Rafa Rodríguez
La huelga del metal de Cádiz representa y afecta a muchas dinámicas sociales porque no es una huelga más, sino la huelga y la movilización que señala un nuevo ciclo, lo que explica el impacto que está teniendo en la opinión pública, que está intuyendo la importancia de la misma.
Es la consecuencia de la dureza que se va a instalar en la negociación colectiva como resultado de la subida de inflación que algunos creemos que va a ser persistente, aunque de forma interesada los economistas oficialistas dicen que es transitoria, lo que beneficia la posición negociadora de los empresarios.
La inflación, como manifestación de los desajustes entre oferta y demanda agudizados por la crisis ecológica, tanto por los efectos de catástrofes climáticas como por la escasez de determinados materiales y la permanencia de la pandemia con un nuevo rebrote, (https://www.paralelo36andalucia.com/la-crisis-ecologica-se-manifiesta-ya-en-forma-de-inflacion/) están erosionando los salarios reales y empujando a la pobreza a amplias capas de la población.
Y el que la protagonista sea Cádiz también es trascendente. Andalucía y especialmente Cádiz nos hemos convertido en la tierra del paro y de la frustración industrial.
El error del Ministerio del Interior de utilizar una tanqueta blindada y desplegar una represión indiscriminada contra las personas que participaban pacíficamente en la manifestación del martes 23 de noviembre, ha provocado que la indignación se focalice en el Gobierno y no en la patronal.
La huelga y las movilizaciones del metal de Cádiz necesita el apoyo de la Ministra de Trabajo. Y las movilizaciones que le van a suceder en la negociación de los convenios colectivos necesitan urgentemente la reforma laboral para reestablecer el equilibrio de fuerzas entre patronal y trabajadores.
La conexión de estos elementos (conflictividad laboral; crisis ecológica; duración de la pandemia y aumento de la desigualdad social y territorial) instauran un nuevo ciclo social que se conecta con la perspectiva de elecciones andaluzas que, a su vez, va a inaugurar un nuevo ciclo electoral, de forma que la movilización de los trabajadores y trabajadoras del metal de Cádiz, se conecta con la perspectiva electoral y esta con la disputa sobre quién va a dirigir y cómo la respuesta ante la nueva realidad conformada por las consecuencias de la pandemia, la crisis ecológica y el aumento de la desigualdad. Por ello esta huelga marca el inicio de la confrontación electoral no entre partidos sino entre bloques sociales que se disputan la existencia de un nuevo contrato social o, por el contrario, instalarnos en anomia social.
Representa también una nueva centralidad de los conflictos laborales, con el protagonismo de los sindicatos, especialmente de CCOO y UGT, y señala la importancia cuantitativa y cualitativa de Andalucia y con nuestra realidad de paro, dependencia económica y subalternidad política, en la política española.
En este contexto, las elecciones andaluzas van a ser mucho más que unas elecciones autonómicas, porque sus resultados van a condicionar, por un lado, una nueva configuración de la sociedad andaluza y, por otro, van a señalar quién va a competir con ventaja para tener la dirección política ante la nueva realidad que estamos viviendo.
La derecha en la Junta de Andalucía hasta ahora ha conseguido una posición dominante manejando con habilidad una imagen de moderación de Moreno Bonilla con una gestión plana cuyo único objetiva ha sido no cometer demasiados errores. Está siendo una gestión continuista que lanza un mensaje de que la tranquilidad consiste en no cambiar nada, aprovechando la debilidad de la oposición progresista tanto del PSOE como de Unidas Podemos y Adelante Andalucía.
No hay más incertidumbre ni más peligro que el que encierra el continuismo de Moreno Bonilla. Necesitamos que el diálogo se restablezca en Andalucía y pueda articularse una propuesta que ofrezca verdadera seguridad y certidumbre para las andaluzas y los andaluces, porque es con diálogo y consenso cómo podemos vencer nuestra situación de paro, subalternidad y dependencia, esta situación que tanta inseguridad nos provoca. Una propuesta política que sea una combinación atractiva de diálogo entre las fuerzas progresista, protagonismo del trabajo, feminismo, pluralidad territorial y reivindicación de la política amable, democrática y cercana, para dar certidumbres y seguridades a las clases populares y medias.
Hoy, articular una esperanza de cambio desborda incluso el sentido común político, para ser compromiso ético con la ciudadanía.