Francisco Garrido.
El escándalo, decía Sánchez Ferlosio, es un cebra rayada….y es también el entretenimiento preferido de los fariseos . ¿Pero qué ocurre cuando el escándalo no es farisaico? Cuando el escándalo consiste en el mismo hecho de escandalizarse, cuando nos escandalizamos de que las cebras sean rayadas. Entonces la cosas es mucho más grave y afecta a algo más que a la ineludible tensión entre lo que se «debe hacer» y lo «que se hace»; supone el reconocimiento de que aquello que se hace es lo que se debe hacer. Una serie de dibujos infantiles de TVE (‘Vipo, las aventuras del perro volador’) ha emitido un capítulo con contenidos animalistas críticos con la tauromaquia. Y la “fabrica de escándalos en serie” que es el diario El Mundo, ha puesto el grito en el cielo y se ha montado la cebra rayada.
La peculiaridad de este escándalo se devela si invertimos el sentido del mismo y preguntamos, por ejemplo: ¿Qué debiera hacer unos dibujos infantiles adoctrinar a los niños y niñas en el odio y la crueldad hacia los animales?, ¿anestesiar sus sensibilidad innata ante el dolor de cualquier ser vivo y más de un mamífero como es el toro?, ¿ adiestrarlos en el disfrute de los vómitos de sangre?, ¿ enseñarles a gozar con la imagen de un estoque clavándose en el lomo del animal o con la amputación de orejas y rabos?. Por lo visto y leido hay gentes que se escandalizan de que no se enseñe a los niños y niñas a amar tanta cruelda.
Para los escandalizados con la serie de dibujos no es legítimo que TVE instruya a la infancia en el amor y la compasión por los seres vivos y si lo es que Canal Sur y la Junta de Andalucía dediquen parte de sus presupuestos a formar niños como toreros en las escuelas taurinas (ampliamente subvencionadas) o a fomentar la afición a la tauromaquia por medio de la programación (en horario infantil) de corridas y programas taurinos. ¿Qué nos parecería si Canal Sur retrasmitiese pelea de gallos o de perros, o quizás sacrificio rituales de animales con abundante sangre y casquería? Todas estas repugnantes practicas forman parte también de la cultura tradicional de otras gentes, mucho de los cuales ya viven entre nosotros .¿Por qué los toros si y los perros no?
Un signo de civilización, y de capacidad de elasticidad adaptativa y por tanto de supervivencia, es ser capaz de depurar críticamente nuestras propias tradiciones e inercias culturales. No debemos tener ante nuestras tradiciones una reacción fisiológica que naturaliza las tradiciones propias y estigmatiza a las ajenas (como nos ocurre con las efusiones escatológicas). La reacción fisiológica considera que cruel y bárbaro es el afroamericano que degolla a un animal en un rito vudú, no el torero en la plaza, este es un artista. O que irracional es el culto animista que venera a la naturaleza no el ritual católico donde los fieles se comen a dios (véase eucaristía) en un gesto inaudito de teofagia. O que drogas es lo que toman los indios cundo mascan hoja de coca en sus rituales y no el vino de la transustanciación. En definitiva que “el infierno son los otros” que diría Sartre.
Los andaluces y las andaluzas, no ¡¡podemos tener una actitud acrítica hacia nuestras tradiciones, sería una traición hacia nuestra principal tradición que es la capacidad de adaptación y de cambio, de autodepuración y de apertura. Somos los más interesados en eliminar espectáculos crueles como la tauromaquia que se asocian con nuestra cultura y dicen basar su legitimidad en la tradición. Así lo entendió ya Blas Infante que fue un enemigo de la corrida de toros y un ferviente defensor de los derechos de los animales, Y así también lo han entendido la mayoría de los andaluces y andaluzas que ya nada tienen que ver con las corridas de toros. Quién no lo ha entendido y están en la retaguardia, como en tantas otras veces en nuestra historia, son los dirigentes políticos, económicos (las clases altas copan hoy los tendidos de las ferias andaluzas) y los medios de comunicación convencionales, con el Canal Sur a la cabeza.
Entre las cebras rayadas y los toros negros, no debemos permitir que nadie utilice la cultura andaluza para justificar la crueldad y la tortura contra los aninmales, tal como como han hecho la demagogia de la derecha (Arenas) y la estupidez moral de cierta izquierda ( Griñan), dejemos que «los muertos entierren a los muertos».
Lo felicito sr. Garrido.
Muy buen artículo. Soy de la misma opinión, y no podemos permitir que los que nos gobiernan sigan aireando esta bárbara tradición como «valores andaluces» que tienen que perdurar. ¿No será que en el fondo lo que se quiere perpetuar es su propio negocio?
Enhorabuena por tu articulo. Das en el clavo y es bueno que desde Andalucía nos vayamos manifestando sobre el anacronismo de la «fiesta nacional» que, por cierto, no es privativo de aqui. Ni todo lo que rodea a las fiestas de toros: Encierros y «bous al carrer», que se practican en buena parte de España.
Las sociedades han de caminar en un laicismo que supere cualquier atavismo o vieja superstición que pretende justificar como tardición cultural algo que pertenece al mundo mágico y a/o la religión.