Rafa Rodríguez
Andalucía se define por un conjunto de relaciones sociales determinadas por la desigualdad interna (social) y externa (territorial), y la consiguiente confrontación histórica entre las clases populares y el poder de las oligarquías, que son responsables de nuestra situación de dependencia y subalternidad, política y económica.
Esta confrontación ha generado una identidad popular a lo largo de los siglos con una potente singularidad, a través de un proceso de sincretismo tanto entre culturas como entre los periodos de conflicto social o adaptación. El arte, el habla, las costumbres o los modos de vida y valores colectivos, han sido el resultado identitario de este mestizaje, que está en continuo cambio porque es una construcción social viva.
El andalucismo proporciona una perspectiva para entender las relaciones sociales en nuestra Comunidad, desde el territorio y desde nuestro tiempo social, y un compromiso político, desde la razón, pero también desde los sentimientos, para la transformación estructural de Andalucía.
Hoy, tras haber conquistado la Autonomía por la vía del artículo 151 de la Constitución, demandamos mayor igualdad y mejor democracia, en el contexto de la crisis de la globalización, para la transición verde, digital y social, con más autogobierno en una estructura federal en España y en la Unión Europea.
La desigualdad, al ser el factor constituyente de la identidad andaluza, explica el por qué la ciudadanía andaluza se articula políticamente en el eje izquierda – derecha, que integra a los demás ejes (democracia, feminismo, ecología, conflicto territorial y federalismo). La conexión entre nuestros rasgos culturales y las condiciones socioeconómicas de Andalucía son la pieza clave de esta articulación en torno al conflicto social y, por lo tanto, la lógica naturaleza de izquierda del andalucismo.
Además, la política en esta crisis de la globalización se mueve en bloques de izquierda y derecha por la polarización social, que se proyecta en polarización política. En el bloque progresista hay en Andalucía dos espacios, el socialdemócrata y el de la izquierda transformadora, que difícilmente pueden agruparse en una única alternativa electoral pero que si pueden cooperar para formar gobiernos de progreso con programas de cambio para avanzar en una correlación de fuerzas más favorable a los intereses populares frente a las oligarquías económicas.
Solo si en las próximas elecciones generales el espacio de la izquierda transformadora concurre unido, hay posibilidades de ganarle a Moreno Bonilla y contribuir a reeditar el Gobierno de Coalición en el Estado central.
Todo proyecto de unidad descansa sobre la premisa de una preferencia sincera por el éxito del proyecto colectivo, el respeto a la pluralidad política desde la participación y el funcionamiento democrático, y su proyección en organizaciones de base, que requieren la participación efectiva de personas independientes.
La unidad en la base es el motor de la unidad de la izquierda andaluza porque incentiva el despliegue de las energías sociales, abre el cauce para la participación política y amortigua las tensiones lógicas entre los partidos, mientras que la cooperación entre los partidos facilita el consenso en las organizaciones de base y potencia su rol democrático de mediadores entre la opinión pública y las instituciones.
Con la perspectiva del desarrollo territorial de “Por Andalucía” y de la refundación de Sumar, la consolidación y extensión de las plataformas unitarias, participativas y democráticas pueden ser la clave para construir una unidad de la izquierda andaluza, basada en los intereses comunes del Pueblo Andaluz.
La imagen corresponde a una intervención de la artista Marina Abramovic