Rafa Rodríguez | Posiblemente sean los tiempos más difíciles para el conjunto de la ciudadanía y en particular para los millones de personas que están en paro. Es complicado pedirle a la gente que mantenga, precisamente ahora, la cabeza fría porque la indignación, el desconcierto e incluso el miedo nos arrebata y las emociones se hacen dueñas de la voluntad. Pero, como en cualquier catástrofe, la racionalidad es más necesaria que nunca si queremos encontrar la salida, sobre todo si no es una catástrofe natural (donde sólo es necesaria una racionalidad técnica) sino una catástrofe social producida por la respuesta de grupos con intereses en conflicto ante una situación de crisis del sistema que es inédita, es decir, sobre la que no hay una experiencia colectiva que nos sirva de referente analógico.
En estos momentos es cuando los que han levantado una bandera y han pedido la confianza de la gente (incluido Paralelo36) tienen que hacer un ejercicio extremo de responsabilidad y racionalidad estratégica, es decir, analizar y comprender lo que realmente está sucediendo y dotar a todas las acciones sociales de significado y por lo tanto de conexión y continuidad hacia una meta colectiva. Cualquier acción que no constituya un escalón para avanzar por un camino cierto y realista (nos estamos jugando mucho para hacer llamamientos a la “utopía”) no sólo es inútil sino que corre el riesgo de ser utilizado a favor de los que tienen poder individualmente. Llamamos proyecto político (de izquierda) a la propuesta básica de señalar el camino para que colectivamente podamos salir de esta catástrofe social que nos asola. No basta con denunciar, no basta con indignarse, hay que proponer un camino para la esperanza aunque sea largo y difícil.
A las cerca de 1.400.000 andaluzas y andaluces en paro; a las miles de personas desahuciadas de sus viviendas por no poder pagar la hipoteca; a la subida del IVA que amenaza la supervivencia de muchos autónomos y pequeños empresarios; a los recortes sociales en los servicios básicos como la enseñanza, la salud o la dependencia o a la falta de inversiones públicas, hay que sumarle una crisis política y territorial sin precedentes, todo ello en el contexto de la inoperancia de las instituciones que gobiernan el Euro y de una nueva recesión centrada esta vez sobre la mayor parte de Europa pero que amenaza con extenderse al conjunto del planeta, lo que hace augurar que la tormenta lejos de amainar va a empeorar.
Los que tienen el poder económico, los que controlan las grandes empresas financieras que mueven cientos de miles de millones diariamente, tienen estrategias de salida de la crisis e instrumentos para implantarlas en función de sus propios intereses. La crisis ha concentrado su poder y ha reducido la generación de los excedentes sociales por lo que su capacidad de crear consenso con la “mayoría” ha disminuido. Este es el núcleo del conflicto social. Pero disponen de poderosos medios de comunicación, think tanks (gabinetes de estrategias y comunicación) y de partidos políticos fieles a sus intereses, los partidos de la derecha, que gobiernan en la mayoría de los Estado de Europa y que ocupan casi todos los centros de poder en España, con la excepción más importante de Andalucía en la existe un gobierno de coalición de izquierda.
El gobierno del PP está estrangulando económicamente a la Junta de Andalucía y obligándola a pedir un “rescate” al recién creado Fondo de Liquidez Autonómico, porque ya ha “conseguido” que el escaso crédito bancario se canalice hacia ese fondo y le de la espalda a las demandas de las Comunidades Autónomas. Además el PP prepara toda una batería de medidas para recentralizar el Estado, desde la contrarreforma educativa hasta la “ley de unidad de mercado”, justamente cuando su política económica está fracasando estrepitosamente: ni la reforma laboral, ni la reforma bancaria, ni la fiscal (por citar las más duras) han servido para crear empleo ni siquiera para sanear las cuentas públicas o rebajar los intereses que el Estado paga por la deuda pública (que ya son mayores que todo lo que gasta el Estado en pagarle a los funcionarios).
Al mismo tiempo, los partidos nacionalistas de derecha que tienen hegemonía en sus territorios preparan una hoja de ruta para “abandonar un barco” que se hunde. En el mes de octubre se celebran elecciones en País Vasco y Galicia y en noviembre en Cataluña, donde son previsibles debacles del PSOE, que perdería el gobierno de Euzcadi y quedaría como una fuerza muy disminuida en Cataluña y Galicia.
Andalucía no puede permanecer inerme cuando somos el país con más paro y que arrastramos por lo tanto el sufrimiento colectivo más terrible. No podemos asistir como convidado de piedra viendo como se desmantela nuestra Autonomía, el Estado Social e incluso la democracia, las tres piedras angulares de la convivencia conseguida por el esfuerzo, el sacrificio y la lucha de cientos de miles de personas desde que “aquel viernes de julio” de 1936 el fascismo quebró la República (y el proyecto autonómico andaluz).
Andalucía tiene que compartir un proyecto mayoritario, es decir un conjunto de actuaciones dirigidas a alcanzar una meta colectiva que, de entrada, diga con voz poderosa que nadie nos va a imponer nada contra nuestra voluntad, que en el Estado nadie puede decidir sin contar con las y los andaluces, no sólo porque somos la Comunidad más numerosa sino también porque somos una Autonomía dotada de una identidad profunda que nos une y nos hace fuertes en los momentos más difíciles.
Andalucía tiene que movilizarse, tiene que volver a salir a la calle como hace 35 años. Tiene que volver a ocupar las ciudades y señalar a los que quieren acabar con nuestro patrimonio político (ese que están denigrando y banalizando). Necesitamos la movilización masiva, en la que encontramos a nuestro vecino, a la compañera del trabajo o en la que nos reencontramos con amigos que no vemos desde hace años. Esa movilización que sirve para que al día siguiente seamos más numerosos, más conscientes de nuestra fortaleza y tengamos más esperanza porque compartimos valores, emociones e intereses comunes (lo contrario de las manifestaciones nihilistas), es decir, en la que el pueblo (la izquierda) incremente su hegemonía. Y necesitamos esa hegemonía para ganarles las elecciones a la derecha centralista en Andalucía, en España y en Europa, porque nuestro proyecto sólo puede ser democrático, por convencimiento íntimo. Defendemos la democracia real es decir la democracia representativa (cuanto más representativa, participativa y proporcional mejor) sabiendo por experiencia que los modelos utópicos de democracia “naif” sólo sirven para aumentar la desafectación con la democracia, precisamente cuando su defensa se ha situado en el epicentro del conflicto social. Y queremos ganar las elecciones, desde la pluralidad, la renovación y la unidad de la izquierda, para que podamos compartir un proyecto realista de creación de empleo, de incrementar nuestro poder democrático, de ser más autónomos y de transformar nuestra economía para que mande la sociedad sobre el mercado (el nudo de conexión entre democracia, izquierda, nacionalismo, ecologismo y feminismo).
Movilización ciudadana; hegemonía social; legitimación democrática y proyecto de gobierno son los escalones que necesitamos para encontrar una salida a esta crisis a favor de los intereses comunes de la mayoría y frente a la otra salida diseñada para que una minoría pueda seguir con sus privilegios a pesar de la crisis.
En este infausto año, ¡ojalá la primavera vuelva el 4 de diciembre en Andalucía y por Andalucía!