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Estambul y los defensores de Ítaca

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Francisco Garrido.

Nunca estuve en Estambul. Me han hablado mucho de Constantinopla, esa ciudad donde caen los imperios pero yo sólo he leído Alejandría, la ciudad donde parece que todo se ha parado y la gente espera en los cafés  y en los hoteles vetustos la llegada de los jóvenes bárbaros.  Por eso, porque Estambul estaba tan lejos de Ítaca no aparece en el mapa mudo de mis falsos recuerdos. Creo que me he perdido algo y me he dado cuenta a tiempo. Os agradezco, amigos y amigas, que me lo hayáis contado, ahora vuelvo.

Pero los jóvenes barbaros han llegado a Estambul y lo han hecho defendiendo un parque, un parque público contra el ladrillo. Turquía vive otra burbuja de especulación financiera dirigida con mano de hierro en guante de seda por el islamismo. De nuevo, como en España, como en Irlanda o en Portugal el “efecto riqueza” del ladrillo. El 30 % del gasto de las familias turcas va dirigido a  pagar hipotecas. Al año se están construyendo más de medio millón de viviendas . La construcción ya supone, en el  2012, más del 20% de PIB y  más del 15% del empleo se localiza en  este sector. El capital con mono de plusvalía busca nuevos escenarios para representar su obra en la periferia de la eurozona.

La desigualdad crece, la pobreza se mantiene y el autoritarismo clerical islámico es cada vez una amenaza más seria. La alianza entre el Corán y el ladrillo amenaza con asfixiar a una sociedad mucho más moderna  y europea de lo que sus dirigentes quieren aceptar. La ofensiva para construir un centro comercial dentro del Parque Gezi,  ha sido el detonante de las protestas que ahora marca ya el perfil de una nueva primavera islámica. Este parque es de los pocos espacios públicos y verdes que quedan en el centro de Estambul. A partir de ahí un estallido de furia, ruido y fuego. Ítaca es, está, hoy en el parque Gezi Los jóvenes barbaros han resultado gente normal y civilizada, los defensores de Ítaca. Estambul celebra hoy en la calle su llegada. Nosotros y nosotras también.

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