Francisco Garrido.En un momento en que hay una fractura especialmente grande entre las instituciones públicas y la ciudadanía, resurge con fuerza los debate sobre la naturaleza de la democracia. Puesto que existe un consenso amplio sobre la superioridad ética y política del sistema democrático frente cualquier otro; el debate se desplaza hacia las distintas teoría y modelos democráticos. Inicialmente debemos distinguir entre teorías y modelos; la teoría incluye una explicación y fundamentación de lo que entendemos que es , o debe ser, la democracia que va mucho mas allá de los modelos que se limitan a definir formas de ejercicio de esta. Diríamos, sin que esta asociación tenga ninguna pretensión normativa, que la teoría de la democracia ha sido un campo de interés más propicio a la filosofía política, mientras que los modelos lo han sido más a la politología. Una teoría puede soportar diversos modelos pero un modelo no puede ser fundamentado por diversas teorías. Dicho esto, tengo que especificar que entiendo que en el debate actual sobre la democracia no se enfrentan tanto modelos como teorías y que es en este terreno de juego teórico, donde ha de jugarse el partido dialectico.
Pues bien, antes de la dilucidación entre teorías rivales creo que debemos contextualizar socialmente el momento en que se produce este debate para así poder entender las ontologías políticas divergentes que subyacen a los distintas teorías de la democracia. El momento actual es el siguiente: nunca hubo más instituciones públicas funcionando con modelos democráticos y nunca las instituciones públicas tuvieron menos poder político. Cada vez podemos decir más gentes sobre menos cosas. El crecimiento de la democratización de las instituciones públicas ha ido unido la crecimiento de la desigualdad social y de la ampliación de la autonomía de del mercado asi como su extensión a múltiples áreas sociales hasta ahora reservadas a otras instituciones como la familia, las comunidades, las asociaciones civiles, etc.. La lógica de este proceso de democratización unilateral parece indicar que cuanto más democrático son las instituciones públicas mas impotentes son , o lo que es lo mismo a más democracia menos poder político.
De esta situación se deducen tres dilemas teóricos fundamentales podemos dirimir ante que teoría de la democracia estamos:
- Sistema político de control y limitación de la desigualdad (A) o sistema de selección de elites (B) ( igualdad /desigualdad)
- Sistema de promoción de la cooperación (A) o sistema de regulación de la competencia(B) ( cooperación/ competencia).
- Sistema integral de organización de la vida social (A) o un sistema unilateral limitado a las instituciones públicas representativas del Estado(B)( sociedad democrática/sociedad de mercado).
Con todas sus imperfecciones identificaremos las posiciones A con la teoría republicana de la democracia y a las posiciones B con la teoría liberal de la democracia. En el triple dilema entre A y B no estamos solo ante una discrepancia en el grado ( más o menos democracia) sino ante un problema de delimitación de campos ( hasta donde llega la democracia) y ante una diferente ontología social (igualdad/desigualdad, cooperación diferencia). Si no abordamos estos dilemas teóricos no seres capaces de alcanzar la gravedad de la crisis de legitimación de los actuales sistemas democráticos.
La brecha teórica y por eso real, está situada en el mismo punto de sutura en que se separan A y B. La teoría de la democracia realmente existente en la actualidad es un híbrido entre la retórica discursiva de A ( y ahí se plasman las demandas sociales) y la praxis de la teoría B; producto de un proceso histórico en el que los mitos fundacionales son republicanos pero el desarrollo institucional y material es liberal y cada vez mas liberal. .
Mientras hubo fases de crecimiento y restricción de la democracia a los paises desarrollados de la metrópoli; el malestar fue sordo y soportable, la grita que ya era evidente podía ser disimulada. El consumo de masas funcionó también como un narcótico de masas. Pero con la crisis y el fin del crecimiento acelerado las grietas y los barrancos que las nieves tapaban han aflorado con toda su crudeza , volviendo a colocar la cuestión de la igualdad en el centro del debate democrático como siempre, de una manera u otra, lo estuvo. Roto el pacto social entre capital y trabajo que supuo el Estado de bienestar en occidente: la legitimación debilísima de la democracia como subsistema social especializado en la selección pacífica de las elites dirigentes del Estado; se ha terminado de quebrar.
No cabe pues sino recuperar todo el vigor de la teoría republicana (A) de la democracia desde un perspectiva transpolítica, es decir, mas allá de las instituciones públicas del Estado ( aunque incluyendo a estas por supuesto) como una “forma de vida” cooperativa e igualitaria. Recurrimos aquí a la expresión de Wittgenstein de “ forma de vida” para definir un campo integral y constituyente constituyente de todas, todas, las relaciones sociales institucionalizadas (prácticas colectivas regladas) en el ámbito social o estatal pues en todas anida la posibilidad de la dominación (desigualdad injusta).
Desde la familia y al sexo, la reproducción social; al trabajo y la producción, la reproducción metabólica; han de estar instituidos democráticamente. Los modelos democráticos que usemos serán discutibles y a buen seguros plurales y diversos con relaciones de escala abiertas. Pero el problema no son los modelos sino la teoría que subyace tras ellos, ahí es donde está el combate teórico que no podemos rehusar. No es posible que superviva un sistema público democrático en medio de una sociedad ( no una economía sólo) de mercado profundamente desigual y competitiva, La primera víctima de las consecuencias de la teoría liberal de la democracia (B) será la misma democracia liberal, que si hoy todavía pervive es en parte por la resistencia que aún ofrece los ecos míticos de la democracia republicana (A). La existencias de la democracia liberal será finalmente incompatible con su propia fundamentación teórica.
Al igual que las “forma de vida” constituyen holísticamente el significado y la pragmática de la comunicación humana por medo dela lengua en la tesis de Wittgenstein sin por ello ser ni un metalenguaje, ni un modelo; la democracia “como “forma de vida” instituye las condiciones de posibilidad de la vida social sin ser un modelo ni un conjunto cerrado de reglas. La democracia no puede ser más “una practica excepcional ocasional” ligada exclusivamente a la relación de la ciudadanía con las instituciones públicas representativas del Estado, sino una práctica cotidiana ciudadana. Y esto no significa la elevación de los ciudadanos a la estatus de gobernantes sino el rebajamiento delos gobernantes al estatus de ciudadano. El objetivo no es que la gran política invada lo cotidiano sino que lo cotidiano invada la política. Nada que ver con el delirio asambleario de todos discutiendo todo durante todo el tiempo; la democracia “como forma de vida” ; e la democracia no solo en lo macro sino también y fundamentalmente en lo micro. No elude la necesidad del gobierno, la regulación, los reguladores o la representación política; todo lo contrario, fortalece y empodera alas instituciones públicas frente a la impotencia inducida a que los somete la sociedad de mercado. Sin esta inmersión social y cotidiana de la democracia difícilmente será posible estrechar la brecha con los ciudadanos o ahuyentar los fantasmas de la corrupción y la decadencia democrática será imparable.