Hay que ver lo que le gustan a cierta izquierda social las tonterías. Todo el día con las propuestas bonsais, pequeñitas, muy monas, muy asequibles pero absolutamente irrelevantes. Que si huertesitos en las terrazas, que si bicicletas con mototorcitos que recargan por la noche dándole a los pedales, que si “trabajo colaborativo” entre el que corta las patatas, la que bate el huevo y el que fríe la tortilla, que si comer cascaritas de limón para prevenir el cáncer. Hablan siempre con diminutivos, parecen camareros sevillanos de un gastro-bar modernito. Cualquier cosa con tal de no ver lo importante, de no hacer política. Es una izquierda personalizada como la funda del móvil que te prepara el chino de la esquina; una especie de “república del cuarto de baño». Parecen hijos de Ikea y de Milton Friedman, aunque ellos no lo saben. Porque ellos son alternativos, alternativos a la realidad o sea idiotas políticos.
Por supuesto que nada de tecnología, ni de poder, ni de dinero, esas cosas para los otros, para los malos y para los borregos alienados que los siguen por millones. Ellos cuanto menos, más simples y más bobaliconamente buenos, mejor. Eso sí, la tarjeta visa no falla, muchos son funcionarios o empleados, usan todo tipo de tecnologías pero ya se sabe, lo hacen con desgana y momentáneamente, como el yonki de la canción “ se están quitando, se están quitado…”.
Creen en cualquier cosa, incluido dios, menos en Dios. Han construido una religiosidad tan egoísta que no están dispuestos a pertenecer a ninguna iglesia que admita, al contrario que Groucho, a individuos que no sean como él. Homeopatía, rechazo a las vacunas, medicina oligo (de oligofrenia) naturista, veganos, todo es válido con tal que parezca raro. La prueba de que algo es cierto es que sea extremadamente increíble. Quieren, como los liberales, sus hermanos listos, la sanidad pública (eso hospitales deshumanizados, mejor hospitalitos de naturópatas voluntarios) y la escuela pública (mejor papá y mamá). En fin que más que utopía, lo que tienen es miopía, la banalización de la disidencia.
Eso sí, están forrados de un santa indignación moral con los problemas mas lejanos. Y contra más lejanos, más indignados están. Las causas exóticas son sus preferidas para desfogar. Y si las causas son imposibles más todavía, pues no requieren de ningún esfuerzo e inteligencia para resolverlas ¡¡ son imposibles¡¡ Ellos, al revés de James Dean, no son rebeldes sin causa, sino causa sin rebeldes.
En los momentos de mayor complejidad, interconectividad, innovación tecnológica y científica, ellos no saben no contestan. Son la interiorización más acabada de la episteme liberal: “La sociedad no existe, solo existen los individuos” que decía Tatcher traduciendo, con su innegable genio para la comunicación, el pensamiento de Hayeck. Por eso ellos dicen que tratan con personas no con organizaciones, ¡ ay humanistas versión 1.0 !
Nacidos capitalistas, como diría Juan Carlos Rodríguez, ya no ven más horizonte colectivo que las múltiples, mágicas y domésticas desagregaciones individuales, tan liberales. Es la renuncia a la política como forma de reedición aparentemente digna ante el triunfo neoliberal, una salida para aquellos que no ven salidas y que no quieren entregarse abiertamente al enemigo. Una izquierda despolitizada es como un Dante sin Beatriz, impensable, indeseable.
*PD. Esta izquierda que describo es un retrato robot que anda por la calle, que no encontraremos pero si nos miramos al espejo seguro que detectaremos alguno, o muchos de los rasgos que aquí describo. Eso es lo que me preocupa, que la caricatura se parezca cada día mas a la imagen que vemos en el espejo.