Antonio Manuel
En un departamento norteño de Estados Unidos, manadas de lobos estuvieron a punto de acabar con la ganadería vacuna. Quizá, su principal fuente de riqueza. El gobernador propuso como medida paliativa subvencionar a los furtivos con un buen puñado de dólares por lobo muerto. Pasado un año, la población de reses había vuelto a descender drásticamente, a pesar de que el sacrificio de lobos seguía en aumento. Dado que ni al gobernador ni a las arcas públicas le salían las cuentas, se decidió no pagar más a los cazadores. Los bosques se plagaron entonces de lobos, acabaron con las vacas, mataron a centenares de seres humanos, se disparó la alarma social, y el ejército tuvo que encargarse de la matanza indiscriminada de los animales salvajes. Durante la operación, los militares encontraron abandonadas numerosas granjas de lobos.
Mientras nuestra economía se contrae como una pupila deslumbrada, los beneficios de las principales entidades de crédito se dilatan como una pupila en la oscuridad. No se trata de una paradoja. Es un fraude. Los gobiernos que se taparon los ojos para no ver el desastre, decidieron admitirlo sólo en su versión financiera. Y concedieron clandestinamente nuestro dinero a quienes habían provocado su pérdida. Como a los granjeros de lobos. La metamorfosis kafkiana es ridícula comparada con la que han experimentado los bancos y cajas de ahorro. Primero culpables. Luego víctimas. Ahora verdugos.
Admito la necesidad del crédito en una economía virtual como uno de los motores de explosión para salir del estancamiento. Pero rechazo que los gobiernos hayan delegado su concesión en los agentes del mercado financiero. Precisamente en quienes generaron el agujero negro que lo ha fagocitado. Ese dinero que le han dado por la cara es tuyo y mío. Y si se juega con él, que juegue directamente el Estado que lo concede. Porque después yo puedo mandar a la mierda a quien lo haya despilfarrado sin mi consentimiento, pero no puedo hacer lo mismo con el director de un Banco que encima se ha lucrado con él. Esa es la receta del G20, ratificada en el Congreso de los Diputados. Una medida progresista, si en la foto sale Obama o Zapatero; neoliberal, si sale Angela Merkel o Carla Bruni. Todavía el Presidente de cualquier entidad de crédito es infinitamente más poderoso e intocable que el Presidente de un Gobierno.
La perversión se multiplica cuando se demuestra que una Caja intervenida había falseado los beneficios, en un sistema que presumía de ser el mejor controlador bancario del planeta. Nadie puede garantizar que algunas entidades de crédito hayan criado lobos para cobrar las ayudas del Estado mientras se morían las vacas. Hemos sobrepasado los cuatro millones de parados. Más de un millón de familias carecen de ingresos. Dos mil autónomos cierran sus negocios a diario. Y dice nuestro profeta mesiánico que ya ha pasado lo peor. Lo único que lo diferencia de Pinocho es que no lo crece la nariz cuando miente. En lo demás, son prácticamente iguales: muñecos articulados de madera que mueven desde arriba.