De la unidad de filosofía y poesía nacerá la idea de que el hombre siente la doble necesidad irrenunciable de poesía y pensamiento. La poesía, dice María Zambrano, es respuesta, mientras que la filosofía es pregunta. El poeta llega antes a la verdad que el filósofo. Y las respuestas hacen al mundo mucho más amable y más seguro.
Y en ese inquietante camino aparece la figura del poeta, un ser para la vida, según Zambrano. En principio como un agente perturbador de la unidad antes apuntada. Por ello María se pregunta: ¿Es que acaso al poeta no le importa la unidad? ¿Es que se queda apegado vagabundamente –inmoralmente- a la multiplicidad aparente, por desgana y pereza, por falta de ímpetu ascético para proseguir esa amada del filósofo: la unidad?, porque quien ha alcanzado la unidad, ha alcanzado también todas las cosas.
Acabará concluyendo que el poeta, rebelde ante las cosas que son hechura humana; es humilde, reverente. El poeta no quiere aniquilar nada. Y añade “la unidad lograda por el poeta en el poema es siempre incompleta: y el poeta lo sabe y ahí está su humildad, en conformarse con la frágil unidad lograda”.
¿Y ellos, los poetas, qué pensarán de esta revelación?
Su gran amigo, el poeta Antonio Machado, intuyó a tiempo la reconciliación entre poesía y filosofía: “los poetas cantarán su asombro por las grandes hazañas metafísicas, mientras que los filósofos arribarán a una metafísica, fundada en el tiempo, algo en verdad poemático más que filosófico”. Además, lo contempló de manera poética, en el siguiente poema:
Dice la razón: Busquemos
la verdad.
Y el corazón: Vanidad
la verdad ya la tenemos.
La razón: ¡ Ay, quién alcanza
la verdad!
El corazón: Vanidad.
la verdad es la esperanza.
Dice la razón: Tú mientes.
Y contesta el corazón:
Quien miente eres tú, razón,
que dices lo que no sientes.
La razón: Jamás podremos
entendernos, corazón.
El corazón: Lo veremos.
Pero Unamuno también desveló el secreto, y afirmó que “los grandes pensadores son los poetas”. Síntesis brillante del pensamiento zambraniano, que se perfila desde la concepción del poeta como un ser humano dotado de una especial intuición e inspiración. Un ser dotado de la capacidad especial de mirar con claridad y de crear la palabra adecuada para expresar lo que los ojos son capaces de ver. Es decir, de volver a aquél mirar que Zambrano aprendió de su padre bajo el limonero veleño.
Cuando los poetas llegan a ser conscientes de su intuición intelectual, como ocurre con Machado y Unamuno, adquiere pleno sentido el pensamiento zambraniano ya que ser poeta tendrá la firme misión de crear con la palabra, de re-inventar y mejorar el mundo, de convertirse, en definitiva, en un filósofo-poeta capaz de construir el pensamiento.
Llegados aquí sólo nos queda contemplar el mar y esperar que la marea nos lleve una vez más a la orilla zambraniana, forjando un caminar que sea al tiempo un pensamiento poético y filosófico. Sabemos que las olas salpican luz bajo la irrenunciable belleza del pensamiento poético de María Zambrano. Habría, como diría su maestro Ortega y Gasset, que zambullirnos en su contenido filosófico y bucear sin escafandra por sus paisajes submarinos. Tal vez ahí resida el secreto.
Ana Silva
Para siquiera vislumbrar la abisal inmensidad de la Poiesis filosófica -de hondas raíces andalusíes- de María Zambrano, todavía será necesario el devenir intelectual, entre el culto al mediocre academicismo, de dos o tres generaciones más…
Gracias, Ana, por dejarnos un sorbo de su agua cristalina en este desierto cotidiano.
http://www.youtube.com/watch?v=WTw-lWNg3mw