Jesus Cabrera.Diario de Córdoba.
El ex coordinador federal de Izquierda Unida defiende que de forma natural los alcaldes no acumulen otros cargos. Asegura que la clase política de hace tres décadas “era más brillante”.
Julio Anguita (Fuengirola, 1941) formó parte de las dos primeras legislaturas del Parlamento andaluz. Llegó al mismo aureolado como el único alcalde comunista de una capital de provincia, Córdoba, y ahí inició una carrera que le hizo llegar a ser secretario general del PCE y coordinador federal de IU.
-¿Qué impresión tuvo al pisar el Parlamento por primera vez?
-Desde la izquierda de entonces, y en concreto desde el Partido Comunista, teníamos la sensación de que íbamos a ocupar una institución que habíamos ganado en buena lid. Entramos con la sensación de que tras aquella victoria se abrían las puertas a cambios no sólo en Andalucía sino en España. Para mí, y en esto no quiero meter a mi organización, la concepción de la autonomía andaluza y del hecho específico andaluz es algo que aprendo entonces. No tengo empacho en decir que el PSA nos hizo andalucistas, porque en la izquierda clásica y la tradicional, que no son lo mismo, tenían una concepción distinta. Teníamos a nuestro favor que la palabra Andalucía, políticamente hablando, aparece por primera vez en la no aprobada Constitución republicana de 1873. Hasta entonces nunca había hecho referencia a un concepto político, acaso geográfico. Observamos ese hecho posiblemente diferencial y lo anclamos en los trabajadores, a diferencia de los catalanes que, según Pujol, lo basaban en la lengua y en la revolución burguesa del siglo XVIII. Entonces, nosotros concebimos la siguiente idea: Andalucía, que ha ganado el referéndum, se ha sentado a la mesa sin que nadie la haya invitado para cambiar el Estado.
-En los tres primeros años es cuando llegan a Andalucía las competencias y cuando se hacen las leyes que conforman la nueva autonomía. ¿Qué aportación tuvieron ahí los comunistas?
-En un primer momento hubo muchas discusiones en el Parlamento en que copábamos el orden del día con propuestas. Hay una sensación de enfrentamiento y de oposición porque sí, y dentro hay una posición de que se dirá que sí cuando haya que decir que sí, pero siempre dentro de una línea política. Esa línea es lo que luego constituyó Convocatoria por Andalucía y es lo que hace que dimita como alcalde porque me hice cargo de su presidencia.
-¿Qué valores tenía aquella clase política frente a la actual?
-Para empezar, era más brillante. La brillantez no la da la época, sino el que la inmensa mayoría eran luchadores o venían recientemente a la democracia, como Hernández Mancha. Había figuras que eran buenos parlamentarios y los demás teníamos, independientemente de lo que hubiéramos leído, línea política, concepciones, ideas, proyectos. Todo eso se ha ido perdiendo porque se han perdido las ideas y se ha instalando el tran-tran; eso sí, con frases grandilocuentes. En este caso sí estoy de acuerdo con los versos de Jorge Manrique de que cualquier tiempo pasado fue mejor.
-¿Había más calidad?
-Había gente más formada, pero esto no quiere decir que ahora no la haya. El conjunto ha bajado.
-¿Se veía venir que el PSOE iba a estar tres décadas en el poder?
-Vamos a ver, en el documento que en nuestro argot llamamos Documento Cero, que se redactó en el despacho de la Alcaldía de Córdoba, se habla de la tentación neocanovista y de las palabras de Alfonso Guerra de que había que imitar al PRI o cambiar su modelo. Él sabía lo que decía y en la política que impulsó el señor Caballos Mojeda cuando se habló del primer subsidio agrario ya se veía lo que había. Lo que se pretendía no era aplicar un hermoso principio sino mediar en una realidad. Después, como estaban todas las cosas por hacer, pues se hacen y se establecen las directrices de poder y se consiguen muchas cosas si hay un partido que primero es mayoritario, luego dominante y por último hegemónico. Es cuando su planteamiento y sus actitudes se convierten en referente ético social. Cuando se habla de régimen, en cierta medida, es verdad.
-En aquella época era impensable la creación de una trama como la de los ERE.
-Lo que ocurre es que Andalucía no puede quedar descolgada de todo el proceso general y esto todavía no ha sido debatido. La derrota ideológica, ética y política de la izquierda se venía gestando desde hace mucho tiempo, antes de la caída del muro de Berlín. La idea de mercado empieza a abrirse paso con una fuerza tremenda. Es el momento del crecimiento sostenido y eso produce dinero y aparece el negocio. Entonces hay ministros como Carlos Solchaga que dicen que España es el país donde más fácilmente se puede ganar dinero. Porque este país viene de la corrupción anterior, porque en la época anterior hubo una corrupción a manta que no salía en los periódicos porque el régimen era corrupto y corruptor. De robar, vamos, y de trincar. Esto continuó porque la Transición fue una transacción: yo me blanqueo pero sigo teniendo el poder, a vosotros, que os hemos encantado, sobre todo a cierta izquierda que estaba deseando ser encantada en la que meto a una pequeña pero poderosa parte del PCE, y para parte de los mortales es muy difícil mantener los principios. Y ocurre esto que tenemos ahora, que es entrar a saco. Somos hijos de nuestra historia.
-Durante buena parte del tiempo que fue parlamentario andaluz compaginó el cargo con el de alcalde de Córdoba. ¿Qué opina de la reforma de la ley electoral andaluza que impide que se compatibilicen ambas responsabilidades?
-Como situación ideal me parece que alguien que es alcalde debe dedicarse a una cosa, como el que es diputado. En aquellos momentos estábamos en una excepción y en la izquierda teníamos como modelo lo que veíamos en Francia, donde los grandes cuadros de la Administración eran también alcaldes, porque el Ayuntamiento te da un conocimiento de la realidad política y administrativa que no te lo da otra cosa. Entonces, los diputados-alcaldes van al Parlamento con un conocimiento mucho mayor que el que llega directamente de la calle. Eso es cierto. Ni se sabe lo que aprendí del Ayuntamiento de Córdoba y eso se refleja. Ahora bien, han pasado muchos años y debe ser una tendencia, no una imposición por decreto que conviene que se asiente en la sociedad, que los partidos comiencen a practicarlo y los ciudadanos empiecen a exigirlo. El que sea alcalde tiene que ser alcalde y el que sea senador, senador.
Aprendamos del españolista Anguita y lo bien que los jesuitas le educaron en el «divide et impera». Sabe que como dándole coba al PSA el PA lo tendrá muy difícil, le da igual que desaparezcan las siglas históricas del partido de Blas Infante.
Lo que no explica es porque a pesar de su carnavalero «andalucismo» rojipardo en Córdoba se han quedao de cuarta fuerza política, por detrás de Sandokán, al que muchos de sus concienciadas y leales huestes han votao a caraperro, sin que les duelan prendas.
Es natural que les hayan ganao rivales de mayor altura que tienen más «fibra moral» que ellos, empezando por su tránsfuga impresentable Rosa Aguilar:
http://www.youtube.com/watch?v=_DKsUqkpN5Q
http://www.youtube.com/watch?v=0i1Fa_mO5oU&feature=related