Carlos Martínez García / El PP, su Gobierno, la oligarquía derechista que nos domina, si algo está tratando de imponer es que la justicia ya no sea igual para todos y que hay personas destinadas a dominar y enriquecerse, pues su pertenencia a la clase pudiente y propietaria les otorga la capacidad exclusiva de hacerlo. Es decir desde su preeminencia de clase el dominio total.
Es además una oligarquía que está imponiendo un régimen patricio que otorga poderes por encima de los demás a la aristocracia económica dominante. Si se dan casos de corrupción política y abuso de poder, no va con ellos ni ellas. Si se cometen crímenes de tráfico y mueren personas a manos de uno de ellos, se le tolera y exculpa y encima se hace de ese loco del volante un héroe. Si se adquieren viviendas ostentosas y muy caras, excesivamente caras, todo el mundo tiene derecho a ir de vacaciones a Marbella, es la respuesta. Ademas como muchos de ellos proceden de familias acaudaladas pues… Ese es el PP, chulo, prepotente autoritario y arrogante. Con la arrogancia de los caciques, el autoritarismo de los “jefes provinciales o nacionales de FET y de las JONS”, con el aire despreciativo de las marquesas con mantilla acudiendo a misa de doce, seguidas por sus criadas, nos miran por encima del hombro y sonríen.
Pero es que en este reino bananero y provinciano, además hay que sufrir a un rey, cazador de diversas espacies protegidas, decrépito y vividor. Un rey con una amante alemana y aristócrata con extrañas relaciones e intereses económicos. Un yerno a punto de demostrarse ya lo chorizo que puede ser. Una princesa heredera consorte, desconocida a base de operaciones de cirujía estética que hemos pagado entre todas y todos con un silencio papanatas que ha parido unas hijas -nietas del heredero de Franco- que encima no pueden llegar a reinas pues la Constitución se lo impide por ser mujeres. Esperamos una nueva Constitución que restaure la igualdad ante la ley.
Los derechos sociales en almoneda y listos para ser privatizados, es decir convertidos en negocio de los amigotes del poder o el poder mismo, y la mayor transferencia de rentas de la España contemporánea de pobres y trabajadoras y trabajadores hacia los ricos, es decir el robo masivo de dinero de los que trabajan y crean así como de las y los pensionistas en favor de los que detentan la riqueza o la administran a cambio de sueldos y beneficios, esos si no congelados.
Frente a esto, uno que se cree el Tribuno de la Plebe, Rubalcaba, en el que no cree la plebe ni esta necesita ya de tribunos. Con un discurso a rastras de las reivindicaciones sociales y sindicales, pero de cuya honradez y compromiso ya nadie cree, pues han sido engañados mil veces y no cuestiona los dos temas creo fundamentales, como son la deuda pública y quien y como se paga o no se paga y la Unión Europea, es decir si esta Europa neoliberal que él ha contribuido a crear, nos sirve o no.
Los sindicatos mayoritarios acusan el desgaste de las maquinaciones en su contra y contemplan como se les ningunea en lo legal mermando sus competencias y capacidad de intermediación, además de sufrir una inmisericorde campaña en su contra curiosamente apadrinada por corruptores y corruptos del poder o cercanos al poder. Los sindicatos minoritarios, acostumbrados a las privaciones, luchan en la medida de sus fuerzas, pero en demasiadas ocasiones el objetivo de sus críticas es la “competencia sindical” y no el enemigo patronal. Vivimos tiempos de buscar la UHP cueste lo que cueste. Todas estas situaciones y ataques merman la capacidad de respuesta y se crea a veces una situación de “impasse” como la de estos días, que está posibilitando la profundización de la ofensiva neoliberal. Hay que reaccionar masivamente y ya.
Hay sin embargo muchas huelgas y manifestaciones locales. Protestas ciudadanas ante el deterioro de la sanidad y de la educación pública. Pero junto a estos picos de conflictividad social, también fatalismo y resignación e impotencia en ocasiones acerca de como movilizar. Muchos fuegos si, pero a veces dispersos y poco coordinados y excesivo miedo a los bomberos. Tras las huelgas generales hay que ver qué se hace y como se revitaliza la contestación generalizada.
Vivimos en un estado autoritario. El Reino de España es un reino autoritario, en el que hay que ser ya rico para ir a pedir auxilio judicial o protección judicial frente a las arbitrariedades. La policía actúa con impunidad en las protestas sociales y sindicales, hay casos de abusos policiales, hay interrogatorios aleatorios e intimidatorios y el Ministro del Interior se permite decir que nos va a reeducar a los y las activistas sociales y sindicales a base de multas gubernativas. Los Ayuntamientos van a ser mutilados en su composición democrática, y encima ellos los de Gürtel, los de Bárcenas se atreven a decir que es para ahorrar. La realidad plurinacional de los pueblos ibéricos de Extremadura hacia el este es negada, y ahora lo próximo será recentralizar y volver a la España una, con la que soñara José Antonio Primo de Ribera.
Los mercados no necesitan de la democracia, por eso ATTAC, con gran precisión, habló de la dictadura de los mercados -que existe y es real- pero hemos pasado ya a una dictadura política que, de forma inexorable, se va conformando. Porque el problema no son solo los recortes y las privatizaciones, no, también lo es la pérdida de la igualdad. Las y los ciudadanos de este reino no somos iguales, ni en derechos ni en deberes. La falta de rigor y veracidad informativa y la manipulación masiva casi total que sufrimos, es fruto del pensamiento único impuesto por los liberales autoritarios y los amos del capital. Es que el neoliberalismo ha producido grandes cambios culturales, y esos cambios eran necesarios para imponer su crisis y gracias a su crisis explotar, robar y desahuciar con total impunidad a las clases populares.
La Unión Europea tampoco es un dechado de democracia, pues en ella mandan una casta de eurócratas no electos, que dictan normativas siempre en favor de los poderosos y las transaccionales, jamás en favor de los pueblos. Por eso en la lucha que estamos llevando en el reino podrido, ya ni siquiera contamos con Europa. La Europa antifascista ha sido secuestrada por una turba de mercaderes y unos burócratas sin legitimidad ninguna.
A pesar de todo resistimos. Hay mil intentos de forjar la unidad y los frentes del pueblo y de las clase trabajadora contra a la falsa democracia patricia y el inservible tribuno de la plebe no reconocido. Hay llamamientos y referentes auto-ofertados. Sobran encuentros y reuniones, o tal vez no y soy injusto conmigo mismo. Faltan huelguistas, manifestantes y ocupantes. Hay mucho llamamiento y poca audiencia. Tal vez ese es el momento que debemos vivir y superar. Pero mientras averiguamos si son galgos o podencos, ellos, los de arriba, preparan el ataque sobre las pensiones, eliminan subsidios de supervivencia, privatizan la salud y convierten lo público en su negocio.
Hace falta la convergencia y el actor político. Pero que la lucha institucional y demoscópica no nos haga perder de vista la imperiosa necesidad de volver a saltar a la calle y a las carreteras.
La unidad y la confianza solo se forjará en la lucha social. En las salas de juntas podemos discutir y enfrentarnos antes de ponernos de acuerdo y eso es lo que hace falta, un gran acuerdo de las y los de abajo. Una nueva forma de hacer y entender la política, sin las zancadillas y los codazos, pero tampoco sin el insulto, el menosprecio y el dogmatismo.
Creo que las fuerzas políticas y los actores políticos debieran aprender de los movimientos sociales. De hecho el nuevo relato ha surgido de los movimientos sociales exclusivamente y en su seno, pues sin elecciones a la vista y como profesión se ha tenido la posibilidad de analizar la fase actual del capitalismo, y de su crítica pasar a proponer alternativas. También alternativas europeas y a nivel continental, tal y como ya trabaja y llama la Alter Summit de la que ya os he escrito y os recomiendo leáis sus propuestas. La Cumbre Social y otras plataformas y asambleas se deberían adherir y acompañar su movilización europea del 13 de Marzo.
Vale la pena no callar, ni consentir. Creo que con fuerza debemos exigir la dimisión del gobierno. El encuentro de las fuerzas sociales y la construcción entre partidos y movimientos de la Coalición, imprescindible para alcanzar el gobierno y conseguir el poder para que el poder popular no vuelva a ser secuestrado. En lugar de vivir en un reino podrido, vale la pena alumbrar un poder ciudadano.
Carlos Martínez García – Presidente de ATTAC Andalucía