empleo. Solo es necesario un cambio de dirección de las políticas estatales, autonómicas y locales.
El ámbito político/ideológico que hace ya bastantes años apostó por un cambio de modelo energético, promoviendo una desconexión progresiva del sistema fósil y su reconexión a las renovables, hay que decirlo en justicia, es el ámbito de la ecología política. La ecología política se sustenta sobre tres hallazgos esenciales sobre los que crecen sus propuestas económicas. A saber, el crecimiento indefinido y permanente no es posible en un mundo limitado; todas las propuestas tecnológicas y económicas han de ser visadas por el Principio de Precaución; la economía es un subsistema humano contenido en la ecología.
Vivimos tiempos de crisis en los que las previsiones de voces muy autorizadas se están cumpliendo a ritmo acelerado. Advertían que el modelo económico basado en la necesidad de crecimiento permanente era insostenible. Tal conclusión era científica, respondía a la observación. Los recursos del plantea son limitados –la Tierra es un sistema termodinámico cerrado que solo intercambia energía radiante con el exterior.– Sin embargo, el sistema productivo construye su crecimiento actuando como un sistema abierto que intercambia materia y energía con su entorno terrestre. Esta mecánica del crecimiento ha puesto de manifiesto que las acciones humanas no son inocuas. La apisonadora tecnológica, al servicio de la obtención y transporte de recursos naturales –materias primas y combustibles fósiles–, y del incremento de las mercancías, destruye a velocidad endiablada nuestra “condición de posibilidad” que es la naturaleza, con toda su compleja trama de relaciones ecosistémicas.
La economía ecológica no impugna el mercado, no cuestiona los principios ilustrados, incluido el derecho a la propiedad privada, no es un nuevo comunismo, lo que critica es un modelo que no ve las paredes de la habitación en la que se desenvuelve. Frente a los análisis que advertían del peligro del modelo, la economía mundial comandada por el FMI, el G8, la OMC, o la OPEP, entre otros entes globalizadores, impulsó el crecimiento acelerado con políticas económicas ultraliberales en todos los países, y permitió productos bursátiles cada vez mas sofisticados que enmascaran la imposibilidad física de crecimiento ilimitado. Consecuencia: una burbuja de valores bursátiles sin correspondencia con la realidad ha estallado a los mismos pies del templo. Antes, ya era perceptible que materias primas y combustibles, imprescindibles para alimentar la hoguera, entrarían en curvas de disponibilidad con pendiente negativa. No se encuentran nuevas reservas de crudo suficientes para satisfacer el crecimiento de la demanda en los próximos 20 años. Durante esta década se alcanzará el “pick oil” (probablemente ya se haya superado), un punto de no retorno que indica que las reservas mundiales de petróleo comienzan a disminuir.
Por otro lado, el actual modelo energético es el causante del cambio climático –otra evidencia científica que solo cuestiona la nueva inquisición ultraliberal.– El cambio climático es causante de daños económicos y de catástrofes ambientales. Luchar contra el calentamiento global es más barato que acometer los costos económicos, sociales y ambientales de sus consecuencias. Prevenir antes que curar. La escasez de agua se agravará y la agricultura se verá muy afectada. A día de hoy, estas afirmaciones no son pronósticos sino realidades cotidianas.
Bajo las premisas planteadas, habremos de analizar las economías en términos de flujo de energía real y potencial, y de entropía, o energía agotada no disponible. La economía, para seguir contribuyendo a la gestión de nuestra casa común, deberá tener en cuenta la 1ª y la 2ª Ley de la Termodinámica. La economía ecológica es el único modelo alternativo disponible para afrontar las crisis que se ciernen sobre la humanidad y la vida en el planeta tierra. Repensar la fabricación y diseño de los productos de consumo, cerrar los ciclos de producción, imitar los procesos y diseños naturales, aumentar la eficiencia en el uso de recursos, reconvertir el modelo agrícola intensivo hacia la agricultura ecológica, cambiar el modelo de fiscalidad para introducir las afecciones medioambientales y sociales de los procesos productivos, y utilizar para todo ello la energía solar, son necesidades imperiosas.
Si vemos como construye la naturaleza su asombrosa estabilidad y su capacidad de biopoyesis, esto es, como genera biodiversidad y como ésta se reproduce, comprobaremos que lo hace a costa de una esencial fuente externa de energía y de entropía negativa (negentropía), la procedente del sol. Si logramos que nuestro modelo económico se aproxime cada vez mas, en su actividad productiva, al metabolismo natural, estaremos introduciendo un factor de estabilidad en nuestra economía, libre de avatares geopolíticos. La posición geográfica de Andalucía permite vivir del sol.
Las empresas que apuesten por reconducir o abrir nuevos campos de actividad dentro del sector renovable, las universidades que impulsen investigación y transferencia tecnológica para la utilización de los recursos renovables, la ciudadanía concienciada de que es necesario dar respuestas colectivas en virtud del interés general, y la política que apueste decididamente por impulsar la transformación del modelo fósil hacia el modelo renovable, estarán asumiendo la responsabilidad corporativa y social necesaria para sacarnos de la crisis económica, financiera, ambiental y social que percibimos. Para ello, para dibujar un nuevo proyecto de futuro colectivo, son necesarias medidas legislativas contundentes, con objetivos energéticos renovables ambiciosos y definidos. Una obligación político-social de primera magnitud.