María de los Ángeles, hija de Blas Infante, escribió en 1979 esta carta a su madre: “Ella nos contaba cuando fuimos mayores, bebiéndose las lágrimas y tragándose su amargura, que procuró que no nos faltara de nada acordándose de los deseos de mi padre cuando le tenían preso. Mi madre fue vendiendo todo lo que era patrimonio suyo, pero jamás consintió deshacerse de la casa de Coria del Río que con tanto cariño él había hecho. Mi madre considerada esta casa como su tumba. No cortaba las flores del jardín hasta que no estaban secas, considerando que, como no tenía tumba donde llevarle flores, fueran éstas las suyas. Eso sí, se levantaba muy temprano, para coger los jazmines con el rocío de la mañana y los ponía delante de los retratos de mi padre que teníamos esparcidos por la casa”.
Blas Infante construyó una hermosa casa andalusí en una colina de Coria del Río. En el pueblo la llamaron el castillete porque se divisaba desde los cuatro puntos cardinales. La llamó Dar al Farah: la Casa de la Alegría. Fue su testamento arquitectónico y paisajístico. Cada piedra, cada zócalo, cada flor, cada árbol, huele a él. En la fachada colocó un escudo de Andalucía. Sobre el piano, el himno. En la habitación de su madre escribió en aljamiado cuánto la quería. En unos azulejos dibujó la evidente huella morisco-andalusí de El Quijote. En un arriate sembró y afloró el rosal quemado de Seisdedos, el anarquista que se murió junto a los suyos en Casas Viejas. La rodeó de almendros para que pareciera nevar en primavera como en la Medina Azahara de su Motamid. Tardó años en construirla porque permitía los errores premeditados de los albañiles para alargar el tajo y pasar menos hambre… De allí lo sacaron para asesinarlo en el Km. 4 de la carretera a Carmona. Un lugar simbólico atravesado hoy por autovías y consentidamente oculto entre construcciones industriales a la entrada de Sevilla. La misma ocultación con la que condenará la Junta de Andalucía a su propia casa en el año 2010 declarado hipócritamente a su memoria.
Fue Gaspar Zarrías quien promovió la conversión de la colina de los almendros en un parque temático donde Blas Infante pasaría a ser una anécdota. Primero hizo el museo de la autonomía. Y ahora la Consejería de Presidencia promueve un artefacto de mil metros cuadrados que la ocultará visual y emocionalmente. Hasta hace unos días se iba a destinar a la recuperación de la memoria histórica. Paralelo 36 Andalucía denunció la duplicidad de edificios con el prometido para 2014 por la Consejería de Justicia. Tras este escándalo administrativo que evidencia la desorganización de la Junta, se esconde la aviesa intención de fragmentar la memoria andaluza como si fuera el disco duro de un ordenador. Ahora dicen que se referían a la memoria democrática, es decir, a lo mismo que ya existía. Un engaño al movimiento social para la recuperación de la memoria histórica. Un fraude a la memoria de Blas Infante. La demolición moral de su tumba. En el año dedicado a su recuerdo no habrá jazmines, ni rosales, ni almendros en su casa. Sólo cemento para no se sabe qué.
Llevan, querido Antonio Manuel, toda la vida demoliendo su legado y jamás lo lograrán. Llevan, amigo, toda la vida tergiversando su pensamiento; no lo lograrán. Llevan, toda la vida enterrando una historia, pero no lo lograrán, porque, parafraseando -y cambiando-a Galdós, Infante hizo posible que incluso entre los muertos haya siempre una lengua viva para decir que Andalucía no se rinde».