Por Rocío Cruz *
Mañana es 28 de febrero y algunas estrofas del himno de Andalucía, ese que escribió el siempre genial Blas Infante, y su música -compuesta magistralmente por José del Castillo Díaz- no se me van de la cabeza. Y es que desde hace varios días, se ha convertido en mi banda sonora interior. No me abandona. Y me gusta.
Quizás por ello, no dejo de darle vueltas a algunas cuestiones que -pienso- al ser compartidas, puedan aclararse y dejen de rondar mis pensamientos… Siempre he entendido la reflexión escrita como un ejercicio aclaratorio personal, así que me van a permitir compartir mis dudas con ustedes.
Y es que a veces pienso que no sabemos realmente -al menos yo, no quiero generalizar- lo que celebramos mañana, que no nos hemos parado a pensar qué supuso aquel referéndum…
Esta fecha es más importante de lo que nos podemos llegar a imaginar. Aquel día de 1980 andaluzas y andaluces apoyamos la propuesta de formar una Comunidad Autónoma con plenas competencias y tener así un gobierno propio. Ese día es historia de nuestra tierra. Marca un antes y un después. Y por eso hago este análisis: porque la ciudadanía andaluza salió a votar -y lo hizo en masa- para que nuestra voz tuviese una sonoridad y una voluntad propias.
Y ahora, de nuevo, nos encontramos ante un momento político histórico en el que el voto es más importante que nunca. Cada voto lo es. El mío, el tuyo… pueden marcar la diferencia en unas elecciones y, aunque parezca mínimo, muestra una tendencia y expresa una opinión.
¿Quieres que tus hijos vivan en un lugar mejor? Pues cuando votas y compartes esta decisión en familia, no sólo estás ejerciendo un derecho y actuando para conseguir ese objetivo: estás llevando a cabo una labor pedagógica inculcando en la gente más joven, a veces criaturas, esa misma manifestación de interés por lo público. Así comprenderán que el voto no sólo es un derecho: es un deber y una fantástica posibilidad para que la ciudadanía tenga la capacidad de elegir. Una realidad que, hoy en día, no se da libremente en algunos países. Por eso mismo, tomemos ejemplo de aquel 28 de febrero.
También quiero reflexionar sobre el tipo de autonomía que deseamos. Ya sabemos que en Andalucía somos diferentes por muchos motivos, pero -y como muestra, un botón- vuelve a mi cabeza el siempre presente estos días himno andaluz. Qué ejemplo más gráfico para definirnos como pueblo que lucha, como pueblo honrado y trabajador.
Nunca se nos debe olvidar que reivindicamos un trato semejante al del resto de España. Y que debemos dejar de ser la cenicienta de este país. Por eso, este año más que nunca, las melodías de José del Castillo Díaz no se me van de la cabeza. Por eso, este año más que nunca, las palabras que con tanta potencia transformadora escribiera Blas Infante resuenan en mi mente, revoloteando como pajarillos que saltan del nido por primera vez. Por eso, este año más que nunca, quiero decir y gritar “¡pedid paz y esperanza!, ¡pedid tierra y libertad!”.
Por eso, y porque queremos volver a ser lo que fuimos, gentes de luz: “¡andaluzas, andaluces, levantaos!”.