Colin Tudge argumenta, rebatiendo a las objeciones contra la estrategia biomimética, que la respuesta a ambas preguntas es «Sí».
La «agroecología» es un concepto de gran importancia, supone un cambio en el mundo. Podríamos argumentar razonablemente que si la agricultura y, de hecho, si la humanidad y nuestros semejantes -o, en realidad, el mundo entero- tienen futuro entonces ese futuro estará en manos de la agroecología. Pero, como siempre sucede con conceptos tan amplios , el término mismo, «agroecología», ha sido usado por todo tipo de lobbies para todo tipo de propósitos. Los defensores de las grandes corporaciones incluso han argumentado que los OMG encajan en el proyecto agroecológico porque (supuestamente, durante un tiempo, bajo ciertas condiciones, a veces) hacen posible usar menos pesticidas. Pero la agroecología debe significar que debemos tratar a cada finca como un ecosistema, y la agricultura en su conjunto como un componente clave de la biosfera. De hecho, quiero argumentar que si realmente queremos practicar la agroecología entonces debemos imitar a la naturaleza.
Pero esta idea ha caído mal tanto entre los ecólogos profesionales, los académicos y los filósofos. Primero, dicen los ecólogos, que la naturaleza no es un buen modelo para la agricultura. La naturaleza es en muchos sentidos desastrosa. Si seguimos ciegamente a la naturaleza, destruiremos la agricultura y, de hecho, el mundo entero, más rápidamente delo que lo estamos destruyendo ahora. Tenemos que aceptar que la agricultura es un artefacto y siempre debe ser artificial. Podemos intentar que sea más amigable con la vida silvestre pero no lo haremos imitando la naturaleza misma. Eso de imitar a la naturaleza es una tontería romántica, una coas de hippis. Tampoco podemos simplemente tratar de seguir los «principios» generales de la naturaleza. La naturaleza hace lo que la naturaleza hace – esto, eso, y muchas otras cosas también. No hay «principios ecológicos» coherentes – ni ninguno que pueda razonablemente aplicarse a nuestros propios esfuerzos agrícolas.
Luego los filósofos sugieren que argumentar que la naturaleza es o debe ser un buen modelo para nosotros es incurrir en lo que el filósofo Inglés GE Moore al comienzo del siglo XX llamó «la falacia naturalista». Moore hablaba no de la agricultura, sino de la moral: si es razonable argumentar, como muchos hacen (o parecen) que el buen comportamiento es un comportamiento natural; o al menos que lo que no es natural es definitivamente moralmente malo. Para argumentar que la agricultura que sigue la naturaleza es intrínsecamente buena, o que los métodos de alta tecnología que parecen ignorar la naturaleza son ipso facto malos, es en el mejor delos casos ingenuo, dicen los críticos.
Así que tomemos y revisemos estas objeciones de una en una:
¿Es aconsejable que los agricultores imiten a la naturaleza?
La mayoría de la gente parece estar de acuerdo en que si nosotros, la humanidad, intentamos seriamente sobrevivir más allá de las próximas décadas en un estado aceptable, necesitamos una agricultura que cumpla tres condiciones primordiales. Primero y la más obvia, debe producir suficientes alimentos para sostener y mantener satisfechos a una población potencial de 9.5 mil millones de personas. En segundo lugar, debe ser sostenible; no destruir el hábitat y tener a lo largo del tiempo. En tercer lugar, debe ser resistente; capaz de soportar las circunstancias cambiantes y tener una rápida capacidad de adaptación. Muchos dejan fuera de estas condiciones a la «resiliencia» a pesar de que el cambio climático es la condición más rígida de todas. La extremización y las fluctuaciones del clima de los últimos años son el presagio de décadas, y tal vez de siglos, de cambios venideros,. El calentamiento global es real y eso sobre todo significa turbulencias .
Estas tres propiedades -productividad, sostenibilidad y resiliencia- son las que debemos aprender de la naturaleza. Pues la naturaleza ha sido razonablemente productiva en este planeta durante los últimos 3.800 millones de años, aunque en ese tiempo el clima de la Tierra se ha sufrido variaciones importantes del polo a los trópicos. Mientras que los continentes se han fragmentado y vuelto a recomponer y han cambiado continuamente.
Entonces, ¿cuál es la objeción? Bueno, para empezar, la naturaleza no siempre es particularmente productiva en comparación con lo que es posible, y rara vez parece desarrollar la máxima productividad. Después de todo, la selección natural no favorece la productividad general de los ecosistemas. Funciona principalmente a nivel del gen o de los individuos (en esto hay opiniones que difieren) dentro del ecosistema. Algunos individuos (o poblaciones, o genes) florecerán a expensas de otros y la producción global no estará a la altura de lo que la evaluación fría diría que es teóricamente posible. En términos prácticos, un invernadero bien manejado es muchas veces más productivo que los campos circundantes, y especialmente en estos tiempos inciertos, los cultivos que alberga son probablemente más seguros.
Tampoco los ecosistemas locales son siempre tan sostenibles o resistentes como parecen. Hay colapsos espectaculares. Continentes enteros pueden ser erosionados (Australia es un buen ejemplo ) o cubiertos por los volcanes (gran parte de la India de hoy se asienta encima de un trozo desprendido de Gondwana y que fue simplemente cubierto por la lava hace 60 millones de años). También es cierto que la totalidad de todas las especies que existen ahora en la Tierra es una milésima parte de la variedad de especies que han existido desde que comenzó la vida. La naturaleza, en resumen, parece ser horriblemente descuidada y especialmente despilfarradora.
Pero proponer que debemos imitar a la naturaleza no supone una replicación servil de todo lo que hace la naturaleza. Eso implicaría una masacre de los inocentes y el exterminio en masa al estilo de Sodoma, pero en una escala mucho mayor. Más bien, debemos preguntarnos qué es lo que la naturaleza hace que nos resultaría útil ,y luego, ver si podemos averiguar cómo la naturaleza logra cada logro particular. Este ejercicio de selección puede resultar altamente instructivo.
Previamente hay que advertir , que no necesitamos una agricultura que sea más productiva de lo que es la propia naturaleza. Las recientes afirmaciones del gobierno y la industria (con el apoyo de sectores de la academia) que dicen que necesitamos producir un 50% más de alimentos para el año 2050, sólo para seguir el ritmo de aumento de la población y de la demanda es pura propaganda. La tendencia moderno para maximizar la productividad general a toda costa es muy destructiva y obedece en el mejor de los casos al error y en el peor a la corrupción El mundo ya produce suficiente macronutriente (proteína y energía alimentaria) para sostener a 14 mil millones de personas, que es el doble de la población actual. Y puesto que la ONU nos dice que la población se fijará en unos 9.5 mil millones, ahora producimos ya el 50% más que necesitaremos nunca. Ciertamente, las explotaciones agrarias necesitan producir más alimento humano por hectárea que el que producen los ecosistemas silvestres, por lo general, pero para eso está la agricultura, pero no por ello debemos asumir que tiene que romper todos los límites naturales. En realidad no necesitamos producir 12 toneladas de trigo por hectárea año tras año, o vacas que den 15.000 litros. Tal productividad puede ganar premios e incluso puede ser rentable siempre y cuando el petróleo sea relativamente barato, pero no tiene nada que ver con la ecología o el buen sentido, y si mucho que ver con un comercio internacional fuera de control, al que se le ha permitido hacer sus propias reglas; y con la ciencia que es financiada por el comercio y que ha perdido su dimensión ética. Los invernaderos no pueden ser la norma de la agricultura mundial, por todo tipo de razones. La mayor parte de la agricultura debe llevarse a cabo siempre a ras de tierra en los grandes espacios al aire libre. La naturaleza, en todo el amplio espectro de ambientes salvajes, La naturaleza se superpone espectacularmente en la tarea. En resumen, la naturaleza puede que no sea los más potencialmente productiva, pero si nuestra agricultura fuera tan productiva como la naturaleza, en todas las condiciones de los distintos ecosistemas salvajes, sería de sobra suficiente para satisfacer las necesidades humanas de alimentación.
Las prioridades en las décadas y siglos venideros son la sostenibilidad y la resiliencia, y en esto la trayectoria de la naturaleza es fabulosa. Si pudiéramos seguir adelante durante 3,8 mil millones de años como lo ha hecho la naturaleza y sobrevivir al calor y a la humedad del Eoceno y a todas las heladas de las Edades del Hielo, entonces nosotros, o nuestros descendientes, podíamos estar satisfechos. Así, mientras que puede no ser razonable emular a la naturaleza en todo, dado que la naturaleza es tan variada y parece tan derrochadora; si que vale la pena preguntarnos cómo la naturaleza administra las dotación es de recursos que son necesarios para nuestra sobrevivencia. ¿Como ha logrado ser tan sostenible y tan resistente?
¿Qué características particulares de la naturaleza debemos imitar?
Cuatro trucos básicos contribuyen a la resistencia y resistencia de la naturaleza. Primero, la diversidad: abundancia de especies y abundancia de variaciones genética dentro de las especies, todas mezcladas y renovadas por el sexo. En segundo lugar, entre los individuos y las diversas especies hay competencia, por supuesto, pero en general hay sinergia y cooperación; lo que un individuo excreta a otro individuo le resultad provechosos. y así sucesivamente, y en última instancia, todo resultad en beneficio de todos. En tercer lugar, reciclaje ; los ecosistemas en general son una malla de relaciones entre ciclos, de agua, carbono, nitrógeno, fósforo, lo que usted. Todo circula y todo lo que sale del sistema tarde o temprano vuelve a entrar. Por último, los ecosistemas naturales en general son de bajo insumo. Es cierto que algunos ecosistemas toman prestado de otros y se convierten en sistemas de alto consumo de insumos externos , donde las riquezas de la tierra se encuentra con las riquezas del mar (y el lodo está lleno de gusanos y bivalvos, con una mezcla de parásitos para alimentarse ellos). Crucialmente, sin embargo, ningún ecosistema silvestre hace uso de combustibles fósiles. Todo es impulsado por el sol (con un poco de ayuda de la gravitación a través de las mareas, y un poco de calor geotérmico).
Estas cuatro cualidades básicas se traducen moderadamente en la práctica agrícola. La diversidad de la naturaleza se traduce en policultivo: muchos cultivos diferentes y clases de ganado en la misma finca, todos tan genéticamente diversos como es compatible con la cría práctica (porque si son demasiado diversos son difíciles de cosechar y vender). La sinergia se logra mezclándose como en el cultivo mixto tradicional: tréboles y otras leguminosas en los pastos y cereales; Suero alimentado a los cerdos; y así. Reciclaje es un aspecto de esta sinergia: la forma más obvia de reciclaje es el estiércol de los campos (aunque con refinamientos). La entrada baja de insumos externos en general significa orgánico. La agricultura ecológica debe ser por lo menos la posición por defecto: orgánico debe ser lo que se hace como una cuestión de curso a menos que haya muy buenas razones para hacer otra cosa. La energía necesaria para el funcionamiento de las máquinas (por supuesto, debe haber máquinas) es baja en comparación con la cantidad que entra en fertilizantes artificiales, pesticidas y herbicidas, y puede mantenerse mucho más bajo por prácticas conservadoras (incluyendo el menor cultivo posible). Como un bono no despreciable -y al contrario de lo que se nos suele decir- la productividad de las explotaciones mixtas de bajo ingreso cuando se gestiona bien, se mide en el valor de los alimentos por unidad de superficie, puede ser al menos tan alta como el monocultivo -introducción de granjas industriales.
Las explotaciones agropecuarias que siguen estas prácticas –que imitan a a los ciclos naturales- pueden afirmar que practican la agroecología. La Agroecología, a su vez, es el método de la agricultura sostenible de calidad ; definida como «la agricultura que está expresamente diseñada para proporcionar buena comida a todos sin destruir el resto del mundo». La práctica agroecológica es intrínsecamente compleja y, por lo tanto, requiere altos estándares. Las fincas tan avanzadas que practican la agroecología deben ser intensivas en habilidades. Las empresas que son complejas y requieren mucha experiencia ganan poco o nada con el aumento de la escalas y por lo tanto, en general, es probable que sean de tamaño pequeño a mediano. En resumen: las explotaciones avanzadas que están diseñadas para proveernos a todos de buena comida en el futuro, y que verdaderamente practican la agroecología, son opuestas en todos los aspectos significativos a las explotaciones industrializadas de hoy en día que son anormalmente llamadas «convencionales».
La agricultura industrial de hoy en día no está diseñada principalmente para proporcionar alimento a toda la población y para cuidar el resto de la biosfera. Están dirigidas sin vergüenza, y de hecho es un motivo de orgullo, a la maximización del beneficio a corto plazo: aumento de la riqueza, por cualquier medio. Para maximizar la riqueza y «competir» a nivel mundial con todo el mundo deben maximizar la producción a un coste mínimo. Para maximizar la producción se aplican fertilizantes y todo el arsenal químico bajo la apariencia de la rentabilidad rentable (aunque esto solos sea una apariencia). Los inevitables excedentes que este modelo agrícola industrial provoca se usan para alimentar al ganado, que es en gran medida innecesario (podemos producir toda la carne necesaria para sostener las grandes cocinas sin alimentar tanto concentrado); O bien son quemados y llamados «biocombustibles». Para reducir los costos, los industriales redujeron la mano de obra a un mínimo y luego cortaron un poco más. Las personas son reemplazadas por máquinas. Pero las máquinas son mudas y torpes comparado con la gente y sin la mano experta humana los sistemas deben ser simplificado lo máximo posible. hechos tan simple como sea posible; así se pasa del policultivo de la explotación tradicional al monocultivo industrial. Así los cultivos y el ganado son criados para ser lo más uniforme posible; primero para hacerlos más manejables y más fácilmente comercializables (dirigido a las grandes superficies comerciales) y para alcanzar los límites biológicos de la explotación agrícola y ganadera. En tales sistemas agropecuarios industriales el crecimiento es muy rentable y por ello tienden al monocultivo extensivo y a las grandes fábricas de carne. Hay gobiernos como el británico , que se mueven dentro de la lógica simplista de los algoritmos del mercado neoliberal y la alta tecnología, y ciertos sectores de la academia, que han encontrado ventajoso ir donde está el dinero y apoyan este modelo, utilizando el dinero de los contribuyentes, con fondos públicos. Estos sistemas son claramente destructivos e injustos – y también, y este es el tema central de este artículo, son lo más antinatural. Se burlan, absolutamente, de los principios de la agroecología, y se burlan de los principios de la naturaleza, o al menos de los principios particulares que han permitido a la naturaleza soportar tales penurias a lo largo del tiempo.
Aun así, algunos apologistas de la agricultura industrial creen claramente que están haciendo un buen trabajo, Estos apologistas, entre los que se incluyen incluyen a algunos biólogos profesionales que cuestionan las virtudes de los sistemas naturales que hemos señalado aquí, si los atributos particulares de la naturaleza que he señalado en este artículo y que explican como la tierra ha podido de superar con éxito todos los obstáculos a lo largo del tiempo.
¿Los virtudes de la naturaleza resisten una evaluación rigurosa ? ¿Es realmente lo que necesitamos?
La característica más destacada de la agroecología es el énfasis en la diversidad. Esto, sobre todo, hace posible producir buenas cosechas y ganado con bajos insumos, y reduce el impacto en el medio ambiente. Este tipo de explotación agroecológica requiere un volumen importante de mano de obra cualificada, por lo que la finca agroecológica se convierte en un lugar que genera trabajo. Pero, algunos críticos han preguntado, ¿la naturaleza realmente respeta la diversidad? ¿La naturaleza misma necesita realmente ser tan diversa como a veces es? ¿Las fincas que aspiran a ser agroecológicas realmente necesitan ser tan diversas?
En primer lugar, los críticos señalan, hay algunos ecosistemas muy simples que con muy pocas especies parecen ser muy resistentes y duraderos, incluyendo los vastos bosques de Siberia por ejemplo, que se basan casi exclusivamente en el musgo. Luego está el bosque boreal de Canadá, con sólo nueve especies de árboles predominantes: coníferas y álamo. Esos bosques nacieron tan pronto como el hielo de la última glaciación, 8000 años atrás, y presumiblemente durará hasta que el calentamiento global realmente comience a dañarlos.
En el más absoluto contraste, los grandes bosques ecuatoriales que circundan el globo albergan por lo menos el 90% de las especies del mundo. El bosque neotropical, desde México hasta Argentina y Chile, contiene unas 30.000 especies de árboles aproximadamente, o eso se estima, con casi 300 especies diferentes por hectárea. Si existe una clara correlación entre la diversidad y la sostenibilidad entonces, podríamos suponer, que el bosque tropical debería ser mucho más antiguo que el boreal. Podríamos esperar que se remontara hasta el tiempo de los dinosaurios, cuando las primeras plantas con floración aparecieron en la Tierra.
En realidad, sin embargo, o eso parece, todos los ecosistemas de hoy en día, incluyendo los más diversos son bastante nuevos. Por lo menos, las especies que contienen pueden ser antiguas (y en general las coníferas ubicada más al norte y al sur son más antiguas que las frondosas de los trópicos), pero las asociaciones y las comunidades bióticas de que componen un ecosistema son todas , o casi todas, de menos de 10.000 años. Entonces, aproximadamente, es cuando terminó la última era glacial (aparentemente al menos unas diez en los últimos dos millones de años) y cuando todo cambió. En las altas latitudes en hielo, prácticamente ninguna especie terrestre podría sobrevivir en por lo que toda la selva boreal ha sobrevivido desde entonces. También cambiaron los trópicos que vemos hoy , y se tornaron mucho más irregulares, cambiando hacia la sabana. Por lo tanto, las actuales selvas tropicales tampoco son tan intemporales como parecen. El principio se extiende al mar: la gran barrera de coral y los otros grandes arrecifes de coral del mundo, que son el segundo espacio de mayor biodiversidad junto a la selva tropical, no tienen más de 10.000 años de antigüedad. No son más antiguos que Jericó. Parece, pues, que los ecosistemas notablemente simplificados del norte y la insondable complejidad de los trópicos son de igual longevidad. Ciertamente, no hay una correlación estadística significativa, a gran escala, entre estabilidad, sostenibilidad y diversidad.
Cuando miramos más de cerca el principio de la biodiversidad todavía parece mantenerse. Si alguna especie desaparece en un bosque tropical, o si entra una especie invasora que afecta a alguna fuente de alimento vital, entonces cientos de especies pueden desaparecer a su paso. Un ejemplo de esto último es la introducción de la avispa europea en Nueva Zelanda, que se alimenta de la resina de las coníferas, y así priva a toda una muestra de especies nativas de su alimento tradicional. Observaciones como ésta -la longevidad de algunos sistemas simples y la vulnerabilidad y el flujo en los sistemas más complejos- no sugieren una correlación simple entre diversidad y estabilidad; Y esto a su vez implica que los sistemas más complejos no son necesariamente más sostenibles ni resistentes tampoco.
Pero si miramos aún más de cerca, esta conclusión no es tan robusta. Bajo una perspectiva más amplia encontramos que la diversidad trae beneficios individuales que otra vez son claramente saludables.
Es evidente , como ningún ecólogo o epidemiólogo o veterinario, que he conocido nunca niega; la diversidad protege contra los parásitos, un término general que abarca las plagas y patógenos. En general, es difícil ser un parásito. Los potenciales anfitriones se esfuerzan mucho para defenderse de los parásitos de muchas maneras y para tener éxito, un parásito debe encontrar un camino a través de las defensas de cada anfitrión potencial. En términos darwinianos, cada parásito debe adaptarse a su huésped. Así es que los seres humanos pueden caminar a través de los campos de coliflores, llenos del virus del mosaico (CMV), con la tranquilidad de no se infestado e incluso a través de los rebaños de ganado con la fiebre aftosa. La rasón es que el CMV y la fiebre aftosa no están adaptados a nosotros (todavía). A su vez, las coliflores pueden sentirse bastante seguros contra el sarampión o la gripe. Todos los parásitos, también, necesitan siempre nuevos anfitriones a saltar a – para los que invaden primero son probables morir o inmunidad. La transmisión es en sí misma un problema – puede, por ejemplo, necesitar vectores conformes como áfidos o mosquitos (y los vectores también deben usualmente ser vistos como víctimas). Pero el parásito también necesita una población local de anfitriones agradables. Los CMVs necesitan estar rodeados por más brassicas, y los virus del sarampión necesitan un suministro constante de inocentes que no han sido expuestos antes, o han sido vacunados, y por lo tanto no han adquirido inmunidad. Algunos parásitos -como el bacilo del ántrax- son pacientes y pueden permanecer en el ambiente durante años o incluso siglos, esperando a que aparezca un nuevo huésped. Pero un gran número – incluyendo los virus del sarampión y la fiebre aftosa – no puede. Necesitan un acceso rápido a un nuevo anfitrión.
De ello se desprende, también, que si cualquier criatura infectada no está rodeado por otros de su propia especie que son vulnerables, o si existen barreras específicas entre el infectée y otros hospedantes potenciales, a continuación, el parásito – o al menos el linaje local que – se extinguirá. Por el contrario, una criatura que no está infectada debe permanecer no infectada, siempre y cuando no esté rodeada por otras del mismo tipo que sean vulnerables. Un parásito que invade a un individuo que no está rodeado por más huéspedes potencialmente vulnerables no puede causar una epidemia; Y las poblaciones que incluyen algunos tipos potencialmente vulnerables, pero con una alta proporción de tipos inmunes, será muy poco probable que alguna vez se infecte en absoluto, y se dice que han adquirido «inmunidad de rebaño».
Esto se general se demuestra millones de veces en la naturaleza y en muchas veces en la misma agricultura. Así es que los hongos, y los organismos similares a los hongos, que causan enfermedades del trigo y de la patata han evolucionado como fábricas de producir esporas, miles de miles de millones. Sin embargo, la mayoría de esos hongos ono son particularmente frecuentes en la naturaleza. Rodeados como están por una masa de organismos muy diferentes, cada uno plantea diferentes desafíos, que necesitan una fecundidad extraordinaria para seguir reproduciéndose. Pero -como se ha demostrado en millones de campos de todo el mundo con todo tipo de cultivos- cuando una vez esos mismos parásitos se encuentran en un monocultivo, donde todas las plantas o animales plantean defensas similares, entonces pueden extenderse con gran rapidez y facilidad. La hambruna irlandesa, provocada por una plaga sobre la patata, de 1840 y los varios ataques del Leaf australiano de la hoja en el maíz americano están entre los ejemplos más notorios.
Del mismo modo, los biólogos de la conservación están preocupados por que muchas poblaciones salvajes en estos días no son sólo demasiado pequeñas para subsistir – la falta de hembras reproductoras en cualquier generación podría ser suficiente para acabar con ellos – pero también son genéticamente demasiado uniforme. Los elefantes marinos, los guepardos y los perros salvajes africanos están entre las criaturas salvajes que han pasado por estrechos cuellos de botella genéticos en el pasado (o aún están en ellos) y ahora son altamente homocigóticas; Y muchas otras especies, incluyendo leones africanos, se unen a sus filas. Así que los pocos que quedan son ahora más vulnerables que nunca. ¿Qué biólogo o agricultor dudó alguna vez de esto?
De hecho, la amenaza de los parásitos siempre ha sido tan grande que esto solo parece explicar algunas de las más grandes maravillas de toda la naturaleza. Por lo tanto, en el último recuento había 130 teorías cualitativamente diferentes en la literatura para explicar la enorme variedad de árboles tropicales, y una de las teorías que se ha levantado mejor invoca la necesidad de evitar los parásitos. Los parásitos, como todos los organismos, abundan en los trópicos – el vivir es fácil – y los árboles, que no pueden correr de ellos, se adaptan a su presencia al poner la mayor distancia posible entre ellos y otros árboles de la misma especie – Fruto de los murciélagos para llevar sus frutos, que luego se extendió a lo largo y ancho. Otros árboles de diferentes tipos brotan en los espacios entre ellos. En un frente aún más amplio: el gran biólogo evolutivo WD Hamilton argumentó que los parásitos explican la ubicuidad del sexo. Para la reproducción sexual se requiere una energía enorme y es potencialmente peligroso, e ineficiente – para los individuos que no son hermafroditas y autofertilizantes (que incluye todos los mamíferos y todas las aves silvestres); sólo dos adultos son necesarios para producir cualquier descendencia. Dado que la reproducción asexual – esporas y fisión y parthenogenesis y todo el resto – funciona perfectamente bien con solamente un individuo reproductor , la clase sexual en el mejor de los casos parece derrochadora (como algunas feministas han estado acostumbradas a señalar). Pero, por lo que los biólogos están de acuerdo en general, la reproducción sexual no sirve para facilitar la reproducción, sino para lograr la mezcla genética. Y la principal razón para mezclar, como muchos han dicho, es asegurar que no haya dos individuos en una misma población reproductora idénticos. La razón por la que es tan deseable la diversidad , como dijo Hamilton, es que hace la vida difícil para los parásitos. El peligro de los parásitos, entonces, parece explicar el fenómeno que domina toda la naturaleza, y es el tema más importante de la literatura, cual es la biodiversidad.
El mismo tipo de argumentos se aplican a los nutrientes. El sentido común y la observación ordinaria sugieren que los colectivos de diferentes individuos, ya sean antílopes y cebras en Serengeti o rebaños mixtos de pájaros forrajeros, hacen un mejor uso de los nutrientes disponibles que las especies individualmente . Lo mismo se aplica a los rebaños mixtos y las manadas de animales de la ganaderia . Muchos experimentos tanto en el campo como en el laboratorio (por ejemplo, utilizando poblaciones de protozoos) confirman esta observación general.
En definitiva, al menos yo diría que la diversidad puede ciertamente ser vista como un «principio» de la naturaleza. El sexo es un dispositivo para lograr la diversidad dentro de las especies, a la que casi todas las criaturas dedican una gran cantidad de energía, y muchos sacrifican sus vidas. Algunas criaturas (como hongos) se clonan de vez en cuando, pero en criaturas multicelulares esto raramente ocurre y es más que un dispositivo ad hoc para aumentar rápidamente las poblaciones. Casi todos los auto-clonadores vuelven al sexo a intervalos. En agroecología, la diversidad es central: muchos cultivos y clases diferentes de ganado, levantados uno al lado del otro: cultivos mixtos; cultivo intercalado; agrosilvicultura; Y heterogeneidad genética dentro de cada población.
La búsqueda frenética, en la agricultura industrial, para lograr la uniformidad ( la memoria del Gobierno de 2011, sobre el futuro de la alimentación y la agricultura ecológica incluso recomienda la clonación de animales ), y luego nos encontramos el absurdo de los monocultivos a la mayor escala posible, es perverso. La idea de que la agricultura industrial es, en cualquier sentido de la palabra, «moderna» parece un mal uso de la lengua ya que se burla de todos los conocimientos de la biología moderna. Las extravagancias hipermodernas de la agroquímica y la biotecnología – pesticidas cada vez más ingeniosos y cultivos genéticamente uniformes provistos de genes específicos de «resistencia» – sirven principalmente para contrarrestar, hasta cierto punto, los peligros impuestos por los últimos 100 años de práctica industrial contra las lecciones que la naturaleza nos enseña tan obviamente. No me resulta obvio por qué seguimos teniendo tanto respeto a los líderes de la agricultura de Gran Bretaña. Un solo argumento – que la diversidad es mejor que la uniformidad – revela que gran parte de lo que ha pasado como modernidad durante el siglo pasado, y particularmente durante las últimas dos décadas, es el absurdo más absoluto.
¿Qué decimos pues de la aparente estabilidad, y por tanto de la sostenibilidad y la resistencia; de los pantanos y del bosque boreal, donde parece haber muy poca variedad? Hay varias respuestas :
Una (que puede parecer débil pero no lo es) es que estos ecosistemas aparentemente simples siempre ocurren bajo circunstancias muy especiales. El bosque boreal es, sobre todo, frío. Muy pocas criaturas pueden vivir allí. La presión ininterrumpida de una gran cantidad de parásitos y sus insectos y otros vectores simplemente no existen, salvo de forma estacional y por tiempos muy breves. En resumen (muchos biólogos argumentan) los bosques boreales no necesitan una inmensa variedad para evitar las plagas porque el clima hace el trabajo para ellos. Los musgos de Sphagnum consiguen el éxito que ellos hacen porque ellos también viven en entornos difíciles y llevan a cabo una serie de trucos fisiológicos que han dominado mejor que nadie. Básicamente viven en el pantano , pero a diferencia de la mayoría de las plantas de pantano, como juncos y sauces por ejemplo, que también ayudan a crear pantano, porque contienen grandes cantidades de agua que mantiene todo el espacio incluso en tiempos de sequía. También producen un ambiente ácido que mantiene a la mayoría de las otras plantas a raya.
Pero también: estos ecosistemas salvajes aparentemente simples, a veces casi monoculturales, no son nada tan simples com o parecen. En particular, la microbiota del suelo del bosque boreal,es maravillosamente compleja. Todos los árboles boreales son altamente micorrízicos con literalmente miles de diferentes especies de micorrizas y muchos tipos diferentes en cualquier árbol a la vez. La naturaleza de las relaciones ecológicas entre los diferentes tipos de micorrizas está apenas saliendo a la luz. Los pantanos de Sphagnum, también, pueden estar lejos de ser uniforme. Se conocen alrededor de 120 especies diferentes y muchos tipos diferentes pueden compartir cualquier nicho, cada uno con su propio rango preferido de pH. Los pantanos mismos son anfitriones de una amplia gama de plantas especializadas, como las orquídeas.
En resumen, los ecosistemas simples de los bosques septentrionales y los pantanos de esfagno no son en absoluto como los monocultivos de plantas anuales en una finca de cultivos industrializados con el contenido de carbono del suelo aproximándose a cero y sin biota del suelo. Por el contrario mientras el aglomerado de esfagno está mucho más cerca, en número de especies y ecología general a una pradera tradicional que a una explotación agrícola industrial. Por lo tanto, no podemos justificar los monocultivos agrícolas apelando a la naturaleza porque, en realidad, no hay ecosistemas naturales que sean tan monoculturales como lo es común en la agricultura moderna. Podemos, sin embargo, decir que todos los ejemplos que la naturaleza puede ofrecer señalan a la hacia la diversidad Nada . Incluyendo toda la experiencia de la agricultura industrial, nos orienta hacia el monocultivo, a excepción de los beneficios a corto plazo a veces han sido obtenidos unas pocas personas en la economía de invernadero muy especial que tenemos (temporalmente) creada, divorciada del mundo natural. Sin embargo, el monocultivo, en la mayor escala posible, esta en el orden del día actual.
Todas las otras características principales de la agroecología pueden justificarse de manera similar. La sinergia o cooperación se hace posible sólo cuando hay diversidad. El reciclaje es un aspecto de la sinergia. La agricultura de bajo nivel de insumos se hace más factible cuando muchas especies diferentes se están beneficiando entre sí; la eficiencia de la alimentación, el control biológico de las plagas, y así sucesivamente. Todas estas características son evidentes en la naturaleza y se pueden aprender de la naturaleza. Las cosas malas que la naturaleza parece hacer (borrar o cubrir continentes enteros, por ejemplo) no debemos tratar de emular (aunque éstas en la práctica son lo que hacemos, con la erosión del suelo) . Quizá no sea prudente decir, sin embargo, que la agroecología debe buscar «imitar» a la naturaleza. «Imitar» en este contexto pretende simplemente significar «aprender de»: pregunta cómo la naturaleza hace las cosas que parecen ser buenas. Pero «emular» puede significar «replicar»; Y la replicación acrítica de todo lo que la naturaleza es capaz de, hacer de hecho, sería una tontería. Por otra parte, nadie ha defendido tal tontería, o que debemos abandonar el sentido común. (Yo ciertamente no).
¿ Y qué hay de la otra objeción más amplia: la que alude al hecho de que tomar a la naturaleza como modelo es incurrir en la «falacia naturalista»?
¿La agroecología cae en la trampa de la falacia naturalista?
Filósofos y teólogos parecen haber estado discutiendo sobre si la naturaleza es buena o mala y si, por lo tanto, es bueno o malo comportarse «naturalmente».Para empezar, ¿es la naturaleza, intrínsecamente y tomada globalmente, moralmente buena o mala? La respuesta fácil es, por supuesto, que esta es una pregunta tonta. La naturaleza sólo es. El concepto de moralidad solo puede aplicarse a las entidades pensantes somos capaces de elegir entre diferentes cursos de acción. Puesto que nosotros, seres humanos, somos las únicas criaturas terrenales capaces de tomar tales decisiones (o por lo menos eso solemos suponer), el concepto de moralidad sólo puede aplicarse a nosotros. Aplicarlo a otras criaturas – vacas, gusanos o hongos – no tiene sentido. Y ciertamente no puede o no debe aplicarse al mundo como un todo, lleno como está de todo tipo de entidades, como las rocas y los ríos, que ni siquiera son conscientes (aunque muchas tribus tradicionales y algunos científicos modernos estarían en desacuerdo con esto).(…)
Pero también hay, por extraño que parezca, una razón darwiniana y por lo tanto innegablemente biológica para sugerir que la naturaleza es intrínsecamente buena. La selección natural, después de todo, cuando la despojas a sus huesos -cuando pregunta qué parte del argumento es incuestionablemente cierto- simplemente dice que algunas criaturas (o genes, esto no afecta al argumento) sobreviven mejor que otros; Y que aquellos que son más capaces de sobrevivir son más propensos a producir descendencia que aquellos que son menos capaces. Varias personas incluyendo a Darwin especularon sobre el tipo de características que promoverían la supervivencia y algunos (incluyendo científicos pre-darwinistas como el escocés, James Hutton) sugirieron lo suficientemente común que las gacelas que eran la flota tendrían una mejor oportunidad en la vida que los individuos lentos. -Entrenadores, por lo que es lo que la selección natural debe favorecer. Tales argumentos prevén que las gacelas estarían compitiendo constantemente con los guepardos o en algunas partes con los lobos, o incluso compitiendo con sus compañeros para escapar de guepardos y lobos. El propio Darwin veía la competencia como un motor clave de la selección natural ,y con esto es con lo que se han quedado la mente de la mayoría de las personas, incluyendo la mayoría de los biólogos, cuando piensan en la selección natural.
Pero el mismo Darwin observó cuán a menudo vemos la cooperación en la naturaleza , y confesaba estar desconcertado por ello. Sin embargo, si preguntamos, con una aproximación fría, y sin prejuicios, cuál es la mejor táctica de supervivencia que podemos adoptar; la respuesta es la estrategia cooperativa. La vida como un todo, por todo lo que afirmo Tennyson es fundamentalmente cooperativa. La cooperación supera a la competitividad. La vida debe haber comenzado como una cooperativa entre diferentes clases de moléculas de orígenes separados. El organismo es una clase maestra en cooperación. Lo mismo ocurre con los ecosistemas, tomados en conjunto. Así es el universo. Si no fuera así, todo se desintegraría.
Todas las grandes religiones, en su esencia, están de acuerdo en que la mayor de todas las virtudes es la compasión. La compasión es el núcleo de la moralidad, como el actual Dalai Lama enfatiza constantemente. La compasión implica una verdadera preocupación por los demás, ya sean de la misma especie o de otras especies. Esta preocupación nos viene naturalmente. Es una característica evolucionada. La raíz biológica de la compasión, sugiero, es el deseo de cooperar – un deseo favorecido por la selección natural porque conduce a la cooperación que es la principal táctica de supervivencia.
He desarrollado este argumento en mi último libro, ¿Por qué los genes no son egoístas y la gente es agradable. Muchos dirán, sin duda, que es ingenuo, pero nadie lo ha derribado y me parece proporcionar una buena defensa -una defensa biológica- de la noción de que la naturaleza es innatamente buena, ya que la naturaleza es cooperativa y la cooperación lleva a la compasión Y la compasión es el núcleo de la bondad. Así que el argumento reivindica, al menos en parte, la idea de que debe ser bueno emular la naturaleza.
Pero en realidad, podemos cortar toda esta línea de pensamiento simplemente señalando que la apelación del agroecólogo a la naturaleza no tiene nada que ver con la falacia naturalista que es una cuestión de moralidad. Los agroecólogos no buscan emular a la naturaleza porque eso es moralmente buena y pueden facilitar su paso al Cielo, sino porque funciona. El punto no es moral, sino práctico. La brecha entre lo real y lo moral que algunos han sostenido es infranqueable y no necesita realmente ser puenteada. La apelación de gran resonancia a la falacia naturalista simplemente no es apropiada. Me he detenido en argumentar sobre esta cuestión porque hay personas inteligentes que lo han planteado y obstáculos como este no deben dejarse sin remover.
En resumen: no podemos ,y obviamente no debemos, buscar replicar todo lo que hace la naturaleza. Eso sería ridículo (y por supuesto imposible). Pero podemos identificar las características particulares de los ecosistemas que parecen valer la pena intentar igualar: su productividad encomiable, aunque rara vez máxima, bajo todo tipo de circunstancias. La persistencia y la capacidad para adaptarse a las condiciones cambiantes. Estas características (cualesquiera que sean las restricciones y cláusulas condicionales) parecen estar relacionadas con su diversidad, las sinergias que nacen de esta diversidad y los insumos generalmente bajo, ciertamente libres de combustibles fósiles.
Así que continuaré argumentando que los agricultores deben imitar a la naturaleza, aunque tendré más cuidado en señalar que el «debería» no se debe entender en el sentido moral, e «imitar” no significa «seguir servilmente».
Colin Tudge, 14 de febrero de 2014
(…) En este último apartado hemos suprimido una extensa divagación cuasi teológica sobre la falacia naturalista que era ajena sobre en argumento central de la legitimidad moral de imitar a la naturaleza.
Traducción de P36.