Manuela Martínez / Me encanta el concepto “busto parlante”. Lo utiliza Paul Krugman en su artículo titulado “Lo que los mercados quieran”, publicado en las páginas salmones de El País, en el que nos regala un sabio consejo, o al menos a mí me lo parece. Dice Krugman que la próxima vez que escuchemos a un “busto parlante” opinar sobre lo que debemos hacer para satisfacer a los mercados, nos preguntemos: “¿Cómo puede saberlo?”. Porque la verdad, explica el profesor y premio Nobel de Economía, es que“cuando algunos hablan acerca de lo que los mercados nos exigen, lo que en realidad están haciendo es tratar de intimidarnos para que hagamos lo que ellos quieren”. Y anda que no hay tertulianos haciendo de voceros de esos bustos parlantes…
¿A que resulta familiar la explicación?
En mi caso, fue leerlo y recordar tantos momentos amargos… El primero que recuperó mi memoria, aquel fatídico 12 de mayo de 2010 en el que Zapatero, en sesión parlamentaria, anunció las nueve medidas de ajuste económico socialmente injustas y económicamente ineficaces, tal y como el tiempo ha demostrado con creces.
España no era Grecia, insistían una y otra vez, mientras el Gobierno aplicaba una a una las reformas que le “sugerían” los mercados, el FMI y la UE… Y mientras, recorte a recorte, sacrificio a sacrificio, la vida de los ciudadanos iba cambiando a peor.
Una de esas reformas “urgentes y necesarias”, fue la reforma laboral, antesala de la que después impondría el gobierno de Rajoy, mucho más dura y dañina para los trabajadores y sus derechos, pero también para las relaciones laborales en general.
Lo que ambas reformas tienen en común es su ineficacia, su fracaso. Ambas se merecen la derogación. Ni una ni otra eran urgentes ni necesarias para crear empleo; ni han servido para frenar la destrucción de empleo, ni para reducir la temporalidad o eliminar la segmentación de nuestro mercado de trabajo. Han servido, eso sí, para conseguir sus objetivos ocultos que no eran otros que recortar derechos individuales y colectivos a los trabajadores y poner el despido a precio de saldo o gratis total, como en la reforma de Rajoy.
Después se han sucedido muchos otros momentos amargos, tantos como viernes negros nos ha dedicado el Gobierno de Rajoy. Pero no sólo ha habido viernes negros, también simples notas de prensa para anunciar recortes millonarios en educación y sanidad, enmiendas que incluían nuevos recortes al proyecto de PGE mientras se encontraban en plena tramitación parlamentaria, anuncios de “reformas” ante la prensa del país en que se encontraba Rajoy en ese momento, micrófonos abiertos que nos anunciaban con indiscreción los planes de uno o otro ministro… y así, día sí y día también, hemos constatado su estética de derecha rancia, su predisposición a prohibir y reprimir, su deriva hacia la destrucción de nuestro modelo social y su gusto por beneficiar a los pocos, perjudicando a los muchos.
Parafraseando a Krugman, estamos siendo gobernados por bustos parlantes que dicen que saben lo que tienen que hacer para satisfacer a los mercados, cuando en realidad lo que pretenden es intimidarnos para que aceptemos como corderitos su política económica anti personas.
Saben perfectamente que los mercados no exigen ninguna reforma laboral, ni recortes de gasto en educación, sanidad, atención a la dependencia o prestaciones sociales, sino que simplemente juegan a ganar dinero y están acostumbrados a ganar.
Es decir, hay evidencia suficiente para concluir que los mercados nunca han considerado realmente necesario el austericidio, sin embargo nuestros gobiernos nos han impuesto sus recetas inoculándonos el miedo al seguro castigo que éstos nos someterían.
Por eso, ahora que sus mentiras salen a la luz y se sabe que los mercados están preocupados por el estancamiento europeo y piden a los gobiernos que actúen, incrementando el gasto, no hay “busto parlante” ni tertuliano palmero que diga una palabra al respecto.
No sé qué pensar, o tienen la cara muy dura o llevan muy mal lo de hacer autocrítica… o ambas cosas a la vez.
@Manuela_MJ