Félix Ares .
Últimamente venía observando que cada vez me costaba más concentrarme en una tarea de larga duración. Me explico, siempre he sido un lector compulsivo y la lectura de una obra de 500 páginas no suele durarme más allá de dos o tres días; pero últimamente, cuando empezaba a leer una obra larga, al cabo de treinta o cuarenta páginas empezaban a entrarme ganas de ir al ordenador a algo. Por ejemplo, había leído que «en su jardín había rododendros» y me entraban unos deseos irresistibles de ir a Internet y en las imágenes de Google o de Bing buscar cómo es el aspecto del rododendro. Nada malo en sí, pero al hacerlo me alejaba de la lectura reposada profunda que era habitual en mí. Lo atribuí a la edad: «Me estoy haciendo viejo». Pero de repente ha caído en mis manos el libro de Nicholas Carr titulado «Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?» y he visto que no es un problema mío sino de todas las personas que utilizamos Internet con asiduidad. Para empezar, en las primeras páginas del libro, describe exactamente lo mismo que me pasa a mí, esa incapacidad de tirarse horas y horas leyendo sin sentir ninguna necesidad de consultar en Internet algo. Él lo atribuye a los hiperenlaces.
Al principio su postura parece radical. ¿No estará exagerando? Pero según se avanzan las páginas uno descubre uno de los mejores libros de divulgación sobre la historia de las «tecnologías del lenguaje» –escritura, imprenta, radio, televisión, Internet– que he leído nunca, mezclada con una de las mejores obras de divulgación sobre la plasticidad del cerebro. Lo que hacemos cambia nuestras conexiones cerebrales, y no cabe duda de que leer en una pantalla de ordenador y pinchar hiperenlaces crea conexiones neuronales que te animan a seguir hiperenlaces y si no los hay a irte a buscar la imagen del rododendro.
Una de las cosas más interesantes del libro es que todo lo que dice lo hace apoyándose en una literatura científica realmente espectacular. No hay nada de «a mí me parece» o «yo pienso que». Todo lo que dice se basa en experimentos. Y la conclusión es muy nítida: el uso prolongado de Internet lleva a que nos cueste concentrarnos en la lectura reposada y profunda. Nos lleva a la superficialidad. Él hace una pregunta: ¿cuántos son hoy capaces de leerse «Guerra y Paz» de una tacada? Confieso que yo no. Seguro que al leer Kutúzov me iría a Internet a ver quién fue ese general y si existió realmente o si es una invención de Leon Tolstoi.
Publicado en: http://www.terceracultura.net/tc/?p=2916
Paradójicamente la bibliografía del libro demuestra que se ha escrito usando Internet.