Mario Ortega./ Tras nueve años de gobierno caciquil del Partido Popular, Granada, esa ciudad que es lo que aún no es, se ha convertido en una poblado donde la cultura con mayúsculas es despreciada por la ignorancia y la superstición. Dos categorías alimentadas por los listillos concejiles de la derecha con su alcalde a la cabeza.
En la tercera ciudad en potencial musical de eso que a las y los andaluces ya nos está costando mucho trabajo llamar Estado Español, al rock, el jazz, el flamenco, el hip-hop, el rap, y las demás tendencias, la prensa granadina le llama música alternativa.
A poco que hagamos los números en cualquier nivel local o mundial, lo alternativo resulta ser la música cofrade, la zarzuela decimonónica, la ópera para elites, o el pasodoble español que tanto gusta a nuestro caprichoso alcalde al que un día di su merecido poniéndole el sobrenombre de Don Caprichitos, cual si fuera lo que parece ser, un personaje de zarzuela.
La derecha granadina, una de las peores de Andalucía (cada quién que sufra la suya, y todos la de España) se propuso desactivar todo el potencial cultural que pudo, podía y puede hacer de Granada una Berlín mediterránea, para convertirla en la Fátima del Sur. Cada día que pasa les falta menos.
Ayer toda la música granadina “alternativa” se dio cita en una “procifestación” organizada por Granada en Off, la plataforma que defiende la música como cultura. Una manifestación, con su paso, su banda, su público y sus devociones. Un dardo directo al concejal de cultura que gusta de subvencionar cofradías, cerrar bibliotecas públicas y estar encantado de haberse conocido.
Hubo, como tiene que ser cuando se defiende la libertad, mucha alegría. Mucha marcha y mucha camaradería. Un trono con el batería de Harry Up marcando el ritmo bajo palio, cual cristo con bombín, paseó desde el Triunfo (qué mal me suena ese nombre) hasta la Plaza de Mariana Pineda (qué bien me suena ese nombre). Detrás, una comitiva precedida por una gran orquesta de percusión (batucada). Y después un par de miles de personas las más de las cuales vestían de negro el cuerpo y de alegría la cara, que era el espejo del alma.
Semejante espectáculo callejero está diciendo, ya basta de represión, ya basta de coerción, ya basta de multas, ya basta de carcundia. El sector de la música en Granada defiende la libertad de actuar en los locales acondicionados, de usar los espacios públicos y los recintos municipales para dar vida a esta ciudad que adormece. El sector tiene, además de un gran potencial económico y de empleo, la necesidad de locales dignos para ensayos, para promocionar su arte y capear el temporal de la crisis. Un sector que alimentaría Granada todo el año, no como esa semana santa que es, eso, una semana de porrón, porrón, porrón pon pon. Mucho ruido y pocas nueces.