Antonio Cabrales.
24/05/2010.
Acaban de aceptarme un artículo (disponible aquí) que escribí con Esther Hauk en el Economic Journal, la revista de la Royal Economic Society, y mientras lo releía para comprobar si aún quedaba algún error ortográfico, me di cuenta de que algunas de las cosas escritas allí son claramente aplicables a España. De manera que he pensado compartir estas ideas con ustedes. El título es bastante explicativo, me parece: “La calidad de las instituciones políticas y la maldición de los recursos naturales”.
En primer lugar, ¿qué es la maldición de los recursos naturales? La expresión aparece por primera vez en un artículo de Richard Auty, aunque la hicieron realmente famosa
Sachs y Warner (otra estudio de la misma idea por estos autores se encuentra aquí). Lo que todos estos autores mostraban es que los países con mayores dotaciones de recursos naturales crecieron más despacio que el resto en la segunda mitad del siglo XX. Un fenómeno relacionado es lo que se llama la enfermedad holandesa (Dutch disease), que aparentemente fue inventado por The Economist a raíz del estancamiento que produjo en Holanda el descubrimiento de un gran yacimiento de gas natural.
La explicación más estándar de este mal holandés es que el descubrimiento y explotación de los recursos naturales generalmente conduce a grandes beneficios. Estos beneficios inducen la entrada en aquella industria extractiva a expensas de otros sectores, aumenta la renta nacional y la demanda creando presiones inflacionistas. Al mismo tiempo, el superávit comercial genera la entrada de capital y la apreciación del tipo de cambio real. Esto hace que los beneficios del resto de los exportadores caigan fuertemente, lo que atrae aún más capacidad en el sector de los recursos naturales. Los resultados a largo plazo, una vez que el boom se acaba, son la estanflación y una tipo de cambio real sobrevalorado.
La cuestión es que la maldición no afecta de manera universal a todos los países. Algunos países, Holanda incluida, parecen ser inmunes a la enfermedad. Australia, Botswana, Noruega o Canadá se han desarrollado sin graves problemas a pesar de que disponen de recursos naturales en gran abundancia. Nuestro artículo, así como uno de Mehlum, Moene y Torvik, muestra que la calídad de las instituciones determina el que los recursos naturales sean una maldición o una bendición. Los indicadores de calidad de instituciones que usamos, elaborados por el Banco Mundial (y disponibles aquí) eran: efectividad del gobierno, control de la corrupción y calidad regulatoria.
Para explicar esta observación desarrollamos una teoría, que sugiere que el vehículo a través del cual los recursos naturales afectan al crecimiento es la educación. ¿Y cómo entran las instituciones políticas en juego? Nuestra idea es que en presencia de una vigorosa competencia política, los partidos compiten a base de ofrecer oportunidades de formación a la población. En situaciones más monopolísticas, los que están instalados en el poder le tienen miedo a la educación. Una población educada es más propensa a la rebelión, porque si la hacen, gestionarán con más éxito los recursos. De manera que los poderosos prefieren dar pan y circo antes que un buen curso de matemáticas.
En este punto es posible que más de un lector se pregunte por qué saco a colación lo de los recursos naturales si quiero hablar de España. Al fin y al cabo, no tenemos petróleo, ni oro (o al menos no ahora), ni otros minerales particularmente valiosos (alguna vez tendríamos que hablar de lo que nos cuesta el apoyo al carbón nacional), que es de lo que suele hablar la gente que realiza los estudios que menciono, incluido yo mismo. Pero esto es justamente de lo que me di cuenta releyendo mi artículo. España tiene un recurso natural que no es muy distinto al petróleo. Tenemos sol y playas. Los cuales generan una industria extractiva que destruye el medio ambiente local pero genera una cantidad de riqueza considerable. Y como he argumentado anteriormente esto no es necesariamente ni bueno ni malo. La riqueza generada por el recurso natural se puede usar para producir más capital humano en el futuro y preparar a las generaciones que vengan a gestionar ese recurso, u otros, de la mejor manera posible. O puede dilapidarse en corruptelas varias, pan y circo.
En este sentido, hay varios datos españoles que me preocupan. Por ejemplo, si miran las estadísticas del ministerio de educación, verán que el ranking de abandono escolar prematuro está liderado por Andalucía, Baleares, Extremadura, Murcia, Castilla la Mancha, Comunidad Valenciana y Canarias. Una buena combinación de las más pobres y las que tienen la costa más desarrollada (Andalucía tiene las dos cosas, pero la Comunidad Valenciana y Baleares no son particularmente pobres). Los datos de PISA también son reveladores en esto. En PISA no hay datos para todas las comunidades autónomas de España, porque no todas solicitaron un informe extendido con un tamaño muestral suficientemente grande. Están Andalucía, Aragón, Asturias, Cantabria, Castilla León, Cataluña, Galicia, Navarra, País Vasco y La Rioja. Las dos comunidades con peores resultados (por ejemplo, con mayores porcentajes de personas en los niveles más bajos) son Andalucía y Cataluña. El hecho de que Baleares, Murcia o la Comunidad Valenciana no estén también me resulta llamativo. Sospecho que no iban a salir muy bien paradas. La evidencia es circunstancial, pero me temo que tener buenas oportunidades de trabajo en la playa es venenoso para el sistema educativo. Esa es nuestra maldición de los recursos naturales.
Porque, además, la causalidad no va en una sola dirección. Los recursos naturales son desaprovechados en lugares con malas instituciones. Pero los recursos naturales, a su vez, corrompen las instituciones (ver por ejemplo el artículo de Jensen y Wantchekon) o causan incluso conflictos civiles (como muestran Collier y Hoeffler).
La corrupción, el ladrillo y los malos resultados educativos parecen estar más concentrados de lo deseable en los lugares con climas privilegiados. De momento no podemos hacer mucho para cambiar el clima, aunque todo se andará. Así que deberíamos vigilar que la competencia democrática y las instituciones sean particularmente vigorosas en los lugares más amenazados. Para así transformar la maldición en una bendición. No hay motivo alguno por el que la Comunidad Valenciana o Baleares no se puedan transformar en la California y la Florida de Europa. Pero para eso hay que invertir más en la universidad y menos en Terra Mítica.
Publicado en : http://www.fedeablogs.net/economia/?p=4376