Fernando Neira.El País.11/02/2012.Los primeros rumores sobre la muerte de Benjamín Escoriza sonaron ayer como los ecos de un mal sueño. El que entre 1992 y 2006 fuera cantante de Radio Tarifa, uno de los artistas que mejor supo interpretar la dimensión sefardí y mestiza de la música andaluza, solo había confesado a sus más íntimos la gravedad de sus dolencias de pulmón. El diagnóstico se produjo en noviembre y Escoriza nos abandonó definitivamente este sábado, a los 58 años, en el Hospital de Valdemoro, la localidad madrileña donde residía junto a su mujer, Paloma, y sus dos hijos. Andaba dándole vueltas a un nuevo álbum en solitario que pretendía grabar en Mallorca junto al laudista Toni Pastor, de Música Nostra. “Le motivaba la idea de sacar un disco en 2013, le gustaba ese número”, revelaba anoche su representante, Evelio Peñacoba, todavía destrozado. El excepcional legado de Escoriza comprende cuatro grabaciones junto a Faín Sánchez Dueñas y Vincent Molino, sus compañeros en Radio Tarifa, y dos álbumes en solitario: Alevanta (2006) y Mirando pal Este, de 2010.
La música de este último trabajo, precisamente, acompañó ayer en Valdemoro el trayecto del coche fúnebre. Fue una ceremonia muy íntima a la que solo asistieron sus allegados y músicos como el propio Molino o Gautama del Campo, el saxofonista que había producido y arreglado esta grabación. La presentación de Mirando pal Este tuvo lugar en el Womad de Las Palmas el 12 de noviembre de 2010, ante 15.000 espectadores, en el Parque de Santa Margarita. “En estos tiempos de vano politiqueo, la gente necesita mucha más paz y amor. A mí me gusta propagar la energía de la música, distraerme y disfrutar con ella, evadirme de tanto mal rollo y confrontaciones entre los pueblos”, explicaba un exultante Escoriza a la salida de aquel concierto, su último gran triunfo sobre los escenarios.
Natural de Colomera, en Granada, donde nació en 1953, Benjamín se consideraba “un amante del flamenco, el rock y lo étnico” que sentía devoción por Kiko Veneno, Martirio, Los Delinqüentes “y el maestro Morente”. Su voz rota y aflamencada se convirtió en emblema de Radio Tarifa desde el primer disco de la banda, el extraordinario Rumba argelina (1992), una conmoción para las músicas peninsulares de raíz por el desparpajo con el que combinaba los elementos andalusíes, mediterráneos y arábigos. La magia se prolongó con otros dos trabajos en estudio, Temporal y Cruzando el río, aunque el trío siempre obtuvo mejor acogida en los circuitos internacionales de la world music que al sur de los Pirineos. De hecho, su álbum de despedida en directo, Fiebre, se registró en la ciudad canadiense de Toronto. “Hemos dado tres vueltas al mundo y actuado hasta en Jerusalén, pero podemos seguir paseando por la calle sin que nos conozca ni Cristo”, bromeaba Escoriza.
Tímido, tierno y sentimental, Benjamín se escondía siempre detrás de sus sempiternas gafas de sol, incapaz de enfrentarse al público a cara descubierta. En la soledad de su habitación trasteaba con la guitarra a ritmo de soleá o rumba, pero tampoco quiso nunca tocarla sobre el escenario. Era, pese a todo, un caudal de energía. “Escucho coplillas flamencas y pienso: ‘Coño, esto es muy bonito, vamos a seguir p’alante’. Me cuesta actuar, pero ves a la gente gritar y vuelves a sentir los vellos como escarpias”, revelaba tras su último gran recital.
Aquella noche grancanaria, Benjamín prendió un pitillo y confesó: “No le tengo miedo a nada en la vida; solo a que mis niños se encuentren mal”. Se le hinchaba el pecho de orgullo hablando sobre ellos, Benjamín y Alejandro, de 22 y 19 años. “El mayor toca muy bien por bulerías y rumbitas, aunque está haciendo prácticas en una tele. Y el chiquitajo baila breakdance que no te lo puedes ni imaginar. Pero es mejor que se ganen la vida con algo distinto a lo de su papá”, reflexionaba.