Noé subió al arca ejemplares de todo el reino animal. Sólo a una especie le puso condiciones: a la carcoma. La condición fue que se quedara quieta. La monarquía española, al igual que la carcoma, se subió al carro de la democracia con la condición de quedarse quieta y callada. Las declaraciones del rey contra la Diada de Cataluña publicadas en su página web rompe esa condición constituyente y constitucional por la que la única utilidad del rey era precisamente su inutilidad política. Pero el rey ha tomado partido por el centralismo ¿Se podía espera otra cosa de un Borbón? Pues si, se podía esperar el silencio. No lo ha hecho y con ello ha unido su suerte a la del modelo centralista de España.
Las circunstancias actuales de la familia real no son buenas. La dedicación exclusiva a las bajas pasiones algunos de sus miembros, incluido el monarca, no ha dejado en muy buen lugar a esa familia cristiana y española ejemplar. Todo el mundo los sabia pero nadie se atrevía a contarlo. El Rey era intratable e intocable sino era para la alabanza desmedida y el elogio adulador. Undangarín ha sido solo un bisoño aprendiz de lo que vio y escucho en Zarzuela. Entonces ¿por qué las conocemos ahora sí y antes no?
La explicación hay que buscarla en la campaña que parte de la derecha y la extrema derecha lleva contra el rey desde hace algunos meses. Son ellos, los Zarzalejo, Pedro J. Ramírez, Mario Conde y el mismos Aznar, los que desde distintos foros han abierto la veda real. El objetivo no es derrocar al rey (no hay una derecha republicana en España) sino capturarlo, forzarlo a romper, como ya ha hecho, el pacto constitucional de neutralidad y silencio. A la derecha ya no le vale un monarca constitucional sino que lo quieren de capitán general de los ejércitos de España, aniquilando el Estado autonómico. Esa derecha sabe que vienen curvas y se prepara para ello. Todos los efectivos deben estar en su destino preparados para el combate. Y el rey el primero.
La derechona española le ha dado un ultimátum al rey, y cono en el juego le ha gritado: susto o muerte. El rey ha elegido susto. Pero puede que para muchos millones ciudadanos y ciudadanas del Estado español haya elegido muerte. En todo caso roto el pacto por la carcoma ahora más que nunca la izquierda debe empezar recitar, aunque sólo sea en voz baja, los bellísimos versos de Shakespeare: “Si vivimos, vivimos para cabalgar sobre las cabezas de los reyes…”