05/08/2011.EE.UU. ha protagonizado un triste y humillante episodio en torno a la necesidad de un acuerdo entre demócratas y republicanos para incrementar el límite legal de su endeudamiento público con un aparente (y transitorio) final feliz justo unas horas antes de que se agotase el crédito con la amenaza de que cerca de 90 millones de personas no hubiesen podido recibir su cheque de ayuda.
Al mismo tiempo, España e Italia han visto como aumentaba el precio de sus títulos de deuda pública hasta superar en el caso de España los 400 puntos básicos con respecto al bono alemán a pesar de estar nominados en la misma moneda, el euro. Las consecuencias de este encarecimiento de los intereses que tiene que pagar el estado a los tenedores de su deuda son terribles ya que desplaza el gasto público social y productivo y “expulsa” el crédito para la inversión privada. Ni la cumbre del euro ni el anuncio de elecciones anticipadas (al parecer forzado por Prisa – ver el editorial de El País del 18 de julio -) ha servido para contentar a los mercados. Al contrario, han desatado una escalada en la subida de la prima de riesgo nunca vista hasta ahora.
Ambas realidades tienen una raíz común: la crisis ha venido motivada (como causa inmediata) por la creación de dinero “ficticio” mediante entidades multinacionales en mercados secundarios a través de nuevos activos financieros que generaban crédito y anticipaciones sobre la producción real al margen del los estados (tal vez la principal característica de la globalización) y mediante la deuda soberana de EE.UU. gracias a su condición de moneda reserva como activo de los bancos centrales de todos los estados (la conexión entre ambas dinámicas reside en la relación entre wall street y la Reserva Federal – la FED -).
En la primera fase de la crisis, se “destruyó” dinero privado mediante la pérdida de valor de los activos de empresas y particulares con la consiguiente recesión que ponía al descubierto la hipercapacidad productiva mundial en la que solo podían resistir los que tenían una ventaja tecnológica o producían muy barato porque los trabajadores carecían de poder de resistencia y porque externalizaban sin dificultades el daño ambiental, como en el caso de China.
En esta segunda fase se está destruyendo “dinero público” porque la recesión y la presión para rescatar a los que “no podían caer”, sobre todo las entidades financieras, han incrementado el déficit y la deuda de los estados, convirtiendo, en la práctica, la deuda privada en deuda pública.
En esta fase, los mercados financieros (y sus instrumentos como las agencias de calificación de riesgos) están ayudando al dólar y castigando al euro. Intentaremos explicarlo.
La agudización de esta segunda fase de la crisis se está gestando, al igual que ocurrió en la primera, en torno a EE.UU que es el estado que tiene la deuda soberana mayor del mundo, lo que sólo ha sido posible por la condición del dólar de moneda reserva. Si esta situación cambia porque se sustituye su condición de moneda reserva por otras monedas como el euro, el dólar caería provocando un caos financiero y económico mundial. Así, aventuramos que la crisis de la deuda pública norteamericana que se ha presentado como un episodio político muestra en realidad una preocupante realidad económica subyacente. La tensión entre los partidos no respondería pues a simples cálculos electorales sino a las distintas estrategias de los grandes grupos económicos para dirigir esta transición en la que nos encontramos. Sin embargo los agencias de calificación de riesgo siguen manteniendo a EE.UU. entre el grupo de estados privilegiados que ostentan la máxima solvencia, la AAA.
Por el contrario la crisis del euro no se debe a una realidad económica sino política ya que es la debilidad institucional del euro la que ha permitido que los “mercados” se dirijan contra los estados que presentan una mayor vulnerabilidad por su situación económica y que carecen de mecanismos monetarios para defenderse, como las devaluaciones o depreciaciones de sus respectivas monedas. Así, las apariencias estarían invirtiendo la realidad: lo que se nos presenta como una crisis política (la del dólar) es en realidad una crisis económica de gran envergadura mientras que la que se nos presenta como una crisis económica (la del euro) es una crisis de raíz política.
España, a causa del modelo impulsado conjuntamente por el PP y el PSOE, presenta indudables debilidades en su economía real: la mayor tasa de paro (22%); alta temporalidad en el empleo; déficit estructural en la balanza de pagos; altísimo endeudamiento privado (interno y externo); alta dependencia energética; gran fraude fiscal; alta tasa de economía sumergida; ausencia de sectores estratégicos capaces de sustituir al sector de la construcción; alta tasa de fracaso escolar; problemas en el sector financiero por el riesgo asumido por la concesión de créditos a empresas de la construcción, etc. La mala gestión de Zapatero ha añadido una tasa de déficit público en el año 2009 del 11% (la mayor de la historia) lo que ha provocado que se multiplique por dos la deuda pública (que era bastante baja).
Sin embargo, precisamente nuestra pertenencia al euro debe ser un escudo para superar estas circunstancias. La zona euro presenta, en su conjunto, una buena situación ya que su balanza de pagos está equilibrada y “sorprendentemente”, a pesar del ataque a la deuda de sus estados periféricos, el cambio entre el euro y el dólar está muy alto (1,43 $/€). Si España tuviese moneda propia ésta se hubiese depreciado ya con las consiguientes ganancias de competitividad. Sin embargo, al pertenecer al euro no puede entrar en acción este mecanismo equilibrador pero, a cambio, la dimensión de la moneda europea debe impedir ataques especulativos a la deuda de los estados de su área siempre que tenga el diseño institucional suficiente. Y aquí es donde la Unión Europea ha mostrado sus debilidades ni siquiera corregida por los acuerdos de la cumbre del euro que han reconocido implícitamente que las condiciones de los rescates a Grecia, Irlanda y Portugal eran imposibles de cumplir incluso a costa de imponer a los trabajadores y a las clases medias de esos estados unas condiciones tan duras que podrían quebrar en amplios sectores su adhesión al europeismo y a la propia democracia. Por eso la crisis de la deuda de los estados más vulnerables del euro es ante todo una crisis política.
A nuestro juicio la Unión Europea y en particular su zona euro tiene que solucionar cuatro déficit:
a) El déficit democrático. Una entidad con las competencias soberanas que tiene la UE no puede existir legitimada de forma indirecta por los estados: tiene que responder a una legitimidad democrática directa mediante la representación de los ciudadanos y de los territorios regionales o nacionales.
b) La institucionalización de la zona euro. En la práctica, al coexistir en la UE un sistema de moneda común y sistemas de moneda propia de los demás estados, no coinciden las instituciones de la UE con las de la zona euro. Es necesario avanzar en la institucionalización de la Unión Monetaria mediante el refuerzo del llamado Eurogrupo
d) Evitar que el área euro tenga un comportamiento dual. Las dificultades económicas de España, Italia, Grecia. Bélgica, Portugal e Irlanda, contrastan con el buen comportamiento sobre todo de Alemania cuya economía está mostrando una expansión notable tanto por las exportaciones como también por su demanda interna. Es necesario sentar las bases para la cohesión territorial de la zona euro como requisito indispensable para el buen funcionamiento de la moneda común.
c) Asumir una política monetaria europea, lo que significa al menos suprimir el automatismo del comportamiento del Banco Central europeo (BCE) cuyos objetivos se han fijado básicamente en torno a controlar que la inflación no rebase el 2%. Hay que establecer un sistema de deuda europea y activar la compra de deuda a los estados con problemas a unos precios razonables, ya que es evidente que sólo debe emitir deuda quien controla la moneda en que se emite esa deuda. Igualmente es necesario flexibilizar los límites fiscales de los estados mediante la sustitución del límite lineal de déficit por límites en función del ciclo económico: mayor déficit cuando la actividad económica disminuye a cambio de superavit cuando la activad económica sube (presupuestos de estabilización automática) al mismo tiempo que se exige de forma rigurosa el cumplimiento de los compromisos fiscales.
El hundimiento del gobierno del PSOE en España, en estas circunstancias tan difíciles que amenazan con empobrecer de forma brutal a toda la ciudadanía, está ofreciendo en bandeja al PP todo el poder, en los ayuntamientos, las diputaciones, las CC.AA y el estado, lo que puede implicar que la derecha pueda imponer una salida a la crisis mediante el desmantelamiento del estado del bienestar y del estado de las autonomías. Es necesario un esfuerzo del conjunto de las fuerzas políticas para presionar a la UE en este sentido que hemos descrito e intentar un pacto federal que garantice el estado del bienestar y el estado autonómico al mismo tiempo que se garantiza el cumplimiento de los objetivos de déficit por parte de todas las administración y se ponen la bases para otro modelo económico.
Andalucía, nuestra tierra, está muda e inerme en medio de esta confusión. Tenemos suficientes competencias sobre todo en el diseño de las políticas de oferta para haber emprendido un camino propio de acuerdo con nuestras necesidades y posibilidades, para establecer diques que impidiesen esta catástrofe; tenemos la dimensión suficiente para que nuestra voz se oiga en España y en Europa tal como han hecho otras comunidades cuyos datos se parecen más a los de la media europea (10% de paro) que a la española (21%). Pero no ha sido así y por nuestra falta de autonomía real hemos sumado lo peor de todos los niveles político – administrativos, de ahí que presentemos la tasa de paro más alta de toda Europa (29% y 54% en el paro juvenil). Ensayemos el camino de la autonomía real y confiemos en nuestras propias fuerzas porque en medio de la tormenta incontrolada que implica esta crisis sistémica sólo la autonomía real representa una esperanza.