Cuando se prepara un proyecto estadístico para volcar los datos a un estudio macroeconómico se suelen usar todo tipo de índices y variables econométricas para asegurar la fiabilidad correlativa de los datos usados. Es decir, que sirvan para un estudio homogéneo de factores dispares.
Las correlaciones entre renta disponible, tasa de paro, PIB nominal vs. PIB real, índices de precios, Valoración a precio de Mercado o Valoración a precio de Coste, Renta Nacional, Valor Agregado, etc.… suelen tomarse estadísticamente como elementos con una fuerte correlación que ayudan a la explicación de los distintos escenarios económicos analizados y de los que se desprenden las distintas teorías o hipótesis que se suelen hacer dentro de la Política Económica convencional.
Obviamente son herramientas que ayudan y mucho al estudio económico, pero no pueden tomarse siempre como valores absolutos en cuanto a la economía comparativa ya que hay otros índices y aspectos que nos obligan a tomarnos estos parámetros con cierta distancia so pena de incurrir en la tan peligrosa “normalización” de los distintos caracteres que la realidad presenta.
Uno de esos índices o factores a tener en cuenta, y sin duda uno de los más olvidados, es la Varianza tomada como la distancia de cada uno de los elementos del espectro analizado respecto a la media que puedan conformar. Un alto nivel de varianza puede “esconder” que el estudio que estamos haciendo no es el mas idóneo por la disparidad de la naturaleza de los elementos sujetos al estudio, o incluso darnos una idea engañosa de “homogeneidad” que nos lleve a unas conclusiones erróneas.
Si tenemos en cuenta los parámetros en los que se mueve la Contabilidad Nacional en sus distintas vertientes, tales como la Tasa de Paro, Renta per Cápita, etc… Y no introducimos variables que contemplen el nivel de varianza existente (tales como medias dinámicas, percentiles y cuartiles, etc, que nos permitan ante todo darle a la muestra estadística el nivel de amplitud que tiene) corremos el riesgo de entender la citada muestra con un nivel de “normalización” que no posee, y por tanto, quedará irremediablemente “contaminada” para ser usada en los estudios macroeconómicos.
Haciendo un paralelismo con la “prima de riesgo”, donde se mide la diferencia del bono de cada país a 10 años respecto al bono alemán, y trasladando esa referencia a los niveles de varianza muestral en cuanto a Contabilidad Nacional, tendríamos que si Alemania sería el nivel cero de varianza interna (por nivel de renta, paro, etc. ínter territorial), habría en Europa tres países campeones en cuanto a disparidad interna en sus datos económicos.
La tasa de Paro, por ejemplo, en Italia es del 11,1 %, pero comparando internamente esa tasa en las distintas regiones italianas se observa que la varianza de este dato es enorme, existiendo diferenciales de 27 puntos entre el más alto y el más bajo. En el Reino Unido la tasa “oficial” paro es de un exiguo 4,5% (casi pleno empleo), pero la de Gales por ejemplo supera en 10 puntos a la media del país y la de Escocia es de un 9,5%. Solamente el PIB de la City Londinense (no de Londres) equivale al 12% del total del PIB Británico, mientras el porcentaje del PIB Galés no alcanza el 7% del total.
Esto es la Varianza, la diferencia respecto a la media, y por la existencia de esa disparidad entre los distintos sujetos de estudio, tiene que tener un peso importante a la hora de querer sacar conclusiones demasiado generales para una muestra que en muchos casos no es nada general y si bastante “particular” o heterogénea en sus elementos.
Sin duda, el otro gran campeón europeo dentro de las diferencias ínter territoriales es España, donde cada uno de los parámetros usados en la Contabilidad Nacional para hacer política económica, es continuamente torpedeado por la varianza existente entre los distintos datos desagregados por territorios, existiendo la noche y el día entre, por ejemplo, Euskadi y Andalucía o entre Catalunya y Extremadura, por poner los ejemplos mas extremos.
Querer hacer Política Económica en base a estudios generales y al dictamen de la Contabilidad Nacional sin tener en cuenta la desigualdad territorial existente es como usar la estadística para aquel viejo dicho de “tu tienes dos vacas, yo ninguna, ergo ambos tenemos estadísticamente una vaca cada uno…”. Y ésa precisamente es la política económica que se hace desde Madrid, desde donde se considera que todo es igual para todos porque todos somos iguales.
El nivel de la recuperación económica de la crisis, del que nuestro gobierno se jacta día si y otro también, es ahondar mas en lo dicho, ya que no se recupera igual Andalucía que Euskadi puesto que ambos tuvieron formas distintas de sufrir la crisis y por ende de poder salir de la misma. No por ser mas rico un catalán, un navarro o un madrileño, deja de ser menos pobre un andaluz, un manchego o un extremeño a pesar de que los datos confirmen machaconamente la supuesta “recuperación económica” de estos dos últimos años en términos generales.
Por tanto, ante escenarios económicos distintos y con una varianza importante, la única solución lógica es la de tener distintas vías de políticas económicas adaptadas a cada territorio, o lo que es los mismo, tendríamos que recurrir a una especie de Federalismo Económico para implementar distintas opciones a la salida de la crisis en función de la magnitud de su golpe (el sector de la construcción, la falta de empresas de gran tamaño, niveles anteriores de paro y renta por debajo de la media, etc..) y en función de las características particulares de cada pueblo, de forma que nos permitan acertar, primero en los análisis para posteriormente, implantar las medidas necesarias para su corrección a distintos niveles.
Europa nos enseña dos vías cuando se encara el problema de la desigualdad territorial interna, el modelo (por llamarlo de alguna forma) italiano, en el que el modelo como tal no existe o no importa, y el modelo británico, con el referéndum escocés incluido aunque perdido, para solventar las distintas formas de encarrilar la salida de la crisis de países con múltiples realidades nacionales. En los resultados del referéndum del Brexit también se demostró perfectamente la disparidad del voto en función de las particularidades de cada territorio.
España, debido a su heterogeneidad, debe tener en cuenta los variados factores que presenta dentro de su propia realidad, dando libertad a cada territorio para que, dentro de un amplio campo de competencias económicas, pueda ayudar mejor a sus ciudadanos a salir de esta horrible década que venimos padeciendo. Para poner un ejemplo sencillo y clarividente bastaría con fijarnos en las necesidades energéticas de cada territorio, distintas en cuanto a oferta y demanda a pesar de que todas ellas estén sujetas a un único Mercado Nacional Energético con competencia exclusiva del Estado Central. Las enormes necesidades de electricidad de las grandes ciudades como Madrid, Barcelona o el resto del litoral mediterráneo (que concentran el 80% de la población) nada tienen que ver con la del resto del país, escasamente poblado y con recursos de producción de energía que para nada pueden o deben regularse al dictado de Madrid. Dicho de otro modo, los habitantes de Teruel o Soria no deberían pagar en sus recibos de la luz el coste de una moratoria nuclear que sólo ha beneficiado a las grandes urbes o un impuesto al carbón que ha venido alimentando secularmente a las industrias siderúrgicas vascas.
Si las competencias en un Estado Federal se remiten únicamente a la “sanidad universal”, o la “educación universal”, poco puede ayudar el federalismo a la mejora de la vida de la personas, si por el contrario, el Federalismo es entendido como la capacidad otorgada por el Estado en materia económica a los distintos pueblos que conviven dentro de una misma Nación para que ellos mismos sean los organizadores de sus economías significará que cada pueblo o nación será libremente responsable de su propio y autóctono desarrollo económico según sus fortalezas y sus debilidades, donde, partiendo de un modelo de solidaridad simétrica heredado de verdaderos movimientos económicos pasados, se consiga un desarrollo asimétrico de cada uno, ya que no se debe pretender la homogeneización sino la hegemonía necesaria para el cambio de modelo de estado.
No se puede pretender perpetuar el modelo subvencionado actual, donde, al igual que se hace desde Europa, las regiones más ricas usan sus excedentes para “subvencionar” a las regiones más pobres a cambio de mantener la misma estructura productiva. Y por ello, Andalucía debe dar el salto, tarde o temprano, para pasar de dicho modelo a un modelo endógeno de producción, adecuado a nuestra propia realidad. Al igual que no podemos pedirles al resto de España que nos mantenga el nivel de renta a perpetuidad, tampoco deben pedirnos ellos que nuestro desarrollo se haga bajo sus parámetros de contabilidad nacional. Sacrificar parte del nivel de renta actual por un futuro garantizado y propio o mantener el mismo sistema actual y depender de los demás, esta sería la disyuntiva que Andalucia debe plantearse.
Es evidente que esta apuesta a corto plazo será lesiva para nuestros intereses, qué duda cabe, pero también lo es que el relato político en el que vamos a movernos durante las próximas décadas será casi exclusivamente territorial, por lo que la necesidad de una apuesta clara por la potenciación, a medio y largo plazo, de nuestro tejido productivo, que a su vez conlleve más autonomía, debe estar por encima de cualquier discurso, porque esto será, dado el nivel de enfrentamiento actual y futuro, lo único que nos va a quedar para seguir existiendo como pueblo.
Vicente Algarín.
El gran problema que tiene Andalucía y los Andaluces es que los tributos que se generan en nuestra Comunidad no se quedan aquí. Pongo ejemplo como el Puerto de Algeciras donde las empresas tributan en Madrid en vez de hacerlo en Andalucía por la actividad producida aquí, también ocurre con el Polo Químico de Huelva, etc. Si a todo esto le sumamos que el IVA producido en Andalucía no se queda tampoco en nuestra Comunidad, pues he ahí el resultado que nos ven como una Comunidad subsidiada. Imaginemos que solo se quedara en Andalucía el IVA producido por el turismo en nuestra Comunidad ¡cuanto dinero habría! En fin hay una cosa que casi nunca o nunca se dice, porque no interesa que se sepa, que de Andalucía sale muchísimo dinero para resto de España.
Entonces la política en Andalucía con respecto a la financiación tiene que ser todos los tributos que se producen en Andalucía deben de quedarse en nuestra Comunidad, y luego la Administración Andaluza entregaría una cantidad al Estado de forma solidaria, algo como se hace ahora con el cupo Vasco.