Venía a decir el político francés Jean-Babtiste Colbert que: «el arte de los impuestos consiste en desplumar el ganso de forma que se obtenga la mayor cantidad de plumas con la menor cantidad de protestas». Por estos días un señor leonés, que trata de ejercer de presidente de un Estado, se encuentra ante un dilema político-ideológico de naturaleza económica, ¡que no es poco!, resulta que ha ido a desplumar al ganso y se ha encontrado con que éste no es uno, son diecisiete y casi no les quedan plumas…
Ante esta realidad cuasi-federal, hay voces que plantean la crisis como oportunidad para sacrificar la bandada y reducirla a tan solo un ejemplar, por eso utilizan como principal argumento “simplificar la complejidad institucional y orgánica” de una estructura en la que los únicos engranajes que no se cuestionan son los que realmente aparecen obsoletos. ¿Nadie con poder se ha planteado el coste de la incómoda e inservible estructura provincial para las arcas de Comunidades Autónomas y Estado? Por no hablar de la Corona, aunque si bien es cierto, el coste del mantenimiento de una estructura democrática en la Jefatura de Estado probablemente, con las cosas (gastos superfluos, aumento del personal, viajes,…) a las que nos tienen habituados los partidos de gobierno, se iría mucho más allá del presupuesto actual.
La existencia de las diputaciones provinciales no se cuestiona en las mesas de caoba de los palacios ministeriales de economía y hacienda, la minoría que gobierna el Estado, reacios a ello, ahora viene a decir que «subir los impuestos es de izquierdas”. ¿Cómo se puede argumentar ideológicamente algo tan ambiguo y genérico? Deberían concretar, pues el ahora Presidente del Gobierno del Estado, hace unos años (en el 2000), afirmaba todo lo contrario: que bajar los impuestos era de izquierdas.
Si se refieren a los impuestos que constitucionalmente tienen carácter directo y progresivo, subirlos será de izquierdas y bajarlos de derechas, pues en una ideología sustentada sobre los pilares del bienestar social, del cambio y del progreso, del desarrollo sostenible y del gasto público no se entiende sin el mantenimiento de un sistema impositivo que grave las rentas más altas en la búsqueda de ese santo grial de la izquierda que es la igualdad social.
Sin embargo, si se refieren a la tributación que no atiende a las circunstancias personales y económicas de la ciudadanía, y que se materializa en los “impuestos indirectos”, gravando el consumo, y dando por hecho que, por el simple acto de consumir, la persona ya detenta cierto poder adquisitivo, no podemos afirmar que sea de izquierdas subir los impuestos sino todo lo contrario, más si se comprueba como hoy en día, productos de primera necesidad para las familias, están gravados con un tasa de IVA cuanto menos llamativa.
Alguien sin ideas pensará que lo mejor es ir por las últimas plumas de los gansos, otros con “malas” ideas pensaran que la cuestión de fondo es aprovechar el momento para forzar una involución autonómica y que sólo quede un ganso o cuantos menos mejor.
Lo cierto es que sin ideas o con malas ideas poco se puede arreglar a estas alturas, pues la llave de toda solución está en dos palabras “esfuerzo” y “solidaridad”, teniendo en cuenta que sin la primera es difícil hacer practicable la segunda, y para ello, para la práctica de la solidaridad, fijémonos en la Naturaleza sabia como siempre desde que Gaya era idolatrada en oriente.
La ciencia ha demostrado que, cuando una bandada de gansos vuela en formación de V, mientras cada ganso mueve sus alas, crea una elevación del aire para el ave que sigue. Volando en formación, la bandada agrega un setenta y uno por ciento al alcance que cada ave lograría por sí misma. La solidaridad entre pueblos y países hermanos es capaz de aportar un elemento, la eficiencia, a la lucha contra la desigualdad y por el desarrollo sostenible. Y eso no supone discutir la identidad o la capacidad de autogobierno.
También se ha comprobado que cuando un ganso cae de la formación porque se enferma o es herido, otros dos gansos se dejan caer con él y le siguen para darle ayuda y protección. Y se quedan con el ganso caído hasta que pueda volar o hasta que muera, y sólo entonces se lanzan por sí mismos, o con otra bandada, para alcanzar a su grupo.
En definitiva, aquellos que abogan por el unilateralismo del Estado o de algunas Comunidades Autónomas con mayor índice de desarrollo que las otras, se equivocan de camino, pues ese itinerario no desembocará más que a una nueva crisis.