Concha Caballero.El País.30/03/2012.
Contra todo pronóstico no ganó la derecha. Precipitadamente se escondieron banderas, se deshicieron titulares. Dispararon una lluvia de insultos a Andalucía por no haber sido convenientemente sumisa a los conquistadores; se tambalearon las columnas de opinión que sustentan el edificio de la derecha mediática. Los elogios desmesurados a Javier Arenas se tornaron amargas reflexiones, aceradas críticas que actualizaban el lamento de todas las derrotas: ¡Ay de los vencidos!
El mismo día, a la misma hora, creció una modesta esperanza que dibujó una sonrisa en gran parte de la sociedad andaluza. Andalucía no se suma al carro monocolor de la revolución conservadora, alienta nuevas salidas, y aparece como un contrapoder efectivo a la mayoría omnímoda del PP. Los andaluces resolvieron el domingo una complicada ecuación con la mayor inteligencia: restaron al PSOE casi una decena de diputados para darles una severa advertencia por su actuación respecto a los ERE y a la situación económica; aumentaron significativamente el voto a IU para dar fuerza al discurso social y a la utilidad de la izquierda y situaron al PP muy lejos de la mayoría absoluta para no dar resquicio a que se pusiera en cuestión el mandato de las urnas. Finalmente, repartieron la abstención entre votantes socialistas desencantados y electores de la derecha a los que no les gustan los excesos económicos ni políticos de este nuevo gobierno.
En toda España la izquierda respiró aliviada. No se trata de sentimentalismo político ni de emoción por la marea roja de Andalucía sino de una sencilla cuestión de simetría social: por fin un territorio grande y poderoso puede ejercer de contrapeso a las políticas restrictivas de la derecha; por fin desde algún lugar se puede demostrar que son posibles otras soluciones frente a la crisis que no pase por poner de rodillas a los más humildes.
No es una esperanza ilusa. Todo el mundo sabe que los tiempos son difíciles, que es difícil hacer nuevas políticas cuando las arcas están vacías, que es casi imposible sustraerse a la política española y europea que ha reducido su vocabulario a una sola palabra: recortes. Pero gobernar en tiempos difíciles desde la izquierda puede ser la mejor demostración de la validez de sus principios y de sus propuestas. No se trata solo de frenar las políticas de la derecha, ni de convertir el Parlamento en la oposición a las políticas de Rajoy, sino de abordar con decisión cambios urgentes.
Para hacerlo, pueden contar con más voluntades incluso que las expresadas en las urnas, porque la esperanza es compartida por el ecologismo político, por el andalucismo de izquierdas así como por la mayor parte de los movimientos sociales de nuestra tierra. Por primera vez desde hace decenios, hay una voluntad común por confluir en un proyecto de cambio andaluz; por primera vez desde el reivindicativo 28-F es posible plasmar una alianza social muy amplia, más allá de lo que representan la simple suma de siglas. Pero esta alianza está solo disponible para el cambio, que no para la continuidad de las mismas formas de gobernar o de las mismas políticas ni para la ensoñación radical ajena a la realidad.
Por todo esto, tanto PSOE como IU deben ser serios y rigurosos. La desesperanza se alimenta sola pero la esperanza necesita del empuje de la inteligencia. Ni un solo espectáculo que alimente la maquinaria pesada de la gran derecha y de la desesperanza. Aún comprendiendo los miedos, la reticencias mutuas, no hay lugar para el desencuentro. Por supuesto, resulta lógico exigir una limpieza inmediata y una regeneración sin paliativos. Pero la situación política no deja espacio para alambicadas estrategias que dependan cada semana de decisiones en el Parlamento de Andalucía. Lo urgente no es discutir el poder de cada formación política sino poner en común las soluciones a los problemas andaluces.
La única forma de corresponder a la heroicidad de las urnas, es haciendo este camino con inteligencia, generosidad y diálogo social. Solo así se podrá afrontar la brutal campaña que se desatará al menor tropiezo, al más mínimo desengaño, por parte de una derecha que no va a perdonar el desdén de Andalucía.
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