Francisco Garrido.
Ha muerto J. Salinguer, la última entrevista que concedió, por teléfono, al New York Times, se tituló: “Salinger habla de su silencio”. Y los periódicos hablan a su muerte de que no hablaba. Y las televisiones hablan de su vida mucho más que de su obra. Hay autores a los que su exhibicionismo personal acaba ocultando su obra. Y hay otros, como Salinger, en los que la ocultación de la persona termina ocultando la obra. Unos por exceso y otros por defecto ambos consiguen el mismo resultado: desplazar la obra a un segundo plano.
No sabemos si lo suyo fue una magnífica estrategia de marketing o si de verdad, Salinger, odiaba sinceramente la intimografía mediática. Como creo que nunca hay motivos para pensar mal a priori (hay que tener pruebas para pensar mal, no para pensar bien) creo que su aislamiento feroz era honesto. En esa foto, mil veces publicada, donde amenaza con el puño a un intruso fotógrafo, no parece que este fingiendo. Su obra también abala la coherencia de su conducta. Salinguer anhelaba que el autor se disolviera en la obra (lo contrario que ocurre ahora). Como Ulises quizás nos gritaba aquello de “mi nombre es nadie”. Salinger no era un escritor filisteo, no escribiría para… escribía para escribir. Y esa pureza de raza literaria no es fácil de comprender en este reino filisteo de la técnica y la mercancía.
A diferencia del Bartleby del Melville, y contra lo que ha escrito Villa-Matas, no pretendía desaparece sino huir, era un fugitivo del espectáculo. Paradójicamente esta huída, tan escandalosa, se ha convertido en el mayor de los espectáculos. ¿Qué hacer entonces? ¿Si el deseo de anonimato ensombrece a la obra, si la fuga del escaparate te eleva a las pantallas? ¿No hay ningún lugar fuera de la sociedad de la del espectáculo?. Nos queda, eso sí, la enorme dignidad de ese puño levantado y amenazante de Salinger a la salida del supermercado..¿Pero nada más?
La sociedad del espectáculo es el sistema de dominación más evolutivamente perfeccionado que hemos conocido. No se ha inventado la realidad (como hicieron otros sistemas de dominación) la ha asesinado. Frente a la sociedad del espectáculo no caben estrategias basadas en las guerra de posiciones tradicional (como la que desarrollo Salinger). Es un sistema que no ocupa el espacio sino el tiempo, y de esta forma no deja lugar alguno para el “afuera”. Nadie puede fugarse de una cárcel sin muros, ni exiliarse de un país sin fronteras
Hamlet, como en tantas cosas, nos da una vista cuando dice: “En el espectáculo, Horacio, atraparemos la conciencia del rey”. La conciencia de la doble traición, del asesinato impune, es desvelada por el fantasma y por la ficción. Tal vez la única estrategia sea que la obra hable por medio de la vida, que la realidad resucite por medio de su fantasma, que la forma de la ficción nos desvele la ficción de la forma. Esa es la estrategia del príncipe melancólico de Dinamarca, la que se opone a la respuesta frontal de Horacio, una estrategia sutil: contra la mentira la ficción, contra el fantasma la forma.
Una película reciente sobre el poeta Jaime Gil de Biedma ha sido muy criticada por confundir vida y obra. Es decir por elegir la estrategia de Hamlet. El Cónsul de Sodoma, que así se titula la película, es un relato en el que la vida del poeta es su obra y la obra del poeta es vivida. Nada hubiese gustado más a Gil de Biedma. Ninguna privacidad que defender con puños amenazantes. Ningún peligro de que el autor tape a la obra. Gil de Biedma es el antiSalinger. De él no nos quedara el gesto malhumorado y amenazante, sino esa bellísima sonrisa del último plano de la película. Tan bella y seductora que hace que nadie se levante de su asientos hasta que aparen los títulos de crédito.
Foucault dijo que el reto de la autenticidad del futuro seria “convertir la vida en una obra de arte”. Las vanguardias clamaron contra la separación. Gil de Biedma habló de “la poesía de la experiencia”. El resultado en esta batalla contra el espectáculo, y al día de hoy en que escribo, es claro : Gil de Biedma 3.Saloinger 0. La estrategia de Hamlet, esa es la estrategia.