Alicia Gonzalez. El País. 09/01/2011
Zona de peligro. Hablamos de una franja encuadrada entre ciertos límites con riesgo o contingencia inminente de que suceda algún mal, según la definición de la Real Academia Española. Ese es el nivel que está alcanzando el precio del petróleo, la materia prima más negociada y con mayor volumen de mercado. El economista jefe de la Agencia Internacional de la Energía lanzaba esta semana la alerta, al asegurar que la factura petrolera se estaba convirtiendo ya en un lastre para la recuperación económica. El barril de Brent, el de referencia para Europa, alcanzaba el pasado jueves los 95,5 dólares por barril, el nivel más alto desde septiembre de 2008.
Pero no se trata solo del petróleo. «Uno de los elementos diferenciales en esta ocasión es la subida sincronizada de prácticamente todas las materias primas», apunta David Cano, socio y director general de Analistas Financieros Internacionales (AFI). Eso incluye tanto las materias primas más ligadas a la actividad económica -el petróleo, el carbón o el cobre- como aquellas que se han convertido en valor refugio -oro y plata- ante la escasa rentabilidad de los activos más seguros y las dudas que despiertan otros tradicionalmente fiables, el caso de la deuda soberana.
Buena prueba de esa escalada sincronizada del precio de las materias primas es que el cobre y el oro están en los niveles más altos de su historia, que el índice de alimentos que elabora la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha superado los niveles máximos de 2008, que los fabricantes textiles temen no poder repercutir la subida del 80% en el precio del algodón en un solo año y que, si bien es cierto que el petróleo aún está lejos de los 145 dólares por barril que alcanzó en el verano de 2008, se sitúa por encima de los niveles de 2007, cuando la economía mundial estaba creciendo a ritmos del 5,2% frente al 3,4% que se prevé para este año.
Sin duda hay factores que explican buena parte de esa subida. La fortaleza de las economías emergentes puede no ser suficiente para ejercer de motor de la economía mundial, pero sí para que la imparable demanda de estos países sostenga la tendencia alcista de los mercados. Asimismo, la mayoría de las materias primas tiene una estrecha correlación con el dólar [ver gráficos de la página 6] y la tendencia a la baja de los últimos meses en la divisa estadounidense ha impulsado la cotización al alza de las materias primas. «Pero no hay fundamentos que justifiquen una onza de oro a 1.400 dólares», insiste José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney. Más cuando muchos bancos centrales y el propio Fondo Monetario Internacional (FMI) están aprovechando la coyuntura para vender parte de sus reservas de este metal, una señal que en otro momento habría hundido el mercado. Se trata, sin duda, de algo más.
Según los cálculos de Barclays Capital, y con datos hasta noviembre, en 2010 las nuevas inversiones en materias primas rondarán los 60.000 millones de dólares, el segundo mejor año para este tipo de fondos tras el récord de 76.000 millones registrado en 2009. En total, los activos bajo gestión en materias primas alcanzaban a finales de noviembre los 354.000 millones de dólares, el nivel más alto nunca registrado. De forma nada sorprendente son la energía y los metales preciosos los sectores que más inversiones han atraído.
«Las materias primas son en la actualidad un activo financiero más. Y lo cierto es que tienen un fuerte componente especulativo porque es verdad que la fuerte sequía soportada por Rusia puede justificar un aumento de los precios del trigo, pero ese condicionante ya lleva ahí más de seis meses y en las últimas semanas se ha vuelto a producir una escalada», explica David Cano.
Es lo que Barclays Capital califica como «el retorno del inversor profesional» a este mercado y que, según su encuesta anual a inversores, se mantendrá e incluso se incrementará en 2011. «En un entorno de recuperación económica sostenida, un sentimiento más positivo en el mercado financiero y la persistencia de una política monetaria excepcionalmente laxa propician una plataforma sólida para nuevos incrementos de precios de las materias primas en 2011», aseveraba la entidad en una reciente nota a clientes. Razones que apoyen estas perspectivas no faltan.
Después de las medidas adoptadas por el Gobierno de Pekín para frenar la burbuja inmobiliaria y evitar el recalentamiento de la economía, China necesita volver a acumular reservas de muchas materias primas y para ello ya ha comenzado a aumentar las importaciones de cobre, mineral de hierro, semillas de soja y petróleo, según los operadores de mercado. En estos meses, el Gobierno ha sacado además al mercado local sus propias reservas estratégicas de aluminio, zinc y plomo, así como de distintos productos agrícolas como el maíz, el trigo, la soja y el algodón, con el objetivo de amortiguar las subidas de precios a nivel doméstico.
Otro factor a tener en cuenta es la meteorología. No solo un invierno en el hemisferio norte que, en sus primeras semanas, está siendo más frío que el anterior y ha traído ya varios temporales de nieve, con la consiguiente presión al alza del precio de las materias primas energéticas. También fenómenos climatológicos provocados por La Niña, como las inundaciones sufridas en Australia, han interrumpido la producción y el comercio de algunos productos, como el carbón y el algodón, lo que ha disparado su cotización internacional en los últimos días.
Los analistas también incluyen como riesgo potencial para este 2011 las elecciones presidenciales que Nigeria celebra en abril y que pueden provocar una interrupción del suministro de este país de la OPEP, que ya de por sí tiene dificultades para cumplir con sus objetivos de producción. De hecho, en las elecciones de 2007, el país dejó de bombear un millón de barriles diarios por la violencia desatada en toda la región petrolífera.
Tampoco parece que remite la crisis de confianza sobre la deuda europea. Es más, según el economista jefe de Citigroup, Willem Buiter, el temor a una suspensión de pagos soberana se extenderá en cuestión de semanas a Estados Unidos y a Japón, lo que mantendrá el atractivo de la inversión en materias primas.
Los analistas no ven en este momento que la escalada de precios de las materias primas suponga una amenaza directa para la recuperación económica global, tampoco en los países desarrollados con tasas de crecimiento sensiblemente más débiles. Pero su efecto sí se deja sentir con fuerza sobre los precios.
«Sin duda, el escenario es negativo por el efecto que tiene sobre la renta [la pérdida de poder adquisitivo que conlleva la subida de precios] y sobre los costes [para las empresas]», apunta José Carlos Díez. «Pero con una crisis tan compleja como la que vivimos no creo sinceramente que la inflación sea una amenaza al crecimiento».
Un análisis que puede ser demasiado condescendiente para el gusto de los halcones del Banco Central Europeo (BCE). De hecho, la situación guarda muchas semejanzas, quizás demasiadas, con las del verano de 2008. Y lo preocupante es, precisamente, que la historia se repita.
En julio de 2008 Jean Claude Trichet erró sus cálculos y en plena recesión, como después demostrarían las estadísticas, el Consejo de Gobierno del BCE subió los tipos de interés 25 puntos hasta situarlos en el 4,25% «ante el temor a los efectos de segunda ronda» derivados de la escalada del precio del petróleo, argumentó entonces el presidente de la entidad. Tras el colapso de Lehman Brothers, el BCE tuvo que dar marcha atrás en sus posiciones y bajar los tipos de interés en casi dos puntos porcentuales para evitar una depresión de la economía europea.
«El precedente es para echarse a temblar», admite David Cano, «pero ante la debilidad económica que presentan la mayoría de las economías europeas es imposible que la entidad justifique en estos momentos el temor a efectos de segunda ronda», a subidas encadenadas de precios y servicios.
En el caso de EE UU, el alza de precios puede resultar incluso beneficiosa, dado el reiterado temor expresado por la Reserva Federal a una espiral deflacionista de la economía, «y, si somos sinceros, en España no nos viene mal un poco de inflación, ya que si es generalizada no resta competitividad y ayuda a reducir el valor de la deuda en términos reales», concluye Cano.
El problema no es igual para todos. El pasado jueves, de forma inesperada, Perú subía los tipos de interés hasta el 3,25% para evitar tensiones inflacionistas provocadas por la fuerte entrada de capitales derivada de las exportaciones de materias primas. Es solo un ejemplo más de la necesidad que tienen las economías emergentes de conjugar crecimiento económico y control de los flujos de capitales. Es ahí donde permitir una cierta apreciación de las divisas podría jugar el papel positivo de la subida de tipos sin sus efectos adversos. Pero visto los escasos avances en los últimos meses sobre las tensiones cambiarias en el G-20 y el G-8, parece que la calabaza va a seguir sin convertirse en carroza por mucho tiempo.