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La conquista de Granada: nada que celebrar

 

Rafa Rodríguez

La convivencia ciudadana necesita respeto por la memoria, liberándola de falsificaciones y manipulaciones interesadas, incompatibles hoy día con los valores de una sociedad democrática, y por lo tanto no se puede imponer una interpretación única de la historia, menos cuando esa interpretación es racista, exalta la intolerancia religiosa y lo hace además celebrándolo desde el militarismo.

 

La democracia no es solo un sistema jurídico, es sobre todo un sistema de valores que se cimenta en el respeto al otro, en la tolerancia y en la defensa de diversidad cultural. Lo ritos son importantes porque representan lo que nos uno por encima de nuestras diferencias y por eso los ritos que son exaltación de valores xenófobos, que atraen la llegada de organizaciones ultraderechistas, son materiales tóxicos que destruyen nuestra convivencia.

 

La historia de Andalucía es, como la de todos los pueblos antiguos del mediterráneo, una historia compleja que nos ha proporcionado una identidad rica por su mestizaje. Los andalucistas defendemos la unidad de la historia de Andalucía, desde Tartessos hasta nuestros días. Todas las culturas que se sucedieron durante siglos son culturas andaluzas, es más, el sustrato popular ha sido un continuo que nos ha trasmitido esta cultura rica cuyos bienes han sido un producto colectivo y por tanto la mayoría anónimos.

 

En esta historia, Al-Andalus tiene un protagonismo decisivo, porque fue un periodo de esplendor cultural gracias al cual la cultura clásica volvió a Europa hizo posible el renacimiento a partir del cual se explica la modernidad, la ciencia y la libertad.

 

Los grandes monumentos arquitectónicos donde nos identificamos emocionalmente como un pueblo dotado constitucionalmente de unidad y autonomía política son todos símbolos del periodo andalusí. La Alhambra de Granada, el Alcázar de Sevilla, la Alcazaba de Almería o Málaga, la Mezquita de cordobeses, Medina -Azhara, fueron construidos por artistas andaluces. Son obra de la singular y rica cultura andaluza.

 

La Toma de Granada es la celebración de un expolio cultural, de una conquista militar que se impuso por la fuerza y que desató una represión contra el pueblo que ha durado siglos.

 

La interpretación histórica de que hubo una reconquista es un mito inventado siglos después de la conquista de Granada en 1492 al servicio de una visión de España intolerante, centralista, excluyente y por lo tanto profundamente antidemocrática. Una interpretación incompatible con la convivencia de una pluralidad de sentimientos nacionales, incompatible con un Estado plurinacional, porque con esta celebración de cada 2 de enero la de la Toma de Granada, están aplaudiendo la matanza y persecución de los granadinos de hace 500 años. Aquellos granadinos son nuestros antepasados, no unos invasores. Ningún pueblo libre celebra festivamente una guerra de conquista y, mucho menos, la represión de su identidad cultural. Tras la conquista vino el incumpliendo de las capitulaciones, la persecución de la diferencia, la quema de libros, la inquisición, la limpieza de sangre, la guerra civil y las expulsiones en masa de los judíos y moriscos. No eran árabes los que habitaban Granada en 1492, eran granadinos, andaluces de distintas confesiones religiosas que fueron obligados a huir de su tierra para imponer a sangre y fuego una unidad religiosa como fundamento de la unidad política. Andalucía no fue reconquistada, no fue una Toma, fue una conquista. Por lo tanto nada que celebrar.

 

 

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