Lucía Márquez Daza
Vivimos tiempos en los que la velocidad de la realidad nos supera constantemente, una realidad que enfrenta a los mercados, los poderes institucionales y las gentes quienes sufrimos las consecuencias del austericidio.
En el orden europeo, el «no» de las griegas y los griegos no ha bastado para frenar «el nuevo colonialismo» que intentan imponer los mercados y sus representantes políticos en las instituciones globales y europeas, un juego de golpismo que tiene como objetivo derribar de forma ejemplarizante al legítimo gobierno democrático que preside Alexis Tsipras. Acabar con SYRIZA para acabar con las izquierdas emergentes europeas, con la esperanza democrática de las gentes que sufren el austericidio y el nuevo capitalismo fundado en el endeudamiento ilegítimo.
Esa esperanza estalló sin previo aviso, para sorpresa de todas y todos, en España en la plaza del Sol en el 15 – m. Creamos sin planificación previa de “zonas de ser democrático participativo” frente a un poder institucional que nos niega “zonas de no ser democrático”: simbolizadas en la Ley Mordaza.
Y con algo, aún más paradójico, la perversión de las metodologías participativas por parte del bloque austericida, que en España representan PSOE, CIUDADANOS y PP. ¿Podría venir sin pensar que el PP ha encerrado a su pájaro en un círculo y haciéndose adalid de las primarias, la democracia participativa y la defensa del sentido común de los de abajo? ¿Podría venir sin constatar la perversión del lenguaje constante a la que nos abocan los think – tanks, como FAES? ¿Podemos dejar de pensar en un elefante como nos proponía Lakoff en su famoso ensayo?, ¿Podemos dejar de cuestionarnos la nueva política cuando el IBEX 35 ha creado CIUDADANOS?
El reto para las izquierdas, que es desde yo vengo, no parece nada fácil. Aún más cuando desde La aparición de PODEMOS, el catalizador principal de aquel movimiento en el ámbito de las instituciones, se han reducido el dinamismo y la alegría del activismo social. En este largo ciclo electoral únicamente las candidaturas ciudadanas que han logrado gobiernos de unidad en los ayuntamientos nos han sacado de la pereza electoral e institucional. Nuevas plataformas, nuevas siglas, un diálogo bloqueado por unos o por otros, revueltas elitistas en el espacio de las izquierdas, consumen nuestros días y nuestras noches. ¿Es esta la senda hacia una política diferente desde un espacio por crear llamado izquierda?
Prefiero debatir desde perspectivas “más lentas”, referencias sociales, culturales y políticas en clave “Slow”, hacia una realidad o unas realidades diferentes, lo que implica hacer referencia a una situación existente: el lugar y las rutinas dominantes nos producen un indudable malestar, «un malestar democrático» lo cual significa que en gran medida estamos atadas a un presente insatisfactorio y sin duda desfasado por los cambios.
Creo que en los ochenta y los noventa del siglo pasado a nadie se le podría ocurrir hacerse la pregunta : ¿Por qué debemos dirigirnos “hacia una política diferente”? En aquellas décadas la historia había terminado, la democracia y el capitalismo habían triunfado como únicas posibilidades en un mundo globalizado. La unidad entre: “Capitalismo y Democracia” en el siglo XXI” no parece regir nuestras vidas en armonía. «El capitalismo sin democracia» es una realidad innegable. Y en «Los grandes relatos» de Huntington o Fukuyama para legitimar el dominio de los mercados en la era de la Globalización lo político se ha convertido en «democracia del miedo en la sociedad de riesgo permanente».
La POLÍTICA, la DEMOCRACIA, en todos los lugares parecen ser un rehén de las leyes y los intereses de los MERCADOS. La voz del FMI o de los poseedores de deuda mundial es la voz de quien determina al sujeto que decide sobre la vida común de toda la sociedad. La nueva pregunta es: ¿Quién los ha elegido?, ¿Quién les ha dado ese poder?, ¿Por qué somos excluida la gente, la mayoría de esos procesos de decisión?
De nuevo, alguien nos ha expulsado del Paraíso Terrenal: “Replicó la serpiente a la mujer: «De ninguna manera moriréis…. seréis como dioses, conocedores del bien y del mal». Y como viese la mujer… tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido.» (Génesis 3,1-6)…Y le echó Yahveh Dios del jardín de Edén…y habiendo expulsado al hombre, puso delante del jardín de Edén querubines, y la llama de espada vibrante, para guardar el camino del árbol de la vida». (Génesis 3,23-24) Efectivamente no estamos muertas. Y en la puerta del jardín del Edén hay guardianes que nos imponen el capitalismo y el patriarcado como castigo eterno.
Estamos vivas y tenemos experiencias sociales que han revelado que es posible un modo de convivencia social con los demás y con el medio ambiente que superan los rigores que nos imponen esos “poderosos caballeros”, aunque se apelliden Lagarde o Merkel.
Quizás para quienes hacen camino sin ser consciente de que hace política, porque la hace de forma diferente, y para seguir haciendo camino al andar hacia una política diferente debemos cambiar de brújula, no intentar volver a aquel Jardín del Edén y crear nuevos espacios de acción para el bien común.
En ningún caso quiero negar que no se puede hacer tabla rasa con la Vieja POLÍTICA, ahora, si nuestra voluntad es innovar creo que es prioritario cambiar de paradigmas, de cultura política incluso en mi espacio las izquierdas. Si el orden actual lo rigen el patriarcado y el mercado quizás sea hora de tomar el sentido del feminismo y los movimientos que han intentado generar modelos de convivencia externos al desarrollismo capitalista, como el movimiento de las comunidades zapatistas.
Primero les propongo reflexionar desde «el feminismo de izquierdas», porque hoy a cualquier cosa le llaman feminismo, quien con otras tradiciones emancipadoras, cuestiona las relaciones de poder en todas las esferas de nuestra vida, y como tendemos a reproducirlas en cualquier espacio y tiempo consciente o inconscientemente. El camino hacia una política diferente debe nutrirse de este cambio de paradigma: reducir lo político a lo institucional existente, es jugar en el campo de la competición patriarcal que lejos de buscar convencer, únicamente aboga por vencer.
El feminismo y el zapatismo se caracterizan por primar las experiencias colectivas en lo cercano, por la creación de nuevos espacios de relación social y con la naturaleza, para formarnos en prácticas de cultura política democrática de participación, reconocimiento de la pluralidad y afirmación de que otro mundo es posible.
Experiencias como la Corrala Utopía y la Casa del Pumarejo en Sevilla, los huertos urbanos promovidos por colectivos de desempleados y grupos sociales en exclusión, por poner algunos ejemplos, son vistos como actividades sociales que no determinan lo político, sin embargo, me parecen referentes fundamentales para buscar puntos cardinales en nuestra voluntad de caminar hacia una política diferente.
Las experiencias de presupuestos participativos que importamos los ayuntamientos regidos principalmente por Izquierda Unida desde Porto Alegre o las comunidades Zapatistas sintetizan una labor institucional y social participativa de las que ya disponemos un interesante acervo para evaluar cómo es posible el gobierno desde abajo.
Quizás crear la política fuera del paraíso institucional, parezca una vuelta a las utopías o al anarquismo, pero creo que nos convertiremos en estatuas de sal si únicamente pensamos lo político como régimen y no como sistema. Mi propuesta para avanzar hacia una política diferente es apostar por el fomento decidido de un tejido social innovador que rompa con los paradigmas y los debates que ponen a los partidos políticos y sus élites en el centro de las labores hacia una política diferente.