La periodista Christine Smallwood entrevistó para The Nation a la filósofa norteamericana Martha Nusssbaum a propósito de su último libro Del asco a la Humanidad: orientación sexual y derecho constitucional.
La filósofa Martha C. Nussbaum enseña derecho y ética en la Universidad de Chicago y es autora de más de una veintena de libros. El último: Del asco a la Humanidad: orientación sexual y derecho constitucional (Oxford U.P.) desarrolla en extenso sus ideas sobre la “política del asco”, tema que sigue trabajando desde que publicó su texto El ocultamiento de lo humano. La autora argumenta que la oposición a la igualdad gay no se funda en razones legalmente sostenibles, sino en la ansiedad ante la contaminación y el miedo ante la naturaleza animal del cuerpo. En su lugar, propone una “política de la humanidad” fundada en la capacidad de imaginar a los otros como personas, no diferentes a nosotros, que persiguen fines similares a los nuestros y merecen iguales respeto y tratamiento legal.
–¿Qué es la política del asco?
Es la aversión a resultar mancillado por algo que consideramos degradante o ajeno. Las cosas que nutren tal idea son los típicos recuerdos de nuestra animalidad o naturaleza corporal, particularmente la mortalidad y los aspectos decadentes de nuestra naturaleza corporal. En El ocultamiento de lo humano tomé la idea para criticar, ante todo, teorías del tipo de la de Lord Devlin, que recurren al asco como un modo confiable de pensar sobre aquello que debería estar regulado jurídicamente. El asco debería propagarse hacia el grupo de personas a las que se les imputan propiedades asquerosas –esas personas son apestosas, portadoras de gérmenes y me contaminan—. El asco juega su papel en el racismo, en el antisemitismo, en la subordinación de las mujeres, etc. Todos estos grupos han sido caracterizados como hiperanimales, hipercorporales, y por eso mismo, asquerosos. El desarrollo del asco como emoción es poco fiable en extremo, porque conlleva una reducción de algunos aspectos de nuestra naturaleza.
La política de la humanidad, en cambio, nos dice que pensemos en esas personascomo nuestros conciudadanos e iguales, e intentemos imaginarlos como personas que persiguen proyectos similares a los nuestros. Por supuesto, el respeto es crucial para mantener la igualdad de las personas en la sociedad, pero el respeto no se sostiene a sí mismo. Es necesario que tengamos ese tipo de imaginación para darle vida y estabilizarlo.
¿Por qué podemos confiar en que nos identificaremos imaginativamente con otros, pero que no usaremos la imaginación para oponernos a ellos?
Yo no creo que debamos confiar en ninguna emoción en sí misma, sin ponerla en constante dialogo con principios morales. En todos los casos, ya se trate de enfado, miedo o cualquier otra emoción; incluso de la compasión, la cual, por supuesto, podría conducirnos a favorecer a la propia familia frente a otras personas. Es necesario indagar de continuo, por ejemplo, si es congruente con la idea de una sociedad de personas libres e iguales. Aunque el asco es diferente, porque tiene un tipo especial de irracionalidad. Y no es que no sea cognitiva; porque reposa en una idea. Pero esa idea rechaza algún aspecto de nosotros mismos. Personifica un modo de autoaversión. En el caso de la compasión, también puede ser desigual, puede tener como blanco algunas personas de modo parcial. En el caso del enojo, puede errar sobre los hechos. Pero el asco siempre trae consigo una tensa irracionalidad. Es una especie de huida de sí. Si el asco es necesario en términos evolutivos, es cosa que dejo a la reflexión de los científicos evolucionarios. Es probable que lo sea. Pero eso no significa que debamos confiar en el asco términos jurídicos. Por supuesto, también la imaginación de la humanidad puede ser poco fiable. Pero lo que estamos indagando realmente es que las personas ven a los otros como personas. Y pienso que eso, verdaderamente, no es tan poco fiable. Podemos comprobarlo cuando las personas saben que su hijo o el hijo de sus amigos o parientes es gay o lesbiana, entonces cambian de forma inmediata. Ya no son capaces de verlos como una babosa viscosa. Son simplemente personas. Puede que no le gusten esas personas, pero aún así las consideran personas.
¿Podría orientarme sobre su defensa del derecho legal al matrimonio gay?
Cuando analizo los distintos argumentos contrarios al matrimonio homosexual, siempre descubro que en el trasfondo de la imagen está la analogía con las uniones interraciales. Algunos argumentos parecen perfectos para una determinada religión, pero no conducen a declarar algo ilegal para todos. Son como los argumentos de los judíos sobre la prohibición de comer carne de cerdo. Hay otro tipo de argumentos que parecen públicos, pero siempre tienen un fallo, como el argumento de que el matrimonio es para la procreación. No es algo que hayamos creído siempre en nuestra historia o, en nuestro caso, en el mundo dderecho. Las personas que ya no están en edad de procrear, que son estériles, que nunca tienen posibilidad de encontrarse, como es el caso los reclusos de por vida o las personas en el lecho de muerte, todas ellas tienen derecho constitucional a contraer matrimonio. Entonces presto atención al argumento de que lo mejor para los niños es ser criados por un padre y una madre. Si eso fuera cierto, podría ser una razón pública para fomentar dicha institución, aún cuando no es claro que tal cosa pudiera convertirse en una razón para oponerse a otras instituciones. Pero la investigación psicológica demuestra que cuando se define el bienestar del niño de una manera no religiosa, también le va bien a los niños. Finalmente está el argumento de que la legalización del matrimonio del mismo sexo podría degradar o escarnecer el matrimonio. ¿De qué se trata? Suena similar a pretender que si los jugadores de béisbol que consumen esteroides fueran admitidos en el Salón de la Fama se degradarían los logros de los competidores genuinos. Pero ¿de qué se trata? No pensamos que los heterosexuales excéntricos, pueriles u horribles, que Britney Spear casándose por capricho y divorciándose de inmediato, degraden la institución del matrimonio heterosexual. Al mismo tiempo, la gente piensa que el matrimonio entre dos personas gay de buen carácter no degrada la institución. No podemos entender lo que se ha venido diciendo sin recurrir a algún tipo de idea mágica sobre estigma o degradación.
¿Ud. Sugiere que el Estado debería quedar totalmente fuera del asunto del matrimonio?
Sospecho que lo primero que hay que decir es que no deberíamos hacerlo, si eso implica negar la posibilidad del matrimonio entre gays y entre lesbianas. En el Sur, durante la integración, se hicieron intentos para evitar la integración obligatoria cortando el programa en cuestión. Se cerraron las piscinas y escuelas públicas en lugar de integrarlas. Esto ha sido considerado como insconstitucional, y es correcto que lo sea. Pero yo sospecho que el matrimonio -tal como es hoy- es una institución extraña. Hay un grupo de beneficios sociales que se pueden obtener con las uniones civiles. Existen elementos religiosos, pero realmente no forman parte del matrimonio civil. Entonces se trata de un significado expresivo, simbólico: queremos que el Estado dignifique o afirme nuestro matrimonio. ¿El Estado debería estar involucrado en la tarea de dignificar ciertas uniones?. La respuesta podría ser no. Si estuviéramos comenzando desde el principio, deberíamos ir hacia atrás y visualizar los beneficios asociados al matrimonio –impuestos, inmigración, estatus, etc.—, y preguntarnos: ¿a quién queremos otorgarle tales beneficios? ¿Qué deseamos hacer? Sería ideal volver a pensarlo minuciosamente y de esta manera, pero todo esto no tiene nada que ver con lo que realmente pasa. ¿Cómo lo logramos, teniendo en cuenta donde estamos ahora?. Yo pienso que lo mejor, en un plazo breve, es presionar por el tema de la igualdad y sostener que en la medida en que el Estado ofrece el matrimonio, debe hacerlo de modo imparcial.
Gran parte de su pensamiento abreva en John Stuart Mill.
Mill es uno de mis filósofos favoritos. Es muy complicado y tiene una visión desde perspectivas diversas sobre la mayoría de los temas. Pero también es un aliado genuino de la igualdad de las mujeres, cosa muy rara en la historia de la filosofía. En esta campo, lo que Mill ha querido decir es que hay dos tipos de comportamiento: el que denomina autocentrado, que tan sólo lo incluye a Ud. mismo y las partes que consienten; y el compartamiento héterocentrado, que incluye los intereses y derechos de otras partes que no consienten. Esa es la distinción fundamental. No se trata de éste o aquél lugar, de espacio público o en soledad. Su segunda afirmación es que el comportamiento autocentrado debería quedar fuera de toda regulación jurídica. La noción clave para que algo sea jurídicamente regulable es la de daño potencial. Mill considera que si no hay daño a la vista, excepto el autoelegido, entonces no es un asunto del derecho.
En los EEUU nunca se aceptó de manera completa la idea de Mill. Algunas constituciones estatales la incorporaron, justamente las que deseaban legalizar el consumo de alcohol de manera privada. En algunos estados productores de alcohol era un crimen tener posesión de alcohol en forma privada, de manera que enmendaron la constitución incluyendo el principio milleano de daño. Más tarde, algunas partes de las constituciones de Pensilvania y Kentucky se usaron para despenalizar la sodomía. De modo que estaban estrechamente relacionadas. Mill reina en Pensilvania y Kentucky, y resulta amable en las fronteras de Nueva York. Pero la mayoría de las constituciones de los EEUU nunca han sido interpretadas en el espíritu milleano. El Juez Scalia está en lo cierto cuando sostiene que nunca hemos convenido en que algo que brota de un consenso es bueno en la medida en que no daña a otros. Hemos permitido que prevalezcan las leyes morales públicas. Yo pienso, justamente, que eso es incorrecto y que de manera gradual hemos comenzado a advertir que es incorrecto. Espero que Mill se convierta más y más cada día en el soporte de los valores de una sociedad decente.
Martha Nussbaum ha sido profesora de filosofía en la Universidad de Harvard y actualmente lo es en la de Brown. Es además una activa defensora de la causa feminista,
Traducción para www.sinpermiso.info: María Julia Bertomeu