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Hay que tomar el Congreso

Luís García Montero

www.publico.es

27 sep 2012

La represión policial de los ciudadanos es siempre un síntoma del fracaso de la política. Ya sea porque la autoridad quiera silenciar la rebeldía a través de la fuerza, ya sea porque los ciudadanos opten por una violencia que propicie la acción policial, el naufragio de la política queda reflejado en las sirenas, los botes de humo, las palizas, las piedras y el miedo callejero.

Mis hijos están asistiendo en los últimos meses a un control policial de las protestas y las calles muy parecido al que yo conocí en mi adolescencia y juventud bajo el ordeno y mando de Fraga Iribarne. Mientras en otros lugares de Europa se vivía la primavera de Praga contra las dictaduras del estalinismo, los españoles intentábamos luchar contra las primaveras de Fraga. Los ciudadanos eran tratados como criminales, imperaba la prepotencia de los uniformes grises de la policía armada, cualquier disidencia se consideraba un agravio contra la imagen de España y las porras escenificaban la distancia entre la sociedad real, con sus padecimientos y sus ilusiones, yla Españaoficial. Mi generación se educó en la idea de que para ser rebelde había que correr siempre más que la policía. Había también que luchar para que en un tiempo cercano esas carreras fuesen sustituidas por el ejercicio libre de la política.

Tardé muchos años en mirar con tranquilidad un uniforme de policía o de guardia civil. Con excepciones y sin abandonar un sano sentido de la prevención ante los maderos, la democracia sirvió, entre otras cosas, para que los ciudadanos viésemos poco a poco en las fuerzas de orden público una extensión de las leyes democráticas. Ese logro de décadas está cayéndose por los suelos en pocos meses por culpa del gobierno autoritario de Rajoy, con procedimientos cercanos a un fascismo característico de ese padre dela Transiciónllamado Manuel Fraga. El despliegue policial que ha rodeado el Congreso, para defender a los señores diputados de las legítimas protestas ciudadanas, ha sido propio de otra época, o mejor dicho, de esta época protagonizada por los herederos directos del Caudillo. El pueblo que quiere olvidar su historia está condenado a heredar todos los vicios del pasado. Los santificadores dela Transiciónharán bien en contemplar hoy las ruinas de su democracia. Será mejor que se muerdan la lengua.

Porque hay una diferencia entre mis hijos y yo, entre mi manera de correr ante la policía y la indignación de los jóvenes actuales. Yo protestaba a favor de la política, de la democracia, de la necesidad de intervenir en la realidad a través de unas instituciones legítimas. Mis hijos están siendo invitados a protestar dentro de una marea que extiende el descrédito de la política y de sus instituciones. Ese es el gran logro que ha conseguido el pensamiento reaccionario. Con el grito de todos son iguales y con el desprecio al parlamento, sale perjudicada la confianza en nosotros mismos, en la política, en la posibilidad de transformar las cosas. Los grandes banqueros, los especuladores, los verdaderos canallas, han desviado la atención. Ellos son los responsables de lo que está pasando porque su condición es inseparable de nuestra desgracia. No caigamos en la trampa. Los diputados no son culpables por ser diputados, sino por someterse a las cúpulas de unos partidos mayoritarios que han humillado nuestra vida, nuestra democracia, nuestras escuelas, nuestros sueldos y nuestra sanidad, a los intereses de los mercados financieros.

Tengamos claro quien es el enemigo y cuáles son nuestras fuerzas. Y defendamos la política. Tomemos el parlamento, pero a través de los votos. Vamos a conseguir unos diputados capaces de representar a la soberanía civil de los españoles. No nos dejemos llevar por una demagogia reaccionaria que acabe definitivamente con el crédito de la democracia en España. No nos hagamos siervos para siempre. Agrupémonos todos en un frente cívico que tome las instituciones a través del voto para acabar con los dioses, reyes y tribunos que nos están faltando al respeto.

 

Un comentario

  1. Coincido con el diagnostico de L. Garcia Montero y como él digo que no hay que caer en la trampa de culpar a los polñiticos sin matizar a cuales, como hace él, hay que considerar parte del sistema actual de cosas y por tanto son culpables de llevarnos a un callejón sin salida. Sobre todo los políticos de esta derecha reaccionaria que nos mal gobierna, que nos hunde cada día un poco más en la miseria y la recesión. Todo por el capital y la banca. Y otros que han sido culpables también por acción u omisión.
    Y el pueblo soberano, ahoar arrepentido posiblemente una buena parte de él, que confio ingenuamnete que los mejores gestores de la crisis hiban a ser los políticos y las políticas de la dercha, puesto que ellos conocen mejor que nadie su propia genesis. Mentira, puede que la conozcan y por esos sean más complices que nadie, pero han engañado a sus propio electores naturales y a los que desengañados de una cierta izquierda que estaban realizando políticas de derecha preferian votar al «original», al decirles que nos hiban a sacar de la crisi recuperando la confianza de los mercados. Mentira, los mercados, la banca alemana, los fondos de inversión, el capital finaciero en suma quiere cobrar y con intereses elevados y la deuda es incobrable, solo los intereses de la misma nos estan arrinando.
    Por tanto, echemosles del gobierno, pidamos su dimisión convocando un referendum en donde nos expresemos sobe la deuda, sobre su incobrabilidad y sobre la necesidad de recuperar una política de inversiones públicas, de relanzamiento del consumo y la economía real, el NO a los recortes y al deficit cero. Reclamemos elecciones anticipadas con un nuevo parlamento que afronte reformas en la Constitución en orden a lo que venimos defendiendo desde estas paginas: Federalismo, Equidad, Respeto medioambiental, Reforma de la Ley Electoral, más y mejor Democracia en el orden de la partcipación popular, ciudadna. Un paso adelante en contra de las politicas neoliberales y destructoras del medio ambiente.
    Con la ocupación pacifica de la calle y con el voto,

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