José Luis Cano Palomino / La ilusión de un Banco Central Europeo suavizando su rigidez monetaria para sacar a la zona euro de la deflación solo ha durado dos semanas. Es necesario denunciar que el BCE ha tomado unilateralmente la decisión de dejar de aportar liquidez a la banca griega. Con esta medida Mario Draghi viola la democracia, pone en peligro a la zona Euro, rompe su compromiso de “hacer todo lo necesario para preservar al Euro” y evitar la deflación.
La decisión del BCE contra Grecia lleva a Europa en una dirección autoritaria inédita y empuja al Euro hacia una crisis mayúscula. En lugar de buscar una salida para la tensa situación que vivimos, el BCE, que es un organismo no sometido a elecciones y supuestamente independiente del poder político (exponente del carácter a-democrático de la mayor parte de las instituciones de la Unión Europea), se convierte en ariete contra un gobierno legítimamente elegido por sufragio universal antes de que ninguna institución europea representativa se haya pronunciado.
Es una decisión irresponsable, dogmática y punitiva que desestabiliza el sistema bancario griego y de toda la zona euro. Una decisión que, a pesar de venir forzada por motivaciones políticas, la adoptan unos tecnócratas que no han sido elegidos democráticamente.
El BCE agrava las dificultades que ya hay para elaborar y poner en marcha una política alternativa que nos saque de la crisis. Cortándole a la economía griega el flujo de moneda establecido para toda la zona Euro, siembra el pánico en la población de ese país a sabiendas de que los bancos tendrán dificultades para darle respuesta.
Antes incluso de que se abran las negociaciones con el nuevo gobierno griego, el BCE envía una señal a todos los países miembros de la zona Euro: la democracia ya no cuenta; el pueblo griego puede votar, su voto no sirve para nada y no cabe en las instituciones europeas. Si añadimos las siniestras y lapidarias declaraciones de Junker, según las cuales “no puede haber decisiones democráticas contra los tratados europeos”, podemos decir que se ha impuesto, oficialmente, la tesis de la soberanía limitada de los pueblos europeos, abriendo un sombrío panorama para la UE.
Es necesario acordar una moratoria para Grecia, anular una parte de su deuda y hacer soportable el resto, transformándola en deuda a largo plazo y protegiéndola de la especulación. Necesitamos, además, transformar la gobernanza europea devolviendo a los estados miembros la posibilidad de decidir sus políticas económicas y sociales. Hay que regular el mundo de las finanzas y reorientar la política monetaria poniéndola al servicio de la economía real. Y esto supone, en primer lugar, que el BCE debe garantizar las deudas públicas, de modo que los tipos de interés para los estados se mantengan a niveles muy bajos. En segundo lugar, el BCE tendría que incorporar a sus objetivos el pleno empleo, el apoyo a la actividad económica mediante créditos productivos y un plan de empleos vinculado a la transición ecológica. Siempre dará mejores resultados reducir la deuda mediante un incremento de los impuestos a los más ricos y una contribución especial del sector financiero que con más recortes sociales.
Tenemos que evitar que este golpe bajo del BCE al pueblo griego se vuelva contra el conjunto de los pueblos europeos. Rechazar que se cuestionen las políticas de austeridad equivale a condenar al marasmo a la mayor parte de los países de la UE, obligar a Europa a tomar la senda del abismo, puesto que los resultados están ahí: son hechos y no especulaciones. Es el colmo del absurdo, ya que incluso los países en apariencia prósperos, como Alemania, no podrán vivir eternamente de los déficits del resto.
Artículo de opinión de José Luis Cano Palomino para IDEAL. 07/2/2015