a) El axioma angular de la democracia
La democracia se sustenta en última instancia en el axioma de la universalización de los derechos fundamentales y, por lo tanto, en el concepto de ciudadanía universal: “Todos los humanos nacen libren e iguales, todos los humanos tienen todos los derechos, todos los humanos son ciudadanos” (José Luis Serrano).
Esta perspectiva suele estar oculta pero es imprescindible insistir sobre ella ahora que la crisis sistémica de la globalización empieza a cruzar la línea del respeto a la regla de juego básica que permite la convivencia pacífica, al relativizar y socavar los pilares de la democracia, hasta el punto que parece que la disyuntiva comienza a ser que o la democracia acaba con el capitalismo o el capitalismo acaba con la democracia.
Queremos argumentar en este artículo que la globalización pone en peligro las bases de la propia democracia por la suma de sus efectos en su fase de ascenso y desarrollo (desde principios de los años setenta hasta la crisis del 2007) con los producidos en su crisis, y que, por lo tanto, la estrategia de la izquierda debe basarse el fortalecimiento de los actores populares, la conquista del poder democrático y la instauración de una nueva forma de gobernar en alianza con la ciudadanía y contra el poder de las élites económicas.
b) Caracterización de la globalización
La globalización es una estrategia de acumulación mundial centralizada que articula nuevas modalidades de generación y apropiación de riqueza que le permite a los monopolios y oligopolios transnacionales acceder a fuentes de ganancia extraordinaria (Humberto Márquez), mediante:
1) Una nueva división internacional del trabajo basada en la configuración de cadenas globales de producción y el uso masivo de fuerza de trabajo barata (Delgado y Wise y Márquez, 2009);
2) la incorporación de la mayoría de los recursos naturales al proceso de valorización de capital, tanto de la litosfera como de la biosfera (Mora, 2009);
3) la privatización de medios de producción y sectores económicos estratégicos (Petras, 2005);
4) la sobreexplotación del trabajo directo, generación de una desbordante sobrepoblación e incremento de la migración forzada (Delgado y Wise y Márquez, 2009), y
5) la privatización del conocimiento mediante la propiedad intelectual y explotación del “capital humano”, es decir, la pretensión de subsumir realmente el trabajo científico-tecnológico (Mora, 2009), donde también participa la migración de trabajadores altamente calificados.
c) La fase de ascenso de la globalización
La globalización, en su fase de ascenso, ha provocado un crecimiento económico exponencial por la generación de una demanda basada en el endeudamiento global, monetario y no monetario, frente a la regla general de que la demanda crecía en función de los salarios. Este aumento ficticio de la demanda ha causado por un lado una concentración sin precedentes de las plusvalías en la “clase financiera”, los grandes acreedores, y una situación de endeudamiento generalizado de personas, familias, empresas no financieras y Estados y, por otro, el agotamiento de los recursos no renovables y la tendencia a la privatización del uso de los renovables ante su constante deterioro.
Desde el punto de vista político, esta fase de la globalización ha implicado:
a) el hundimiento de la URSS y del sistema de “socialismo real”, que ha permitido que el bloque capitalista carezca de antagonista;
b) el fortalecimiento de las elites económicas transnacionales y su articulación con las élites económica locales a través de las empresas y corporaciones multinacionales y también por la construcción de espacios de encuentro, reflexión y socialización (Geuens, 2003);
c) de forma simétrica, la reducción la participación de la ciudadanía, el debilitamiento de los actores sociales: de las clase trabajadora en particular pero también del resto de las clases sociales medias y populares, tal como ha puesto de manifiesto Crouch en su obra “La posdemocracia”;
d) la conexión entre los partidos gobernantes con las élites económicas en detrimento de la interlocución real con la ciudadanía, lo que ha permitido a aquellas empujar a los gobiernos a que “se limiten a garantizar la libertad de mercados y a construir su propia imagen” (Crouch, 2004) al mismo tiempo que las empresas financian sus campañas electorales.
e) la manipulación constante electoral mediante legislaciones restrictivas, la conexión empresarial de los medios de comunicación y el conste uso de técnicas de encuesta y de marketing a través de esos medios de comunicación.
d) La crisis de la globalización
La crisis de la globalización ha sumado un entorno de escasez social tanto económico motivado por el empobrecimiento de la clases populares y medias que en una situación de endeudamiento generalizado han visto como se destruían los puestos de trabajo y el Estado transfería los fondos públicos al sector financiero en vez de garantizar sus condiciones básicas de trabajo y subsistencia como ecológico por el deterioro de los recursos y servicios ambientales.
Desde el punto de vista político, Ferrajoli, en un reciente trabajo (Los Poderes Bárbaros, 2011) apunta una fenomenología de la crisis democrática en dos niveles. Una “por arriba” que está configurada por cuatros factores:
a) verticalización y personalización de la representación;
b) los procesos de progresiva confusión entre la esfera pública y privada y concentración de poderes políticos y económicos, donde resulta cada vez más fuerte la relación entre dinero, información y política;
c) la integración de los partidos políticos en las instituciones y la pérdida de su papel de mediación representativa; y
d) el control de la información.
La crisis por abajo estaría representada, a su vez, por la concurrencia de cuatro factores:
a) la homologación de los que consienten y la denigración de los discrepantes y de los diferentes;
b) la despolitización masiva, y la disolución de la opinión pública, por la desinformación de la mentira y la propaganda, sobre todo televisiva, y la pérdida del sentido cívico y las virtudes políticas;
c) la quiebra de la participación de los ciudadanos en la vida pública; y
d) la manipulación de la información y la decadencia de la moral pública.
Pero sobre todo implica la crisis del Estado – nación como mecanismo de contención y consenso democrático. La crisis del Estado – nación no puede suponer:
a) su identificación con la democracia
b) su identificación con el Estado
c) la identificación con los derechos de la ciudadanía
Por ello es tan importante que el axioma central de la democracia transcienda del Estado – nación y se cimiente en los derechos fundamentales de las personas.
e) La suma de ambas fases han provocado el fin del consenso social
La agudización del conflicto, como consecuencia de la globalización y su crisis, está implicando que la confrontación social no se dilucide dentro de la democracia sino que el conflicto se traslade a la propia democracia.
La “comprensión” de los Estados occidentales con el golpe de Estado en Egipto es una prueba de cómo están relativizando las propias bases sobre los que se legitiman los poderes públicos, aunque basta con ver cómo una institución sin estructura democrática alguna, como la Unión Europea o más aún la zona euro, están desarrollando una dinámica expansiva de sus competencias materiales hasta el punto que determinan hasta la asfixia las decisiones de Estados democráticos para hacer frente a la crisis, conduciéndonos a un callejón sin salida. O cómo las dos grandes potencias arrinconan cualquier límite democrático: China, incuestionada, se presenta como ejemplo de eficiencia sin democracia y EE.UU. transgrede los derechos fundamentales de los ciudadanos y ciudadanas del mundo como si el espionaje y la violación de las libertades fuese una cuestión menor que se justifica por razones de seguridad ¿nacional?.
Desde esta perspectiva la “crisis interna de la democracia”, el malestar de los ciudadanos y ciudadanas de los Estados democráticos con los elementos sustantivos del sistema democrático se convierte en un campo decisivo en este conflicto. La defensa de la democracia no puede realizarse sino desde una posición de avance porque el mantenimiento del actual “status quo” sería una importante baza para sus enemigos.