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Jano y la política con mayúscula, hoy.

Tomando prestada la metáfora que Rafael Chirbes (el gran cronista de la agonía de la época del desarrollismo en España) aplica a la literatura, se puede afirmar que la política, la buena política, la política con mayúscula, es “bizca”. Es decir, que mira por un lado a la interpretación abstracta de la realidad social y por otro a la opinión pública, y tiene que hacer ambas cosas al mismo tiempo. Necesita interpretar como se estructura la realidad social, aplicar criterios de justicia y eficiencia y establecer un modelo de funcionamiento óptimo pero sabe que para avanzar en esa dirección necesita influir en las percepciones y los comportamientos mayoritarios y obtener la confianza en sus propuestas y en las organizaciones y personas que la defienden frente a los que defienden otro rumbo. Son pues dos lógicas diferentes, la una abstracta y deductiva, la otra empírica e inductiva. El intelectual colectivo, tanto por su composición como por su objeto, obtiene en el esfuerzo para flexibilizar la mirada el ingrediente básico que produce el vértigo de la aventura intelectual de este deporte de riesgo que es la política, pero en el que el tiempo no es un enemigo sino un aliado.

 

Hoy, en esta época de cambio profundo y extremo, la visión “bizca”, con un ángulo de 90º, se estira hasta el máximo, hasta los 180º, de tal forma que el intelectual colectivo debe tener la misma cabeza que Jano aunque su vocación es la de volver a tener una mirada humana. De una parte, el paradigma que explicaba la realidad dominante, la síntesis de la economía neoclásica – neokeynesiana, se ha mostrado incapaz de ofrecer una lectura coherente de la actual crisis y, por lo tanto, no ha podido facilitar herramientas operativas eficaces para combatirla, y, de otra, la opinión pública se encuentra desarmada ante los cambios. Ha sufrido un castigo tremendo en forma de paro y empobrecimiento; el sistema político bipartidista, basado en la delegación de cualquier decisión pública y en la consiguiente despolitización generalizada, se ha mostrado inútil para ofrecer referentes en estas circunstancias, e incluso escandaliza por su deriva hacia la cleptocracia, y todos los valores individualistas y consumistas, que habían descapitalizado el capital social tradicional por ser éste incompatible con ellos, se han convertido en una losa que nos hunde después de haber disueltos los resortes comunitarios que ayudan A resistir. Además, este Jano se enfrenta en la comunicación política, ante unos canales intervensionistas que mediatizan la democracia hasta convertirla en una oligocracia, que han sustituido los contenidos por técnicas de marketing, por impresiones conductivistas que potencian los prejuicios, y que han fabricado, en connivencia con el poder, unos marcos cognitivos hiperrealistas que recrean una realidad artificial y que utilizan la persuasión como arma de manipulación masiva, ante la que nadie somos inmunes.

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